Capturan a vicealmirante Farías Laguna por huachicol fiscal y corrupción

Descubre el escándalo del vicealmirante Farías Laguna: su detención por huachicol fiscal expone una red de corrupción público-privada en la Marina y cuestiona la estrategia de militarización. Un análisis profundo.

AL MOMENTO

- Advertisement -

En un golpe sin precedentes a la estructura de seguridad nacional de México, fuerzas federales detuvieron al vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna entre el 2 y 3 de septiembre de 2025. Este arresto, parte de una investigación de meses, desmantela una sofisticada red de huachicol fiscal, exponiendo la crisis de corrupción público-privada en la Marina y la militarización del país.

El golpe: Crónica de una detención de alto nivel

La operación de precisión quirúrgica, que sacudió los cimientos de la estructura de seguridad nacional de México, culminó con la captura del vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna. Este evento, calificado como el golpe más importante de las administraciones morenistas contra un alto funcionario de seguridad, fue el clímax de una investigación de meses que expuso una sofisticada red de corrupción público-privada dedicada al contrabando de combustible a gran escala.

Un operativo coordinado y discreto

La acción fue un esfuerzo conjunto y meticulosamente sincronizado entre la Secretaría de Marina (SEMAR), la Fiscalía General de la República (FGR) y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Esta colaboración interinstitucional de alto nivel subraya la magnitud y sensibilidad del objetivo. En total, fueron aprehendidas ocho personas: el vicealmirante Farías Laguna, otros cinco hombres y dos mujeres. El grupo de detenidos incluía tanto a servidores públicos como a directivos de empresas privadas, lo que confirma que la investigación apuntaba a desmantelar una estructura criminal compleja que operaba en la intersección del poder estatal y los intereses corporativos.

Las detenciones no fueron producto de un encuentro fortuito, sino de la ejecución de órdenes de aprehensión previamente giradas por un juez federal. Esto indica que la FGR había consolidado una carpeta de investigación robusta, con pruebas suficientes para justificar la acción judicial contra un mando naval de tan alto rango. El Registro Nacional de Detenciones confirmó la aprehensión de Farías Laguna el martes 2 de septiembre a las 9:45 horas, aunque inicialmente no especificó la corporación ejecutora ni el lugar exacto de la captura, manteniendo un velo de discreción sobre los detalles tácticos del operativo.

Disposición inmediata y la gestión estratégica del anuncio

Inmediatamente después de su captura, los detenidos fueron procesados con celeridad y enviados a centros penitenciarios de máxima seguridad, una medida que refleja la gravedad de los cargos y el perfil de los implicados. El vicealmirante Farías Laguna y los demás detenidos varones fueron internados en el Centro Federal de Readaptación Social No. 1, “El Altiplano”, mientras que las dos mujeres fueron trasladadas al Penal Federal de Hermosillo, Sonora. Todos quedaron a disposición de un juez de control del Centro de Justicia Penal Federal de Almoloya de Juárez, en el Estado de México, epicentro del sistema de justicia federal para casos de alta peligrosidad.

La gestión de la comunicación pública del evento fue tan estratégica como la operación misma. La confirmación oficial provino de Omar García Harfuch, titular de la SSPC, a través de su cuenta en la red social X. En su mensaje, vinculó inequívocamente las detenciones con la investigación derivada del aseguramiento de 10 millones de litros de hidrocarburo en Tampico en marzo de ese año y las enmarcó dentro de la estrategia gubernamental contra la corrupción y la impunidad.

Casi simultáneamente, la SEMAR emitió su propio comunicado, una pieza clave en la narrativa oficial. La institución naval declaró una política de “cero tolerancia a las malas prácticas” y afirmó contundentemente que “en Marina la Ley es para todos”, honrando a quienes se conducen con patriotismo. Esta rápida y coordinada respuesta pública parece haber sido diseñada para mitigar el severo daño institucional. Al hacer que el jefe de la seguridad civil (García Harfuch) liderara el anuncio, mientras la Marina se posicionaba como una institución comprometida con la legalidad y la autodepuración, el gobierno transformó una crisis de corrupción interna en una victoria de su política de seguridad. La narrativa se desplazó de “la Marina está infiltrada” a “el Estado es capaz de purgar la corrupción incluso en sus niveles más altos”. Para consolidar este control narrativo, las autoridades anunciaron una conferencia de prensa para el domingo 7 de septiembre a las 11:00 horas, prometiendo ofrecer más detalles y manteniendo la iniciativa informativa.

El vicealmirante: Perfil de un marino bajo la sombra

La figura central de este escándalo, Manuel Roberto Farías Laguna, no era un oficial marginal, sino un mando con una carrera ascendente, conexiones familiares en la cúspide del poder naval y un historial de señalamientos que, hasta su detención, no habían logrado frenar su avance. Su perfil revela a un actor que operaba con destreza tanto en el ámbito militar como en las esferas de influencia política dentro de una burocracia castrense.

Trayectoria y nombramientos clave

Con más de catorce años de servicio en diversas unidades de superficie de la Armada de México, Farías Laguna acumuló experiencia operativa y administrativa en puestos de alta responsabilidad. Su carrera incluyó roles estratégicos como Subjefe de Servicios en el Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV), el principal centro de formación de la oficialidad naval, y secretario particular del Almirante José Luis Arellano Ruiz, entonces Subsecretario de Marina. También fungió como secretario particular del propio titular de la SEMAR, Rafael Ojeda Durán, lo que lo situaba en el corazón de la toma de decisiones de la dependencia.

Su trayectoria alcanzó su punto más alto en enero de 2024, cuando fue designado Comandante de la XII Zona Naval con sede en Puerto Vallarta, Jalisco, un puesto de gran relevancia estratégica y operativa. Sin embargo, en un giro extraordinario y altamente inusual, fue removido de este comando ese mismo mes, sin que se ofreciera ninguna explicación pública sobre los motivos. Desde esa abrupta remoción, no se le conoció ningún otro cargo oficial de manera pública, dejándolo en una especie de limbo institucional. Este hecho, analizado en retrospectiva, sugiere que la investigación en su contra ya había alcanzado un punto crítico para la cúpula naval, que optó por una medida de contención interna —despojarlo de mando y acceso a recursos— meses antes de que la acción judicial se hiciera pública.

Vínculos de poder: La red familiar y regional

La influencia de Farías Laguna no se puede entender sin su contexto familiar. Es sobrino político del Almirante José Rafael Ojeda Durán, quien fue Secretario de Marina durante todo el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024). Esta relación le otorgaba un acceso y una protección invaluables en la jerarquía naval. Además, su hermano, Fernando Farías Laguna, ostenta el grado de Contralmirante, cuya promoción fue ratificada por el Senado en noviembre de 2022, consolidando un núcleo de poder familiar dentro de la institución.

Señalamientos previos: El reportaje de ‘reforma’

Las sospechas sobre los hermanos Farías Laguna no eran nuevas. Desde el sexenio anterior ya existían señalamientos sobre presuntos actos de corrupción. Estas acusaciones cobraron notoriedad con un reportaje de investigación del diario *Reforma* publicado el 1 de julio de 2024. Basado en testimonios de exoficiales navales, el artículo pintaba un retrato de los hermanos como operadores que habían ganado fama por “controlar el presupuesto de la dependencia, casi siempre para beneficiar a empresas de Guaymas, Sonora”, su lugar de origen.

El mismo reportaje detallaba cómo los hermanos Farías habrían cabildeado activamente para influir en la designación del sucesor de su tío, el Almirante Ojeda, promoviendo a candidatos afines como los almirantes Alfredo Hernández, César Carlos Preciado y Raymundo Morales Ángeles, quien finalmente fue el designado. El objetivo, según las fuentes, era asegurar la continuidad de su red de influencia y beneficios.

El crimen: El “huachicol fiscal”, un boquete multimillonario

El delito por el cual se acusa al vicealmirante Farías Laguna y su red no es el Robo de combustible tradicional, conocido popularmente como “huachicol”, que implica la perforación clandestina de ductos. Se trata de una modalidad mucho más sofisticada, lucrativa y corrosiva: el “huachicol fiscal”, un fraude aduanero a escala industrial que drena miles de millones de dólares de las arcas públicas y requiere la colusión de autoridades al más alto nivel.

Definición y modus operandi

El “huachicol fiscal” consiste en el contrabando de combustibles, principalmente gasolina y diésel, a través de los puertos y aduanas del país mediante la evasión de impuestos. La principal táctica es importar el combustible pero declararlo fraudulentamente como otro producto, típicamente aceites lubricantes, aditivos u otros compuestos petroquímicos que están exentos o tienen una carga fiscal muy inferior. De esta manera, los contrabandistas eluden el pago del Impuesto Especial sobre producción y Servicios (IEPS), que representa una parte significativa del costo final del combustible en México.

Esta operación criminal depende de una cadena logística compleja y corrupta que incluye:

  • Documentación falsa: Creación de pedimentos de importación y facturas que describen falsamente la mercancía transportada.
  • Complicidad oficial: La participación activa o la omisión deliberada de funcionarios de aduanas y autoridades portuarias es indispensable para permitir que los buques y camiones cisterna pasen sin una inspección rigurosa.
  • Red de distribución: Una vez que el combustible ilegal ingresa al país, es transportado, almacenado y finalmente vendido a través de una red de empresas de logística, bodegas clandestinas y estaciones de servicio que participan conscientemente en el esquema, atraídas por los bajos precios.

Impacto económico y estructural

El daño financiero para el Estado mexicano es masivo. Diversas estimaciones sitúan las pérdidas anuales por evasión fiscal debido a este delito en un rango de 5,200 a 9,200 millones de dólares. Un análisis de la consultora PetroIntelligence calculó que las pérdidas fiscales en 2024 ascendieron a 177,170 millones de pesos (aproximadamente 9,200 millones de dólares) y que, de recaudarse estos impuestos, el precio al público de los combustibles podría reducirse en un promedio de 2.83 pesos por litro.

Te puede interesar:México redefine cooperación tras despliegue de EE. UU. en el Caribe

Más allá de la pérdida fiscal, el “huachicol fiscal” genera una profunda distorsión en el mercado energético. Petróleos Mexicanos (PEMEX) y los importadores y distribuidores privados que operan legalmente se ven sometidos a una competencia desleal que erosiona sus finanzas y viabilidad. Se estima que el combustible de contrabando llega a acaparar hasta un 30% del mercado nacional, un volumen que desplaza a los actores legítimos y debilita la seguridad energética del país.

Conexión criminal y binacional

Esta actividad no es operada por delincuentes comunes, sino que se ha convertido en una de las principales fuentes de financiamiento para las organizaciones criminales transnacionales más poderosas de México, como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa. La escala de las ganancias permite a estos grupos fortalecer su capacidad operativa, adquirir armamento y corromper a funcionarios.

El fenómeno tiene una dimensión intrínsecamente binacional. Informes de inteligencia de Estados Unidos han revelado un esquema circular en el que petróleo crudo es robado de la infraestructura de PEMEX, contrabandeado a refinerías en Texas, y luego reintroducido ilegalmente a México como combustible refinado, evadiendo impuestos en ambos cruces fronterizos. Agencias estadounidenses como la Administración para el Control de Drogas (DEA) y la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN) han emitido alertas y sanciones relacionadas con estas redes, reconociendo el problema como una amenaza compartida.

El “huachicol fiscal” evidencia una evolución del crimen organizado en México, transitando de la violencia territorial a operaciones de cuello blanco que explotan las complejidades del comercio global y la regulación fiscal. La presunta implicación de un vicealmirante de la Marina sugiere que la corrupción necesaria para sostener este modelo no es meramente transaccional, como sobornar a un inspector de bajo nivel. Requiere una protección estructural y de alto mando, alguien capaz de garantizar que ciertos buques, empresas o cargamentos sean inmunes a la fiscalización real. En este contexto, un oficial como Farías Laguna no sería un simple receptor de sobornos, sino un facilitador estratégico, el punto de fusión entre el aparato de seguridad del Estado y el modelo de negocio del crimen organizado.

El hilo conductor: El megadecomiso de Tampico

La compleja red que presuntamente involucra al vicealmirante Farías Laguna comenzó a desmoronarse a raíz de una operación clave: el aseguramiento histórico de un cargamento masivo de combustible de contrabando en el puerto de Tampico, Tamaulipas, en marzo de 2025. Este evento no solo representó un golpe operativo significativo, sino que también proveyó a los investigadores la inteligencia crucial para escalar la investigación hasta los más altos niveles de la SEMAR.

El aseguramiento histórico

El 19 de marzo de 2025, un buque cisterna con bandera de Singapur, identificado en distintos informes como el *Torm Agnes* o el *Challenge Procyon*, arribó al puerto de Tampico procedente de Texas. La documentación oficial del barco declaraba que su carga consistía en “aditivos para aceites lubricantes”, una mercancía utilizada frecuentemente para enmascarar importaciones ilegales de diésel y gasolina.

Gracias a labores de inteligencia previas, un operativo conjunto de fuerzas federales interceptó el buque. La investigación se extendió a tierra, con cateos en predios del municipio aledaño de Altamira, donde se descubrió una vasta infraestructura de almacenamiento y transporte clandestino. El resultado del operativo fue contundente: el aseguramiento de 10 millones de litros de diésel, 192 contenedores cisterna, 29 tractocamiones, armamento diverso y vehículos. El decomiso fue catalogado por las propias autoridades como uno de los mayores golpes al tráfico de combustibles en la historia reciente del país.

La red descubierta y las controversias

El verdadero valor del operativo en Tampico no residió únicamente en el volumen de combustible recuperado, sino en la inteligencia obtenida. La documentación incautada tanto en el buque como en los predios terrestres —manifiestos de carga, registros de empresas, contratos de transporte y comunicaciones— proporcionó a la FGR un mapa detallado de la red criminal. Estos documentos fueron el hilo conductor que permitió a los investigadores conectar a las empresas de logística y a los directivos del sector privado con los funcionarios públicos que presuntamente brindaban protección y facilitaban la operación desde dentro de las estructuras portuarias y de seguridad.

No obstante, la operación no estuvo exenta de controversia. Una investigación de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) reveló la existencia de un documento interno de la SEMAR que reportaba la llegada del buque con un cargamento de 20 millones de litros. Dos semanas después, el anuncio oficial habló de un decomiso de solo 10 millones de litros. Esta discrepancia alimentó la sospecha de que una parte significativa del combustible ilegal pudo haber sido sustraída o desviada incluso después de que las autoridades hubieran iniciado su intervención.

Implicaciones y precedentes: Crisis institucional y el fantasma de Cienfuegos

La detención del vicealmirante Farías Laguna trasciende el ámbito de un caso criminal individual para convertirse en un evento de profundas implicaciones institucionales y políticas. Representa un punto de quiebre para la Secretaría de Marina, un desafío directo a la estrategia de militarización del gobierno y un caso de estudio crucial sobre la capacidad del Estado mexicano para combatir la impunidad en sus propias filas, especialmente cuando se le compara con el precedente del General Salvador Cienfuegos.

Un golpe a la institución “incorruptible”

Por décadas, la Secretaría de Marina ha sido percibida por gran parte de la opinión pública y los analistas de seguridad como la rama más profesional, disciplinada y confiable de las Fuerzas Armadas mexicanas, a menudo en contraste con la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), más expuesta a escándalos de corrupción y violaciones de derechos humanos. La detención de uno de sus vicealmirantes por un delito de corrupción sistémica destroza esta imagen de incorruptibilidad. El término “maremoto en la Semar”, utilizado por analistas, captura acertadamente la conmoción interna y el daño reputacional que este caso inflige a la institución. El incidente pone en tela de juicio la efectividad de los mecanismos internos de control y contrainteligencia de la Marina, que aparentemente no lograron detectar o neutralizar una red de corrupción operando en su más alto escalafón.

La paradoja de la militarización

El caso Farías Laguna expone una paradoja fundamental en la estrategia de seguridad del gobierno mexicano. Desde la administración anterior y de manera profundizada en la actual, se ha apostado por la militarización de funciones civiles clave como una solución a la corrupción endémica. Específicamente, el control de los puertos y las aduanas marítimas fue transferido a la SEMAR con el argumento explícito de que su disciplina y rectitud erradicarían el contrabando y el tráfico ilícito.

La detención de un vicealmirante por facilitar precisamente el “huachicol fiscal” —el crimen que su institución debía erradicar— subvierte por completo esta lógica. La solución designada se revela como parte integral del problema. Este hecho otorga una contundente validación a las advertencias de organizaciones de la sociedad civil y expertos en seguridad, quienes han argumentado consistentemente que entregar el control de operaciones civiles lucrativas a las Fuerzas Armadas sin contrapesos civiles robustos y transparentes no elimina la corrupción, sino que simplemente la eleva a un nivel superior, haciéndola potencialmente más sofisticada y difícil de combatir.

Análisis comparativo: El caso Cienfuegos

Es inevitable comparar este caso con la detención en 2020 del General Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, en Los Ángeles por cargos de narcotráfico presentados por autoridades estadounidenses. Sin embargo, las diferencias son más reveladoras que las similitudes y definen la singular importancia del caso Farías Laguna.

La distinción fundamental radica en el origen y la jurisdicción del proceso. El caso Cienfuegos fue percibido como una afrenta a la soberanía nacional, lo que permitió al Estado mexicano cerrar filas en defensa de la institución militar y negociar su repatriación, culminando en una exoneración que muchos consideraron superficial. En contraste, el caso Farías Laguna es una acción iniciada y ejecutada por el propio Estado mexicano. No hay un actor externo al cual culpar ni una soberanía que defender. Por el contrario, es el sistema de justicia mexicano enfrentándose a la corrupción dentro de una de sus instituciones más poderosas.

Esto plantea la posibilidad de un cambio en el equilibrio de poder dentro del aparato de seguridad. La operación, liderada públicamente por el civil Omar García Harfuch, podría interpretarse como una afirmación de la autoridad civil sobre un sector de las Fuerzas Armadas que se consideraba intocable. Alternativamente, considerando los informes sobre luchas de poder internas en la Marina, la investigación podría haber sido utilizada por una facción naval para neutralizar a la red rival de los hermanos Farías. El rigor y la transparencia del proceso judicial determinarán si se trata de un genuino esfuerzo por la rendición de cuentas o de una purga interna disfrazada de justicia.

El futuro del combate: Estrategia gubernamental y proceso judicial

La detención del vicealmirante Farías Laguna marca el inicio de un complejo proceso judicial y pone a prueba la estrategia a largo plazo del gobierno mexicano para combatir un delito que ha demostrado tener raíces profundas en las estructuras del Estado. El camino a seguir dependerá tanto del rigor de la justicia como de la eficacia de las reformas sistémicas para cerrar las vulnerabilidades que este caso ha expuesto.

El camino legal y los cargos potenciales

Te puede interesar:Accidente fatal en Los Arcos: Detienen a ‘La Mufasa’ en Querétaro

El vicealmirante y los demás detenidos enfrentan un abanico de graves delitos federales. La acusación principal se centrará en el contrabando y la delincuencia organizada, con un marco legal robusto para su persecución:

  • Código Fiscal de la Federación: El Artículo 102 tipifica el delito de contrabando como la introducción de mercancías al país omitiendo el pago de contribuciones. El Artículo 104 establece penas de prisión de tres a nueve años cuando el monto de lo evadido supera ciertos umbrales, como es claramente el caso. Crucialmente, el Artículo 107 califica el delito —implicando penas más severas— cuando es cometido por tres o más personas, usando documentos falsos o cuando el autor se ostenta como funcionario público, circunstancias que parecen cumplirse en esta investigación.
  • Ley Federal para Prevenir y Sancionar los Delitos Cometidos en Materia de Hidrocarburos: Esta ley especializada impone sanciones severas, con penas que pueden alcanzar de 20 a 30 años de prisión, para quienes sustraigan, almacenen, transporten, suministren o comercien hidrocarburos de forma ilícita.

El proceso judicial será observado con lupa a nivel nacional e internacional. La capacidad de la FGR para presentar un caso sólido, libre de errores procesales, y la independencia del Poder Judicial para juzgar a un mando militar de alto rango sin ceder a presiones políticas o corporativas, serán un termómetro de la madurez del estado de derecho en México.

La estrategia nacional contra el huachicol fiscal

La administración de la presidenta Claudia Sheinbaum ha delineado una estrategia integral que busca ir más allá de los operativos de captura, atacando las raíces administrativas y logísticas del “huachicol fiscal”. Este plan se sustenta en dos pilares fundamentales:

  • Rastreo administrativo (coordinado por la Secretaría de Energía – Sener): El objetivo es implementar un sistema de trazabilidad digital de punta a punta. Este sistema busca monitorear cada litro de combustible desde su importación o producción en refinería hasta su venta final en la estación de servicio. La meta es cerrar los vacíos legales y administrativos de la reforma energética de 2013 que han sido explotados por las redes criminales.
  • Operativos de inteligencia (coordinados por la SSPC): Este pilar se enfoca en el uso de inteligencia financiera y operativa, en colaboración con la FGR, para identificar y desmantelar las redes criminales, sus infraestructuras y sus operadores. La detención de la red de Farías Laguna es el ejemplo paradigmático de este enfoque en acción.

Un componente esencial de esta estrategia es la cooperación binacional con Estados Unidos. El intercambio de información aduanera, el rastreo de transacciones financieras sospechosas y las investigaciones conjuntas son cruciales para combatir un delito que opera fluidamente a ambos lados de la frontera.

Conclusión: Un punto de inflexión

La captura del vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna es mucho más que una detención de alto perfil; es un punto de inflexión crítico para México. Este caso desnuda de la manera más cruda la vulnerabilidad fundamental de la estrategia de militarización cuando no va acompañada de mecanismos de supervisión y rendición de cuentas transparentes y eficaces. Demuestra que la corrupción no respeta uniformes y que la transferencia de poder a las Fuerzas Armadas puede, en ausencia de contrapesos, magnificar las oportunidades para la delincuencia organizada de alto nivel.

El gobierno federal enfrenta ahora el desafío de demostrar que su discurso anticorrupción es una política de Estado y no una herramienta de comunicación selectiva. El futuro de este caso determinará en gran medida la credibilidad de las instituciones de seguridad y justicia del país. Una investigación y un juicio transparentes y rigurosos podrían sentar un precedente histórico, señalando que nadie, sin importar su rango o afiliación, está por encima de la ley. Por el contrario, un fracaso en el proceso judicial, ya sea por fallas en la investigación o por presiones políticas, reforzaría la arraigada percepción de impunidad que ha plagado a México durante décadas y proyectaría una sombra duradera sobre la integridad de una de sus instituciones más respetadas. El “maremoto” en la Marina ha comenzado; sus réplicas se sentirán en todo el panorama político y de seguridad de la nación.

CrimenCapturan a vicealmirante Farías Laguna por huachicol fiscal y corrupción
Day pass Naay Boutique en punta coco
GRUPO RL

ARTÍCULOS RELACIONADOS