Psicología de lo ‘cool’: Desvelando la virtud social más enigmática

Descubra la psicología de lo 'cool', una virtud social que va más allá de la moda. Analizamos sus seis rasgos universales, estilos (cachet, contrarian) y el poder de la autenticidad. ¡Entienda este fenómeno!

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La paradoja de lo ‘cool’ es un enigma que va más allá de una simple etiqueta social. Esta cualidad, tan deseada como escurridiza, influye en decisiones de consumo, relaciones y tendencias culturales. Un análisis psicológico profundo desvela los rasgos y mecanismos subyacentes de la “coolness”, revelando cómo esta percepción se ha convertido en una virtud global, compleja y en constante evolución.

Este informe se adentra en el análisis de la “coolness” desde una perspectiva rigurosamente psicológica. Su objetivo es deconstruir este constructo para revelar los mecanismos subyacentes que lo definen y le otorgan su poder. Se examinarán los rasgos de personalidad y los comportamientos que, según investigaciones científicas recientes, se asocian universalmente con ser percibido como “cool”. Se explorará la naturaleza dual del concepto, que abarca tanto al rebelde desapegado como al líder carismático, y se rastrearán sus fundamentos históricos y evolutivos. Esto conecta la “coolness” con la rebelión subcultural y los imperativos del desarrollo adolescente. Finalmente, se desglosarán los procesos psicológicos clave, como la autenticidad y la inteligencia emocional, que actúan como el motor de esta cualidad, y se analizarán sus consecuencias y manifestaciones a lo largo del ciclo vital.

El análisis argumenta que la “coolness” ha evolucionado desde una estrategia de supervivencia de nicho, propia de contraculturas, hasta convertirse en una virtud globalizada y psicológicamente rica. Su forma moderna se entiende mejor como una manifestación de autonomía auténtica, respaldada por un sofisticado conjunto de habilidades sociales y emocionales. Esta virtud cumple una función crucial en la navegación de las jerarquías sociales y actúa como un motor indispensable para la innovación cultural.

La anatomía universal de la ‘coolness’: un consenso transcultural

Para comprender qué significa ser “cool” en el siglo XXI, es fundamental establecer una base empírica que vaya más allá de la anécdota y la intuición. Una investigación de referencia, liderada por los académicos Todd Pezzuti, Caleb Warren y Jinjie Chen, proporciona precisamente este fundamento.

A través de un extenso estudio que involucró a casi 6.000 participantes en 12 países de diversas culturas —desde Chile y México hasta China y Alemania—, se logró identificar un patrón sorprendentemente consistente de atributos asociados con la percepción de “coolness”. Este consenso global sugiere que, a pesar de las diferencias culturales, el concepto se ha cristalizado en un arquetipo universal.

Los seis rasgos centrales de la ‘coolness’ moderna

La investigación reveló una combinación de seis rasgos de personalidad principales que definen a una persona “cool” en el imaginario colectivo global. Cada uno de estos rasgos contribuye a una faceta específica de este magnetismo social:

  • Extroversión: Va más allá de la simple sociabilidad. Se manifiesta como una presencia socialmente abierta, segura de sí misma y comunicativa. Las personas “cool” no se quedan en los márgenes; participan activamente, a menudo lideran de manera informal y generan atención de forma natural. Su carisma y presencia pública son vistos como signos de éxito personal y capacidad de conexión.
  • Hedonismo: Se refiere a una actitud orientada al disfrute, el placer y la experiencia vivida en el presente. Las personas percibidas como “cool” son vistas como individuos que no temen romper esquemas o desafiar convenciones para “pasarlo bien”. Esta búsqueda activa del goce las diferencia marcadamente de los perfiles más asociados al deber, el autocontrol y la gratificación postergada.
  • Poder: No se trata de un poder formal o político, sino de una percepción de capacidad, influencia y dominio sobre el propio entorno. Ser poderoso en este contexto implica que los demás sienten respeto o admiración. Esta autoridad no se impone, sino que se infiere de manera natural a partir del estilo, la seguridad y la autoconfianza que la persona proyecta.
  • Aventurero/a: Este atributo se define por una disposición a tomar riesgos, buscar experiencias novedosas y atreverse a romper con la rutina. Es el rasgo que distingue a la persona “cool” del conformista. Se le asocia con el cambio, lo impredecible y la exploración de lo desconocido, ya sea a través de viajes, probando nuevas ideas o adoptando pasatiempos audaces.
  • Apertura: La apertura a nuevas ideas, culturas y experiencias es percibida como un componente esencial. Las personas “cool” son vistas como tolerantes, creativas y dispuestas a aceptar lo diferente. Esta cualidad refuerza su imagen como individuos conectados con el presente y el futuro, libres de prejuicios y normas rígidas.
  • Autonomía: Considerado el rasgo fundamental, la autonomía es la capacidad de vivir según principios propios. Las personas “cool” toman sus decisiones de forma independiente, sin seguir ciegamente las normas sociales ni buscar la aprobación constante de los demás. Esta independencia se percibe como autenticidad y, paradójicamente, es lo que genera una profunda admiración en los otros. Es la piedra angular sobre la que se construye la percepción de “coolness”.

La dicotomía entre ser ‘cool’ y ser ‘bueno’

Un hallazgo crucial del estudio es la clara distinción que las personas hacen entre ser “cool” y ser “bueno”. Aunque ambos son atributos positivos, no son sinónimos y, a menudo, se definen por características opuestas.

Las personas descritas como “buenas” se asocian con rasgos como el conformismo, la tradición, la seguridad, la calidez, la amabilidad y la escrupulosidad. También se relacionan con la calma. Estas son cualidades moralmente valiosas y socialmente útiles, pero no son suficientes para conferir el estatus de “cool”. Como señala el investigador Caleb Warren, “tu abuela puede ser muy buena persona, pero eso no la convierte necesariamente en guay”.

La diferencia fundamental reside en que, para ser “cool”, una persona debe ser admirable o simpática (solapándose aquí con ser “bueno”), pero también debe poseer otros rasgos que no se consideran necesariamente “buenos” en un sentido moral estricto, como el hedonismo y el poder. La persona “cool” desafía las expectativas, mientras que la persona “buena” a menudo las cumple. El único atributo que se encontró asociado de manera equitativa a ambos constructos fue ser “capaz” o competente.

En resumen, los rasgos asociados con “cool” son: Extroversión, Hedonismo, Poder, Aventurero/a, Apertura y Autonomía. Los rasgos asociados con “bueno” son: Conformismo, Tradición, Seguridad, Calidez, Amabilidad, Escrupulosidad y Calma. La Capacidad se asocia con ambos. Esta información se basa en los hallazgos de Pezzuti, Warren y Chen.

La sorprendente consistencia de estos seis rasgos a través de culturas tan diversas apunta a un fenómeno de globalización. Los investigadores postulan que la expansión mundial de industrias culturales como la moda, la música y el cine ha contribuido a difundir y estandarizar una versión particular de la “coolness”. Esta versión moderna es “comercialmente amigable” y funcional para una sociedad globalizada que valora la creatividad, la innovación y el cambio. Así, el arquetipo del rebelde silencioso y desafiante ha sido en gran parte absorbido o reemplazado por un ideal más extrovertido y comercializable.

Dentro de este modelo de seis rasgos, la autonomía emerge no solo como un rasgo más, sino como el pilar fundamental que sostiene toda la estructura. La investigación subraya repetidamente que el intento consciente de ser “cool” es la forma más segura de no serlo. Este hecho se explica por la centralidad de la autonomía, que se define como actuar según principios internos sin necesitar la validación externa. Cuando una persona es genuinamente autónoma, su extroversión, hedonismo y audacia son percibidos como expresiones auténticas de su ser, no como una actuación calculada para obtener aprobación social. Sin la base de la autonomía, los otros cinco rasgos podrían interpretarse como inauténticos, desesperados por atención o, en definitiva, como un esfuerzo fallido, socavando por completo la percepción de “coolness”.

Las dos caras de lo ‘cool’: modelos de ‘cachet’ y ‘contrarian’

Si el modelo de los seis rasgos universales responde a la pregunta de qué es ser “cool”, existe otro marco teórico que aborda el cómo se expresa, añadiendo una capa de matiz indispensable. Investigaciones empíricas anteriores, lideradas por Ilan Dar-Nimrod y sus colegas, identificaron una dualidad fundamental en el concepto, distinguiendo dos estilos casi opuestos de “coolness”: ‘Cachet cool’ y ‘Contrarian cool’. Este modelo de dos factores ayuda a resolver las aparentes contradicciones del término, explicando cómo arquetipos tan dispares como un carismático líder de opinión y un artista solitario y rebelde pueden ser considerados igualmente “cool”.

‘Cachet coolness’: el estratega social carismático

La “coolness de prestigio” o ‘Cachet cool’ se define por un conjunto de rasgos socialmente deseables que promueven activamente el estatus y la popularidad. Una persona con este estilo de “coolness” es percibida como amigable, carismática, competente, atractiva, popular y exitosa. Este tipo de “cool” está orientado hacia el exterior, sintonizado con las valoraciones de los demás y representa la superposición moderna entre ser “cool” y ser socialmente deseable en un contexto de pares.

Desde el punto de vista de la personalidad, los individuos altos en ‘Cachet cool’ tienden a puntuar alto en los cinco grandes rasgos de personalidad (Big Five) en sus facetas positivas: son extrovertidos, abiertos a la experiencia, escrupulosos (responsables), emocionalmente estables y amables (agradables). Poseen una alta autoestima explícita (la que pueden reportar conscientemente) y una fuerte “orientación a la acción”, lo que significa que son capaces de movilizar sus recursos para alcanzar sus metas sin dejarse disuadir fácilmente por los contratiempos.

‘Contrarian coolness’: el rebelde desapegado

En el otro extremo del espectro se encuentra la “coolness contraria” o ‘Contrarian cool’. Este es el arquetipo más tradicional y contracultural. Se define por rasgos como la rebeldía, el desapego, la ironía, el control emocional y un carácter “duro” o “áspero”. A veces puede incluir rasgos menos deseables socialmente, como el sarcasmo o el egoísmo.

El perfil psicológico de la ‘Contrarian cool’ es el de una persona independiente, que va en contra de la corriente cultural y se muestra menos preocupada por la validación externa. Al igual que su contraparte ‘Cachet’, son extrovertidos y abiertos a la experiencia, pero, crucialmente, no puntúan alto en amabilidad o escrupulosidad. Este estilo se asocia con una personalidad más “orientada al estado”, que puede ser más sensible al fracaso, pero que también posee una alta autoestima implícita. Una medida novedosa utilizada en la investigación para evaluar esta autoestima implícita fue el tamaño de la firma de la persona, partiendo de la base de que una firma más grande puede reflejar un sentido del yo más expansivo que no siempre se manifiesta en autoinformes.

El modelo de dos factores de la ‘coolness’, basado en la investigación de Dar-Nimrod et al., se resume así:

  • ‘Cachet coolness’ (de prestigio):
  • Descriptores clave: Amigable, carismático, competente, popular, atractivo, seguro, exitoso.
  • Orientación social: Orientado hacia el exterior, sintonizado con la valoración de los pares.
  • Correlatos de personalidad: Alta en extroversión, amabilidad, escrupulosidad, estabilidad emocional, apertura.
  • Fuente de autoestima: Principalmente explícita (autoconciencia de valía).
  • Arquetipo histórico: El líder carismático, la celebridad popular, el innovador social.
  • ‘Contrarian coolness’ (contraria):
  • Descriptores clave: Rebelde, desapegado, irónico, emocionalmente controlado, no convencional.
  • Orientación social: Independiente, contracultural, indiferente a la valoración externa.
  • Correlatos de personalidad: Alta en extroversión, estabilidad emocional, apertura. Baja en amabilidad y escrupulosidad.
  • Fuente de autoestima: Principalmente implícita (sentido interno de valía no siempre expresado).
  • Arquetipo histórico: El artista solitario, el músico de jazz, el rebelde sin causa.

Estos dos modelos de investigación, lejos de contradecirse, se complementan para ofrecer una teoría unificada de la “coolness”. Los seis rasgos universales identificados en la sección uno pueden ser entendidos como el contenido de la “coolness”, mientras que los dos estilos, ‘Cachet’ y ‘Contrarian’, representan la forma o el modo de expresión. Los rasgos abstractos se manifiestan de manera diferente según el estilo predominante. Por ejemplo, el rasgo de poder en un estilo ‘Cachet’ se expresa como un liderazgo carismático e influyente que inspira a otros a seguirlo. En cambio, el poder en un estilo ‘Contrarian’ se manifiesta como una independencia desafiante y la capacidad de resistir la autoridad. De manera similar, la autonomía ‘Cachet’ es una originalidad segura dentro de un contexto social, marcando tendencias que otros adoptan, mientras que la autonomía ‘Contrarian’ es un desapego de las normas sociales, la capacidad de vivir “fuera del sistema”.

Esta síntesis resuelve el aparente conflicto entre las dos principales corrientes de investigación. El estudio de Pezzuti y Warren identifica el qué de la “coolness” moderna, mientras que el de Dar-Nimrod y sus colegas explica el cómo. El hecho de que la “coolness” se haya globalizado y comercializado probablemente favorece el estilo ‘Cachet’, que es más socialmente aceptable y funcional. Esto explicaría por qué ‘Cachet cool’ emerge como el factor principal en las investigaciones, representando la cara más visible y deseable de la “coolness” en la sociedad contemporánea.

El legado del rebelde: fundamentos históricos y evolutivos

Para comprender plenamente el poder psicológico de la “coolness”, es necesario explorar sus orígenes, rastreando su evolución desde una estrategia de supervivencia en los márgenes de la sociedad hasta un imperativo del desarrollo humano. La historia y la psicología evolutiva revelan por qué los atributos de rebelión y autonomía son tan potentes.

De la resistencia a la deseabilidad: las raíces subculturales

El concepto moderno de “cool” no nació en las pasarelas de moda ni en las agencias de marketing, sino en el crisol de la opresión. Sus raíces se encuentran en grupos marginados para quienes la rebelión abierta era una invitación al castigo. Nació como una forma de desafío encubierto, un “desapego irónico” frente a la fuente de autoridad. Este comportamiento se observó por primera vez en los músicos de jazz afroamericanos de la década de 1940. Figuras como el saxofonista Lester Young, al subir al escenario con gafas de sol y un semblante serio, no solo estaban creando una estética, sino que estaban desafiando sutilmente las normas raciales de la época, que esperaban de los artistas negros una actitud sonriente y complaciente.

Este comportamiento —una compostura autoconsciente, un lenguaje corporal controlado y una contención emocional deliberada— era una herramienta social estratégica. Permitía ocultar la disidencia detrás de un muro de distanciamiento, una forma de resistir sin confrontar directamente a la autoridad. Este es el fundamento histórico de la ‘Contrarian cool’. Posteriormente, esta estética de la rebelión fue adoptada por otros movimientos contraculturales, como los beatniks en los años 50, convirtiéndose en un símbolo de oposición a la cultura hegemónica y a las instituciones dominantes.

El imperativo adolescente: una perspectiva evolutiva

La psicología, en particular la evolutiva y del desarrollo, ofrece un marco robusto para entender por qué esta postura rebelde y autónoma resuena con tanta fuerza, especialmente durante la adolescencia. Este período del ciclo vital se caracteriza por una crisis psicosocial fundamental: la búsqueda de la identidad frente a la confusión de roles, según la teoría de Erik Erikson. La tarea principal del adolescente es forjar un sentido del yo que sea distinto y separado del de sus padres y su familia de origen.

En este contexto, la rebeldía y la asunción de riesgos no son meramente “malos comportamientos”, sino conductas con una función adaptativa desde una perspectiva evolutiva. Estos comportamientos facilitan la necesaria separación del núcleo familiar, permiten la exploración de nuevas jerarquías sociales dentro del grupo de pares y son cruciales para el desarrollo de la autonomía. La prohibición injustificada de estas conductas puede generar una mayor reactancia y desobediencia.

El cerebro adolescente está biológicamente preparado para esta transición. La corteza prefrontal, responsable del juicio, la planificación a largo plazo y el control de impulsos, todavía está en proceso de maduración y no se consolida por completo hasta la adultez temprana. Simultáneamente, el sistema mesolímbico, o circuito de recompensa, está particularmente activo y es muy sensible a los estímulos sociales. Esta asincronía en el desarrollo cerebral provoca que las recompensas sociales —como la aceptación de los pares, el estatus y la admiración— se sientan inmensamente más valiosas que los riesgos potenciales asociados a las conductas para obtenerlas.

Esta confluencia de factores históricos y biológicos revela una conexión profunda. La “coolness” puede ser entendida como el guion cultural que se superpone a un impulso biológico fundamental. La psicología evolutiva explica que los adolescentes tienen una necesidad innata de separarse de sus padres, formar su propia identidad y establecer un estatus en un nuevo grupo social. Este proceso implica inherentemente la asunción de riesgos y el desafío a la autoridad. La historia de lo “cool” muestra que surgió precisamente como un conjunto de comportamientos estilizados para desafiar la autoridad y afirmar la autonomía de una manera controlada. Por lo tanto, las conductas “cool” que adoptan los adolescentes —el inconformismo, el control emocional, el desafío a las normas— no son aleatorias. Son un conjunto de herramientas heredadas culturalmente que sirven perfectamente a las tareas de desarrollo fundamentales de su etapa vital. “Ser cool” proporciona una vía socialmente reconocida para alcanzar la independencia psicológica.

Asimismo, la función de la “coolness” ha transitado de ser una herramienta de resistencia para los oprimidos a convertirse en un instrumento de distinción para la cultura mayoritaria. Originalmente, era un mecanismo defensivo y de bajo perfil para sobrevivir en un entorno hostil. A medida que fue adoptada por subculturas juveniles y artísticas, se transformó en una marca de pertenencia a un grupo selecto, diferenciado de la mayoría “no cool”. En la era globalizada actual, como se discutió en la primera sección, se ha consolidado como una forma alternativa de estatus social. Ya no se trata solo de resistir al poder, sino de acumular un tipo diferente de poder: el capital cultural, que impulsa tendencias, genera admiración y confiere influencia.

La mecánica de lo ‘cool’: procesos psicológicos centrales

Una vez establecidos el qué (los rasgos) y el porqué (los orígenes) de la “coolness”, el análisis debe centrarse en el cómo: los motores psicológicos subyacentes que impulsan y sostienen esta cualidad. La percepción de “coolness” no es un atributo estático, sino el resultado de procesos dinámicos de autenticidad, inteligencia emocional y habilidad social.

La paradoja de la autenticidad: la insensatez de “intentar ser cool”

Un principio fundamental de la “coolness” es que debe parecer natural y sin esfuerzo. La percepción de que alguien está intentando ser “cool” socava instantáneamente su credibilidad y produce el efecto contrario. Este fenómeno se alinea con un principio clave de la escuela de psicología de Palo Alto: el intento de forzar deliberadamente un estado espontáneo es contraproducente. Actividades como dormir, relajarse o sentir confianza no pueden ser comandadas por la voluntad; surgen de manera natural cuando las condiciones son adecuadas.

Cuando una persona define una fluctuación natural de su estado —como el nerviosismo en una situación social— como un “problema” a resolver, y aplica un esfuerzo consciente para controlarlo, queda atrapada en una “solución dolorosa”. El acto de auto-observación y el intento de proyectar una imagen de “coolness” generan ansiedad y ahogan la misma espontaneidad que se pretende mostrar.

Este principio psicológico explica por qué la autonomía es el rasgo más crítico de la “coolness”. Una persona genuinamente autónoma actúa desde un locus de control interno; su comportamiento es una expresión de sus valores y deseos, no una actuación para el público. Su “coolness” es, por tanto, un subproducto de su autenticidad, no el objetivo de sus acciones. La persona que no se preocupa por encajar es, paradójicamente, la que más admiración genera.

El conjunto de herramientas sociales y emocionales: el motor de lo ‘cool’

Los seis rasgos universales de la “coolness” no son simplemente cualidades innatas, sino que se expresan y se hacen efectivos a través de un sofisticado repertorio de habilidades sociales y emocionales aprendidas. En este sentido, la inteligencia emocional (IE) actúa como la base invisible pero indispensable para un comportamiento “cool”. Los componentes de la IE, definidos por teóricos como Daniel Goleman, Peter Salovey y John Mayer, son los prerrequisitos para la manifestación positiva de los rasgos “cool”.

  • Autoconocimiento: La capacidad de comprender las propias emociones, fortalezas, debilidades y valores es la base de la autonomía y la apertura. Sin saber quién se es, es imposible actuar de forma auténtica o estar genuinamente abierto a lo nuevo.
  • Autorregulación: La habilidad para gestionar las emociones y controlar los impulsos es el núcleo del “control emocional” observado en la ‘Contrarian cool’. Es lo que evita que el hedonismo degenere en una imprudencia autodestructiva y permite que el poder se ejerza con compostura en lugar de con agresividad.
  • Empatía y habilidades sociales: La capacidad de comprender las emociones de los demás y de gestionar las relaciones de manera efectiva es lo que permite que la extroversión y el poder se manifiesten como carisma e influencia, en lugar de como una dominancia abrasiva o una simple locuacidad.

La inteligencia emocional puede ser vista como el sistema operativo sobre el que se ejecutan las “aplicaciones” de la “coolness”. Los seis rasgos (poder, extroversión, hedonismo, etc.) pueden tener un “lado oscuro” si se expresan sin matices. El poder puede convertirse en intimidación; la extroversión, en egocentrismo molesto; el hedonismo, en adicción. La inteligencia emocional —con sus componentes de autorregulación, empatía y conciencia social— proporciona los mecanismos exactos para modular estos rasgos y evitar sus manifestaciones negativas. Por ejemplo, una persona con un alto rasgo de poder pero baja IE podría ser un líder autoritario y agresivo. En cambio, una persona con alto poder y alta IE es un líder carismático que inspira y hace que los demás se sientan valorados. Por lo tanto, aunque la IE no figure explícitamente entre los seis rasgos “cool”, es el factor mediador esencial que traduce el potencial bruto de esos rasgos en un comportamiento socialmente eficaz y admirable.

La percepción de poder y confianza

El rasgo de “poder” asociado a la “coolness” no se refiere a la coerción, sino a una percepción de capacidad, autoeficacia y confianza. Es la seguridad tranquila que emana de alguien que confía en sus propias habilidades para manejar diversas situaciones. Esta confianza se proyecta a través de comportamientos carismáticos específicos, que son en gran medida habilidades sociales aprendidas: responder con aplomo y rapidez, usar un lenguaje corporal expansivo y gestos manuales, mostrar un interés genuino por los demás y hacer cumplidos honestos. Estas acciones, lejos de ser innatas, pueden ser entrenadas y contribuyen a crear un aura de control y magnetismo personal.

El ciclo vital y las consecuencias de lo ‘cool’

El análisis de la “coolness” estaría incompleto sin examinar cómo se manifiesta y transforma a lo largo de la vida de una persona, así como sus potenciales consecuencias, tanto positivas como negativas. La “coolness” no es un estado estático, sino un constructo dinámico que evoluciona con la madurez y el contexto.

La ‘coolness’ a través de las edades: una expresión en evolución

Aunque los seis rasgos centrales de la “coolness” demuestran una notable universalidad, su expresión concreta cambia significativamente con la edad y el contexto social. Lo que se considera una manifestación de “aventura” varía drásticamente entre un joven de 20 años y un adulto de 60. Para el primero, podría ser viajar como mochilero por un continente desconocido; para el segundo, podría ser lanzar una nueva empresa, adoptar un pasatiempo audaz o liderar una iniciativa comunitaria. El comportamiento observable puede ser diferente, pero el rasgo subyacente de búsqueda de novedad y desafío a la rutina permanece constante.

Además, la propia personalidad no es inmutable. Investigaciones longitudinales sobre los cinco grandes rasgos de personalidad muestran tendencias generales de cambio a lo largo de la vida. Con la edad, las personas tienden a volverse más amables, más escrupulosas (responsables) y más estables emocionalmente (menos neuróticas). Esta “maduración de la personalidad” sugiere que la forma más cruda y rebelde de la ‘Contrarian cool’, tan prominente en la adolescencia, tiende a evolucionar de forma natural hacia una ‘Cachet cool’ más integrada socialmente en la edad adulta para muchas personas.

El precio de lo ‘cool’: los peligros de la popularidad precoz

Un contrapunto crucial a la visión idealizada de la “coolness” proviene de estudios longitudinales que han seguido a adolescentes a lo largo del tiempo. Una investigación destacada, publicada en 2014 por Joseph Allen y su equipo, encontró que los adolescentes que exhibían comportamientos “cool” de manera precoz —como la asunción de riesgos, el desafío a la autoridad y un enfoque desmedido en el estatus entre pares— presentaban problemas significativos en la adultez temprana.

Estos adolescentes “cool” tenían una mayor probabilidad de desarrollar problemas con el consumo de alcohol y drogas, así como de involucrarse en actividades delictivas en sus veintes. Este hallazgo pone de manifiesto una distinción crítica: la diferencia entre una “coolness” auténtica, basada en una autonomía y competencia genuinas, y una “coolness” performativa, que se fundamenta en una desviación superficial y una necesidad desesperada de validación por parte de los pares. Este último tipo, aunque puede ser eficaz para ganar estatus a corto plazo en la escuela secundaria, parece ser una base deficiente para un ajuste saludable en la vida adulta.

En última instancia, el éxito a largo plazo y el bienestar psicológico están mejor predichos por la simpatía y la capacidad de mantener al menos una amistad íntima. Esto sugiere que la actitud de “demasiado cool para la escuela” puede ser una trampa evolutiva, una estrategia que, si no se supera, conduce al aislamiento y a dificultades de adaptación.

La economía de lo ‘cool’ y su función social

En la sociedad contemporánea, la “coolness” ha sido completamente absorbida por la economía de mercado. Se ha convertido en una poderosa herramienta de marketing, donde asociar una marca o producto con una persona “cool” que encarna los seis rasgos universales es una estrategia clave para captar la atención y el valor del consumidor.

Más allá del comercio, la “coolness” cumple una función social indispensable. Las personas percibidas como “cool” son a menudo los innovadores que desafían las normas estancadas, crean nuevas tendencias y catalizan cambios culturales positivos. Son necesarias para evitar la esclerosis social y para empujar a la sociedad hacia adelante. En este sentido, la “coolness” no es solo un atributo personal, sino un motor de evolución cultural.

Los hallazgos aparentemente contradictorios sobre los resultados de la “coolness” adolescente y adulta pueden reconciliarse al entenderlos como dos caminos divergentes en el desarrollo. El estudio de Pezzuti y Warren define la “coolness” adulta a través de rasgos positivos y maduros como la autonomía genuina, la apertura y el poder entendido como competencia. Por otro lado, el estudio de Allen describe una “coolness” adolescente basada en comportamientos superficiales como la desviación menor y la precocidad social. Estas dos definiciones no describen el mismo fenómeno. El adolescente del estudio de Allen probablemente está representando un papel de “coolness” para ganar estatus, no expresando una autonomía auténtica. Su asunción de riesgos está motivada por la conformidad con un grupo de pares desviado, no por la audacia de un adulto autónomo.

Esto sugiere la existencia de una bifurcación en el desarrollo. Un camino es el de la “coolness” performativa, que, al no estar respaldada por una competencia y autenticidad reales, conduce a resultados negativos a largo plazo. El otro camino es el desarrollo de una “coolness” auténtica, basada en los seis rasgos centrales y sustentada por la inteligencia emocional, que probablemente conduce a resultados de vida muy positivos, como el liderazgo, la innovación y el éxito social.

Conclusión y recomendaciones

El análisis psicológico revela que el concepto de “cool” es mucho más que una etiqueta efímera; es un constructo profundo que ha evolucionado desde una herramienta de resistencia subcultural hasta una virtud social multifacética y globalmente reconocida. Se define por un núcleo de seis rasgos universales —Extroversión, Hedonismo, Poder, Aventura, Apertura y, fundamentalmente, Autonomía— que pueden expresarse a través de estilos carismáticos (‘Cachet’) o rebeldes (‘Contrarian’). El motor que permite que estos rasgos se manifiesten de manera efectiva y admirable es una combinación de autenticidad y un alto grado de inteligencia emocional.

El informe concluye que la paradoja central de la “coolness” contiene su propia solución. El secreto último para ser percibido como “cool” reside en abandonar por completo su búsqueda deliberada. El esfuerzo consciente por alcanzar este estatus es, por su propia naturaleza psicológica, contraproducente. En su lugar, el enfoque debe dirigirse hacia el cultivo de cualidades internas: una autonomía genuina basada en valores propios, el desarrollo de competencias reales en áreas de interés personal y el perfeccionamiento de las habilidades emocionales y sociales que permiten que el yo auténtico se exprese con confianza y eficacia. Cuando esto se logra, la “coolness” emerge no como un objetivo alcanzado, sino como un subproducto natural y sin esfuerzo.

A partir de esta síntesis, se pueden derivar una serie de recomendaciones, no como una guía de “cómo ser cool”, sino como orientaciones basadas en los principios psicológicos explorados.

Para los individuos

El desarrollo personal debe centrarse en fortalecer los pilares de la “coolness” auténtica. Esto implica un trabajo introspectivo para mejorar el autoconocimiento y la autorregulación, que son el núcleo de la inteligencia emocional. En lugar de buscar la validación externa, se debe practicar la autonomía tomando decisiones que se alineen con los propios valores. La construcción de una competencia genuina en pasiones o campos profesionales fomenta un sentido de poder y confianza que se proyecta de forma natural.

Para padres y educadores

Es crucial reconocer que la rebeldía y la asunción de riesgos en la adolescencia son, en gran medida, parte de un proceso de desarrollo normativo y necesario. El objetivo no debe ser suprimir estas conductas, sino guiarlas. Se debe fomentar un entorno que distinga entre la “coolness” performativa (desviación de alto riesgo para ganar estatus) y el desarrollo de una “coolness” auténtica. Esto se logra promoviendo el pensamiento crítico, la toma de decisiones responsable y, sobre todo, ayudando al adolescente a construir una identidad sólida y un sentido de autonomía genuino.

Para líderes y organizaciones

Los mismos atributos que definen a una persona “cool” —autonomía, apertura a nuevas ideas y un espíritu aventurero— son los que impulsan la innovación, la creatividad y el cambio cultural positivo dentro de una organización. Los líderes deben comprender que fomentar un entorno que valore y recompense estos rasgos, en lugar de exigir un conformismo rígido, puede dar lugar a equipos más dinámicos, resilientes y exitosos. La “coolness”, en su sentido más funcional, es un activo estratégico para cualquier grupo que aspire a prosperar en un mundo en constante cambio.

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