Guelaguetza: Doble cara entre tradición y espectáculo en Oaxaca

Descubre la fascinante doble vida de la Guelaguetza de Oaxaca: desde su origen como práctica ancestral de reciprocidad comunitaria hasta su transformación en un masivo espectáculo. Explora su historia, significado y las disputas por su autenticidad.

AL MOMENTO

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La Guelaguetza, palabra cargada de significado en Oaxaca, esconde una profunda paradoja. Representa tanto un sistema ancestral de reciprocidad comunitaria como un masivo espectáculo cultural. Esta “doble vida” de la Guelaguetza genera tensiones que revelan las fuerzas que moldean la identidad oaxaqueña contemporánea. Este informe explora su compleja dualidad.

El corazón de la Guelaguetza: reciprocidad y vida comunitaria

Para comprender este fenómeno en su totalidad, es imperativo distinguir la práctica comunitaria del festival que lleva su nombre. La Guelaguetza, en su esencia, es un pilar de la organización social en innumerables comunidades oaxaqueñas.

El don y la deuda: la Guelaguetza en la vida cotidiana

Etimológicamente, la palabra Guelaguetza deriva del zapoteco *guendalizaa*. Su riqueza semántica revela la complejidad del concepto, traduciéndose como “cooperar”, “ofrenda”, “regalo” o, más ampliamente, “ayuda mutua”. Esta variedad de significados apunta a un sistema social y moral que trasciende la simple transacción económica. Es un acto de generosidad y solidaridad fundamentado en la certeza de una reciprocidad futura; se da sin esperar una devolución inmediata, pero con la confianza comunal de que la ayuda será correspondida cuando surja la necesidad.

Este sistema es la base de la vida social y se manifiesta en momentos cruciales de la existencia de una familia o comunidad:

  • Eventos vitales: En bodas, bautizos y funerales, los miembros de la comunidad contribuyen con bienes (maíz, animales de corral), dinero o trabajo (preparando tortillas, moliendo mole) para ayudar a una familia a sufragar los gastos. Esto no es caridad, sino un sistema formal de intercambio recíproco. Las contribuciones se registran meticulosamente en una “libreta de Guelaguetzas”, transformando el don en una deuda social que será saldada en especie en un evento futuro similar.
  • Mayordomías: El sistema es fundamental para sostener los enormes costos asociados con las mayordomías, las festividades patronales que constituyen un eje central de la vida religiosa y comunitaria en Oaxaca.
  • Tequio: El concepto está estrechamente ligado al tequio, el trabajo colectivo no remunerado que se realiza para proyectos de beneficio común, como la construcción de una escuela o la limpieza de caminos, reforzando un ethos cultural que prioriza el bienestar colectivo sobre el beneficio individual.

La práctica de la guelaguetza es, en efecto, el principal mecanismo para construir y mantener la cohesión social y la confianza. Al formalizar el intercambio a través de un registro, el “regalo” se convierte en un vínculo social a largo plazo, una “deuda” que teje una intrincada red de obligaciones mutuas. Esta red une a las familias y fortalece a la comunidad, funcionando como un seguro social y un depósito de confianza colectiva mucho más resiliente que las relaciones puramente monetarias. Por tanto, la guelaguetza es la encarnación viva del capital social, un recurso que se activa en tiempos de necesidad y se refuerza con la participación continua.

Raíces ancestrales: la tierra, el maíz y lo sagrado

El festival moderno a menudo se vincula con ceremonias prehispánicas que honraban a las deidades agrícolas, en particular a Centéotl, la deidad del maíz tierno. El nombre Centéotl proviene del náhuatl *centli* (maíz) y *teotl* (dios o diosa). Estos ritos, que incluían danzas, banquetes y ofrendas para agradecer las cosechas, se llevaban a cabo en un lugar específico: el cerro conocido por los zapotecas como Daninayaloani o “Cerro de la Bella Vista”, el mismo que hoy se conoce como Cerro del Fortín. Esta continuidad del espacio sagrado demuestra que la elección del lugar para el festival moderno no fue arbitraria, sino que se basó en una profunda resonancia histórica.

Algunas tradiciones sugieren que estas festividades antiguas culminaban con el sacrificio de una doncella, elegida para representar a la diosa del maíz, un acto considerado un gran honor para ella y su familia. Aunque la práctica ha desaparecido, la elección anual de la “Diosa Centéotl” para presidir el festival moderno es un eco directo, aunque simbólico y despojado de violencia, de este antiguo rito.

La invención de una tradición: historia y transformación del festival

El festival de la Guelaguetza, en su forma actual, no es una continuación orgánica de los ritos prehispánicos, sino una tradición deliberadamente construida en el siglo XX, producto de la confluencia de sincretismo religioso, crisis social e ideología posrevolucionaria.

Sincretismo colonial: la Virgen del Carmen y los Lunes del Cerro

Con la llegada de los españoles, los evangelizadores buscaron suplantar a las deidades indígenas. La festividad prehispánica de la cosecha, que convenientemente tenía lugar a mediados de julio, fue fusionada con la fiesta católica de la Virgen del Carmen, celebrada el 16 de julio. Los frailes carmelitas construyeron un templo en las faldas del Cerro del Fortín, el mismo sitio de los ritos ancestrales, superponiendo física y espiritualmente la nueva fe sobre la antigua.

La celebración se transformó en “Los Lunes del Cerro”, llevándose a cabo los dos lunes siguientes a la festividad de la Virgen. Este sincretismo fue una estrategia pragmática de conversión que permitió a las poblaciones indígenas continuar sus celebraciones dentro de un marco cristiano, asegurando así la supervivencia de la reunión festiva. Los ritos a Centéotl fueron reemplazados por una verbena y actividades en torno a la iglesia del Carmen Alto.

1932: el “Homenaje Racial” y la construcción de la identidad oaxaqueña

El festival moderno nació de la crisis y la ideología. El devastador terremoto de 1931 dejó la ciudad de Oaxaca en ruinas, creando una necesidad urgente de revitalización económica y reconstrucción del tejido social. El inminente 400 aniversario de la elevación de Oaxaca al rango de ciudad en 1932 ofreció la oportunidad perfecta para organizar un magno evento que atrajera visitantes e inversiones.

El evento fue concebido por la élite intelectual y política de la ciudad como un “Homenaje Racial”. Este concepto se enmarcaba en el proyecto del Estado posrevolucionario de forjar una identidad nacional unificada a través del mestizaje, influenciado por las ideas de José Vasconcelos sobre la “raza cósmica”. Dicha ideología buscaba integrar —y en la práctica, asimilar— a las poblaciones indígenas dentro de un modelo mestizo dominante, considerado el vehículo del progreso nacional.

El “Homenaje Racial” fue una representación teatral que reforzó la jerarquía social existente. La figura central era la “Señorita Oaxaca”, una reina elegida de entre las familias criollas prominentes de la ciudad, que simbolizaba la modernidad urbana y el ideal mestizo. Las delegaciones indígenas de las siete regiones fueron presentadas como “embajadas” que llegaban a rendir “tributo” a la capital, posicionándolas como sujetos folclóricos que rendían pleitesía al poder central. El acto culminaba con la Señorita Oaxaca otorgando simbólicamente su bendición a las regiones, consolidando una relación paternalista.

Este proceso es un claro ejemplo de una “tradición inventada”, un concepto acuñado por historiadores para describir rituales que se presentan como antiguos pero que en realidad son construcciones modernas diseñadas para inculcar ciertos valores y normas. El “Homenaje Racial” fue explícitamente creado por un comité para servir a fines políticos y económicos contemporáneos. Utilizó material cultural existente (danzas, trajes) pero lo recontextualizó dentro de una nueva narrativa estatal que, bajo un velo de armonía racial, legitimaba el poder de la élite urbana sobre la población rural e indígena. Fue de esta representación que nació el festival que, años más tarde, adoptaría el nombre de “Guelaguetza”.

De homenaje a espectáculo: la “Guelaguetzificación” de la cultura

A partir de la década de 1950, el festival fue cada vez más formalizado y promovido como una atracción turística de primer orden. La construcción del Auditorio Guelaguetza en el Cerro del Fortín en la década de 1970 cimentó su estatus como un espectáculo a gran escala, con boletaje y una producción controlada. Este proceso ha sido denominado por algunos académicos como “guelaguetzificación”, un término que describe la simplificación, teatralización y mercantilización de la cultura viva de Oaxaca para el consumo turístico. El festival presenta una versión curada y a menudo estereotipada de la vida indígena, divorciada de su contexto cotidiano y sus complejidades, lo que plantea interrogantes sobre la autenticidad y el riesgo de una “degradación simbólica”.

La transformación de la Guelaguetza a lo largo del tiempo ha sido clave:

  • Época prehispánica: Rituales de cosecha en el Cerro de la Bella Vista, celebraciones en honor a deidades del maíz como Centéotl, ligadas al ciclo agrícola y la sacralidad del lugar.
  • Época colonial: Fusión con la festividad de la Virgen del Carmen (16 de julio), dando origen a los “Lunes del Cerro”. El ritual indígena se superpone con el católico.
  • 1931: Un terremoto devastador en Oaxaca crea una crisis económica y social que sirve como catalizador para la creación de un nuevo evento cívico.
  • 1932: Celebración del IV Centenario de la Ciudad de Oaxaca. Se organiza el “Homenaje Racial”, la primera versión del festival moderno, con una estructura ideológica de mestizaje.
  • Década de 1950: Institucionalización y promoción turística. El evento comienza a ser llamado oficialmente “Guelaguetza” y se orienta hacia el turismo nacional e internacional.
  • 1970s: Construcción del Auditorio Guelaguetza, solidificando el estatus del festival como un espectáculo masivo, formal y ticketado.
  • 2006: Conflicto social y político en Oaxaca. Nace la “Guelaguetza Magisterial y Popular” como un acto de protesta y resistencia cultural contra el gobierno.

El gran mosaico: etnografía de la fiesta oficial

El festival oficial de la Guelaguetza es una deslumbrante exhibición de la diversidad cultural de Oaxaca, un mosaico cuidadosamente coreografiado de danza, música y color.

Las ocho regiones y el pueblo afromexicano en escena

La estructura del festival se basa en las presentaciones de delegaciones que representan a las ocho regiones geoculturales de Oaxaca: Valles Centrales, Sierra Norte (Juárez), Sierra Sur, La Cañada, Costa, Istmo de Tehuantepec, Mixteca y Papaloapan (Tuxtepec). En años recientes, se ha incluido de manera oficial la participación del pueblo afromexicano, un paso importante para reconocer la plena diversidad étnica del estado.

La selección de las comunidades que participarán cada año es un proceso altamente competitivo y, en ocasiones, polémico. Ser elegido para presentarse en el Auditorio Guelaguetza confiere un gran prestigio y visibilidad. Sin embargo, esta selectividad significa que solo una pequeña fracción de los 570 municipios y más de 16 grupos etnolingüísticos de Oaxaca tiene la oportunidad de ser representada en el escenario principal, lo que ha generado sentimientos de exclusión.

Danza, música y vestimenta: el lenguaje simbólico del escenario

Cada presentación es un texto cultural que narra historias, mitos o aspectos de la vida cotidiana a través de un lenguaje simbólico integrado.

  • Narrativas en movimiento:
  • Danza de la Pluma de los Valles Centrales representa la conquista española desde una perspectiva zapoteca, con danzantes ataviados con espectaculares penachos de plumas.
  • La Flor de Piña de la región de Papaloapan, ejecutada exclusivamente por mujeres en coloridos huipiles y con una piña al hombro, celebra la fertilidad de la cuenca tropical.
  • El Jarabe Mixteco es un animado baile de cortejo.
  • Los sones y Chilenas de la Costa reflejan un carácter alegre, fuerte y a menudo picaresco.
  • El huipil como códice: La vestimenta tradicional, especialmente el huipil (túnica femenina), funciona como un archivo de memoria e identidad. Los motivos bordados no son meramente decorativos; pueden indicar la comunidad de origen, el estado civil o el estatus social de quien lo porta. A menudo plasman la cosmogonía local, la flora y fauna de la región o relatos ancestrales. Por ejemplo, entre las mujeres mazatecas de la región de la Cañada, la disposición de sus trenzas indica si están casadas o solteras. Las técnicas de tejido y bordado son un conocimiento ancestral transmitido de madres a hijas, considerado una forma de “pintar con la aguja” y un acto de resistencia cultural frente a la apropiación indebida.

La presentación en el escenario de la Guelaguetza tiene un doble efecto. Por un lado, el alto perfil del evento incentiva a las comunidades a preservar y perfeccionar sus tradiciones dancísticas y textiles, proporcionando una poderosa plataforma para la afirmación cultural. Por otro lado, el formato del festival exige una adaptación. Danzas que en su contexto ritual original podrían durar horas o incluso días se condensan en rutinas de 10 a 15 minutos. Este proceso puede llevar a una “recreación, recuperación e invención” de las tradiciones, donde se modifican sutilmente para ser más espectaculares y comprensibles para una audiencia externa, transformando el ritual en folclore.

Las ocho regiones y sus manifestaciones culturales representativas:

  • Valles Centrales:
  • Danza/Música: Danza de la Pluma, Jarabe del Valle.
  • Simbolismo del atuendo: Enorme penacho de plumas simboliza a Moctezuma y la conquista. Traje de la China Oaxaqueña con canastas floridas.
  • Ofrenda típica: Pan, frutas, artesanía de barro negro.
  • Papaloapan:
  • Danza/Música: Flor de Piña.
  • Simbolismo del atuendo: Huipiles multicolores bordados, cada uno único de su comunidad. Representa la riqueza y fertilidad del trópico.
  • Ofrenda típica: Piñas.
  • Istmo de Tehuantepec:
  • Danza/Música: La Sandunga, La Llorona.
  • Simbolismo del atuendo: Traje de tehuana de terciopelo con flores bordadas. Joyería de oro abundante que denota estatus y riqueza.
  • Ofrenda típica: Frutas de la región, totopos (tortillas horneadas).
  • Costa:
  • Danza/Música: Chilenas de Pochutla, Sones de Pinotepa Nacional.
  • Simbolismo del atuendo: Faldas coloridas y pañuelos. Carácter festivo y desafiante.
  • Ofrenda típica: Productos de coco, panela.
  • Mixteca:
  • Danza/Música: Jarabe Mixteco.
  • Simbolismo del atuendo: Faldas amplias y floreadas, rebozos. El baile representa un cortejo romántico.
  • Ofrenda típica: Sombreros de palma, artesanías.
  • Sierra Norte:
  • Danza/Música: Jarabe Mixe, Sones y Jarabes de Betaza.
  • Simbolismo del atuendo: Atuendos de manta, huipiles de lana. La música de banda es central y simboliza la unidad comunitaria.
  • Ofrenda típica: Café, frutas de clima frío.
  • Cañada:
  • Danza/Música: Sones Mazatecos.
  • Simbolismo del atuendo: Huipiles con bordados de aves y flores. El peinado indica el estado civil de la mujer.
  • Ofrenda típica: Café, frutas.
  • Sierra Sur:
  • Danza/Música: Chilenas y Sones de Putla.
  • Simbolismo del atuendo: Traje de “Tiliche” cubierto de retazos de tela (carnaval). Faldas de colores brillantes para las mujeres.
  • Ofrenda típica: Piloncillo, aguardiente.

La ofrenda arrojada: el significado de los regalos

Al concluir su presentación, cada delegación lanza regalos típicos de su región al público: frutas, sombreros, café, pan, pequeñas artesanías o incluso botellas de mezcal. Este acto es una representación teatralizada del concepto central de *guelaguetza*: la ofrenda o el don. Aunque carece de la reciprocidad directa y personal de la práctica comunitaria, funciona como un poderoso gesto simbólico. Transforma la relación entre los artistas y los espectadores, pasando del mero espectáculo a un acto de compartir simbólico, entregando a los asistentes un “trocito de la esencia” de cada región y conectándolos, aunque sea momentáneamente, con el espíritu de generosidad que define la palabra.

Las otras Guelaguetzas: resistencia, política y autenticidad

La Guelaguetza oficial no es la única manifestación. En paralelo, han surgido otras versiones que disputan su significado y critican su comercialización, utilizando la cultura como una plataforma para la protesta y la reivindicación.

La Guelaguetza Magisterial y Popular: cultura como acto de protesta

Esta Guelaguetza alternativa nació del gran conflicto social y político que sacudió a Oaxaca en 2006, cuando la Sección 22 del sindicato de maestros (SNTE-CNTE) encabezó un levantamiento popular contra el gobernador del estado. Como una forma de resistencia, el magisterio organizó su propia Guelaguetza “popular y combativa”. Este evento es explícitamente político y constituye una crítica directa al festival oficial, al que consideran comercializado, excluyente y un instrumento de propaganda de un gobierno represivo.

Sus características clave la distinguen radicalmente de la versión gubernamental:

  • Espacio y acceso: Se celebra en espacios públicos abiertos, como el estadio del Instituto Tecnológico de Oaxaca (ITO), con acceso gratuito para todos, en marcado contraste con el entorno controlado y con boleto del Auditorio oficial.
  • Discurso político: El evento está enmarcado por discursos políticos, mantas y consignas. Los líderes sindicales y sociales utilizan el escenario como una tribuna para expresar sus demandas: abrogación de reformas estructurales, defensa de los derechos laborales, justicia para las víctimas de la represión y rechazo a las políticas neoliberales.
  • Lema y propósito: Su lema, “Cultura, Lucha y Resistencia”, resume su objetivo: reclamar la cultura como una herramienta para la organización popular y la lucha política, no como una mercancía para el turismo.

La existencia de estas dos Guelaguetzas simultáneas revela una profunda fractura en la sociedad oaxaqueña. No se trata simplemente de dos fiestas, sino de dos narrativas en pugna por el derecho a definir la identidad del estado. La versión oficial proyecta una imagen de Oaxaca como un paraíso multicultural, pacífico y listo para el turismo, una “marca” a ser comercializada. La versión magisterial presenta un contrarrelato: Oaxaca como un territorio de continua lucha social, donde la cultura es un arma de resistencia contra el despojo y el control estatal. Los dos festivales son, en esencia, campos de batalla simbólicos por el alma y el futuro político de Oaxaca.

Comparativa analítica: Guelaguetza Oficial vs. Guelaguetza Magisterial y Popular:

  • Objetivo principal:
  • Guelaguetza Oficial: Espectáculo turístico y cultural; promoción de la identidad oaxaqueña sancionada por el estado.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Acto de protesta política y resistencia cultural; reafirmación de la cultura popular no comercial.
  • Organizadores:
  • Guelaguetza Oficial: Gobierno del Estado de Oaxaca (Secretarías de Turismo y Cultura).
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Sección 22 del SNTE-CNTE, organizaciones sociales y comunidades aliadas.
  • Ubicación:
  • Guelaguetza Oficial: Auditorio Guelaguetza (Cerro del Fortín). Espacio cerrado y controlado.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Estadio del ITO u otros espacios públicos. Espacio abierto y popular.
  • Acceso y costo:
  • Guelaguetza Oficial: Boletos costosos, con secciones gratuitas limitadas. Altamente comercializado.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Gratuito y abierto a todo el público. Anticomercial.
  • Mensaje político:
  • Guelaguetza Oficial: Unidad, armonía multicultural, celebración del folclore. Generalmente apolítico en su presentación.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Denuncia, resistencia, lucha de clases. Exigencias políticas explícitas (abrogación de leyes, justicia social).
  • Participantes:
  • Guelaguetza Oficial: Delegaciones seleccionadas por un “Comité de Autenticidad” gubernamental.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Delegaciones comunitarias y sindicales de base, con participación de otros estados.
  • Atmósfera:
  • Guelaguetza Oficial: Espectáculo pulido, teatral, orientado al espectador.
  • Guelaguetza Magisterial y Popular: Fiesta popular, mitin político, ambiente de protesta y solidaridad.

Reivindicando el concepto: la “Guelaguetza en la vida cotidiana”

Más allá de la protesta a gran escala del magisterio, otras iniciativas de base buscan rescatar el término de su apropiación estatal y comercial. La “Guelaguetza en la vida cotidiana”, organizada por colectivos como el Espacio Estatal en Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, es un ejemplo notable.

Esta iniciativa busca explícitamente “rescatar el sentido original y profundo de la guelaguetza como práctica ancestral de ayuda mutua, reciprocidad y comunalidad”. Sus actividades no son danzas folclóricas para un escenario, sino talleres, conversatorios sobre la defensa del maíz nativo, rituales de agradecimiento y foros de diálogo que se centran en los aspectos no comerciales y de construcción comunitaria de la tradición. Representa un rechazo consciente a la naturaleza “cosificada” e “irreal” que, para ellos, ha adquirido el espectáculo de los Lunes del Cerro.

Entre la memoria y el mercado

La Guelaguetza, en su esencia, es un fenómeno profundamente estratificado y en constante evolución. Esta tensión permanente entre su raíz comunitaria, su representación oficial y su rol en la resistencia social es la clave de su vibrante existencia. Su futuro se forjará en la negociación continua entre quienes preservan su memoria, quienes capitalizan su valor de mercado y quienes la esgrimen como herramienta de cambio.

Estilo de vidaGuelaguetza: Doble cara entre tradición y espectáculo en Oaxaca
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