Acambay 1912: La falla que desnudó la vulnerabilidad sísmica del Valle de México

Descubre cómo el sismo de Acambay de 1912 reveló la vulnerabilidad sísmica del Valle de México. Jafet Quintero (UNAM) explica la falla, subducción y el riesgo latente para CDMX y Edomex hoy.

AL MOMENTO

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El 19 de noviembre de 1912, un devastador sismo de magnitud 6.9 sacudió Acambay, Estado de México, revelando una inesperada vulnerabilidad sísmica en una zona considerada de bajo riesgo. Este evento histórico, que dejó ruinas y pérdidas humanas, no solo marcó un precedente sino que, según el geógrafo Jafet Quintero, sus implicaciones persisten hoy, desafiando la percepción de seguridad del Valle de México.

El sismo de Acambay de 1912: Un despertar brutal

El martes 19 de noviembre de 1912, a las 07:18 horas, la tranquilidad de Acambay, Estado de México, se vio abruptamente interrumpida. Mientras la población se alistaba para el sermón del párroco José Figueroa en la iglesia de San Miguel, un estruendo y el estremecimiento de la tierra anunciaron un sismo de magnitud 6.9.

Este evento, ocurrido en pleno contexto de la Revolución Mexicana, reveló la inesperada vulnerabilidad sísmica del Estado de México. La incertidumbre creció al tratarse de un terremoto de tal intensidad en un territorio sin costa, una situación que no se consideraba normal.

En cuestión de segundos, Acambay quedó sumergido en polvo y ruinas. La totalidad de las 500 casas se derrumbaron, y más de un centenar de habitantes fallecieron sepultados donde segundos antes se erigía la iglesia de San Miguel, de la que solo la cruz atrial permaneció en pie.

A partir de ese momento, la vulnerabilidad sísmica del Estado de México se hizo evidente. Aunque poco se supo entonces de este movimiento telúrico, un sismo de magnitud similar hoy tendría graves implicaciones no solo para el epicentro, sino también para la Ciudad de México. Sobre este tema, dialogamos con Jafet Quintero, geógrafo e investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La falla de Acambay: Estructura clave del riesgo sísmico

¿Qué es la falla de Acambay?

La falla Acambay–Tixmadejé es una de las estructuras tectónicas más relevantes del Estado de México. Se clasifica como una falla normal con orientación este-oeste, situada dentro del graben de Acambay, una depresión tectónica que integra el Eje Volcánico Transmexicano.

El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) indica que esta falla, junto con las de Epitacio Huerta y Pastores/Venta de Bravo, conforma un sistema activo con un riesgo sísmico significativo para las poblaciones del norte mexiquense.

Jafet Quintero reflexiona sobre la repetición de la historia sísmica: “La situación con el sismo de Acambay es que… a ver, desde la Geografía no exactamente vemos la parte histórica, pero se repite porque se destruyeron las casas, porque hubo tanta gente muerta. Las condiciones son exactamente las mismas.” Con un toque de ironía, añade: “Lo voy a decir un poco irónico como suelo decirlo en las clases: tenemos el tremendo problema en la CDMX que ahí donde dice que un águila tenía que comer como snack a una serpiente, ahí es donde teníamos que construir la ciudad.”

El 19 de noviembre de 1912, la falla de Acambay fue responsable de uno de los sismos históricos más significativos en el centro del país. El evento, de magnitud cercana a 6.9, provocó graves daños en el municipio de Acambay y sus comunidades aledañas. El Servicio Sismológico Nacional (SSN) documentó la destrucción de numerosas construcciones de adobe y piedra, revelando la vulnerabilidad de una zona antes considerada de bajo riesgo.

¿Por dónde pasa esta falla?

El trazo de la falla Acambay–Tixmadejé se extiende al norte de la cabecera municipal de Acambay, con una dirección este-oeste. Afecta directamente a comunidades como:

  •  Cerritos de Tixmadejé
  •  Buenavista
  •  Mesa de Garnica
  •  Las Peñas
  •  Santo Domingo
  •  Shomeje

Este alineamiento geológico es nítidamente visible en el relieve, ya que demarca bloques de terreno elevados y deprimidos, característicos de las fallas normales. Investigaciones del CENAPRED enfatizan que estas estructuras permanecen activas, manteniendo así una exposición considerable ante futuros sismos en la región.

Subducción y las placas tectónicas: La vulnerabilidad de la Ciudad y el Estado de México

El doctor Jafet Quintero Venegas, geógrafo por la UNAM con una estancia posdoctoral en el Programa Universitario de Bioética en la línea “zooética”, profundiza sobre la vulnerabilidad sísmica de la Ciudad de México y el Estado de México. Explica que ambos territorios se asientan sobre una placa tectónica que coincide con una zona de subducción.

El experto detalla la dinámica de las placas tectónicas:

  •  Las placas separadas generan límites, como ocurre en medio del océano Atlántico, donde los sismos se producen en las profundidades.
  •  Las placas que se unen, como en México, donde la placa de Cocos (oceánica) se introduce bajo la placa Norteamericana.

Esta interacción genera la zona de subducción, localizada específicamente al sur de los estados de Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, regiones conocidas por sus sismos de alta intensidad.

Aunque la Ciudad de México se ubica a 200 km de la línea costera, los sismos originados en la parte sur, en el Pacífico, generan ondas que se sienten tanto en la capital como en el Estado de México.

Quintero aclara la terminología sísmica:

  •  El hipocentro o foco es el punto de origen del sismo bajo la superficie, a profundidades variables (5, 10 o 7 kilómetros), resultado del movimiento de placas.
  •  Hay una serie de ondas que llaman ondas primarias que son verticales y viajan desde la profundidad hacia la superficie.
  •  El epicentro es la proyección de este foco en la superficie. Los epicentros en México suelen estar cerca de las costas de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán.

“La Ciudad de México se encuentra a 200 km de una zona de subducción, o sea, no estamos exactamente en la zona de subducción, solo como en Acapulco, los sismos serán mucho más intensos”, puntualiza Quintero.

Lecciones aprendidas y el camino para comprender la vulnerabilidad sísmica

La comprensión de la vulnerabilidad sísmica implica considerar las particularidades geológicas. El Estado de México presenta un suelo un poco más volcánico y montañoso, distinto al suelo lacustre característico de la Ciudad de México.

Jafet Quintero enfatiza que la vulnerabilidad es un “elemento multifactual, multifactorial que se va construyendo. La vulnerabilidad se construye. La vulnerabilidad se minimiza, se disminuye. Depende de muchos elementos”. El pilar fundamental para su mitigación es una mancuerna entre Estado y población, donde las autoridades brinden información clara sobre qué hacer o cómo actuar ante un evento sísmico orgánico.

La situación de los simulacros

Sobre la preparación en la región, Quintero señala: “Hasta donde yo tengo entendido, los simulacros en el Estado de México no han sido implementados por los sistemas de educación pública de allá, pues porque cuando fue el sismo del 85, la expansión urbana del Estado de México no era tan grande, no era tan mayúscula y por lo tanto no se ha vivido un sismo como el del 85”.

El CENAPRED advierte que, si en un futuro cercano se presentara un sismo de características similares al de 1912 (región epicentral y magnitud), las afectaciones serían considerables tanto en el epicentro como en la Ciudad de México.

El legado sísmico de Acambay

La reconstrucción de Acambay tras el sismo de 1912 se prolongó por más de una década. Aquel terremoto fue registrado por diversas estaciones sismológicas:

  •  Tacubaya
  •  Guadalajara
  •  Zacatecas
  •  Oaxaca
  •  Mazatlán
  •  Mérida

El Instituto de Geofísica de la UNAM contabilizó, hasta el 15 de abril de 1913, más de 60 réplicas y más de 450 sismos en los meses subsiguientes.

Nuevas investigaciones sugieren que en esta región de la República Mexicana, a finales del siglo XV y en 1864, ocurrieron otros sismos importantes, atribuidos en gran parte a las consecuencias del graben Acambay-Tixmadejé. Por ello, la principal lección del terremoto de Acambay es la confirmación de la ocurrencia factible de sismos grandes, con magnitudes cercanas a 7.0, cuyo epicentro en la región central del país podría impactar significativamente a la Ciudad de México y el Estado de México.

El sismo de Acambay de 1912, aunque lejano en el tiempo, resuena como una advertencia persistente. La historia nos enseña que la vulnerabilidad sísmica del Valle de México no es una teoría, sino una realidad palpable, forjando la pregunta: ¿estamos verdaderamente preparados para el próximo gran movimiento telúrico?

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