La llegada de Ronald D. Johnson como embajador de Estados Unidos en México el 19 de mayo de 2025 marca un giro estratégico. Este operativo, forjado en fuerzas especiales y la CIA, no es un diplomático tradicional. Su nombramiento, bajo el Presidente Donald Trump, señala una agenda de seguridad de línea dura que podría transformar la compleja relación bilateral con México.
Este informe analizará la extensa carrera del Embajador Johnson en operaciones especiales militares y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), junto con su controvertido mandato en El Salvador. Estos antecedentes proporcionan un modelo claro para su misión en México, un nexo definido por un comercio valorado en un millón de dólares por minuto y una frontera cruzada por un millón de personas diariamente. Su nombramiento prioriza una agenda de seguridad de línea dura, ejecutada a través de un estilo diplomático personalizado y potencialmente coercitivo, subordinando los protocolos tradicionales.
La forja de un operativo: Una carrera en las sombras y en la primera línea
Esta sección sienta las bases de la identidad profesional de Johnson, argumentando que su visión del mundo y sus métodos operativos fueron moldeados por décadas en entornos de seguridad de alto riesgo, no en salones diplomáticos. Su perfil es el de un solucionador de problemas que opera en la intersección de la inteligencia y la acción directa.
El boina verde: Contrainsurgencia y la mentalidad de la Guerra Fría
La carrera de Ronald D. Johnson está profundamente arraigada en el estamento militar y de operaciones especiales de Estados Unidos. Sirvió desde 1971, cuando se alistó en la Guardia Nacional del Ejército de Alabama, hasta 1998, retirándose como Coronel. Fue un miembro condecorado de las Fuerzas Especiales (Boinas Verdes), sirviendo en los Grupos 20 y 7 de Fuerzas Especiales (SFG), unidades de élite especializadas en guerra no convencional.
Una experiencia crucial fue su papel en la década de 1980 como uno de los 55 asesores militares estadounidenses durante la guerra civil de El Salvador. Lideró operaciones de combate y fue fundamental en el desarrollo de estrategias de contrainsurgencia contra la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Su inmersión en las “Guerras Sucias” de Centroamérica lo expuso a guerra no convencional y contraterrorismo, colaborando con fuerzas militares locales acusadas de graves abusos contra los derechos humanos. Esta experiencia lo distingue de casi todos sus predecesores y es fuente de preocupación para quienes temen un enfoque intervencionista.
El ADN profesional de Johnson está arraigado en la doctrina de la contrainsurgencia, un marco que ve los problemas a través de un lente de seguridad y prioriza la neutralización de amenazas, a menudo mediante acción directa. Este paradigma es fundamentalmente diferente de un enfoque diplomático tradicional, que prioriza la negociación. Su especialización en guerra no convencional sugiere que abordará problemas complejos como el narcotráfico no como un problema de salud pública, sino como una insurgencia que debe ser derrotada, catalogando a los cárteles como el “enemigo” y “narcoterroristas” o “Organizaciones Terroristas Extranjeras”.
El oficial de la CIA: Operaciones interinstitucionales y acción encubierta
Tras su carrera militar, Johnson se embarcó en una segunda carrera de más de dos décadas como oficial superior de operaciones en la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Lideró operaciones sensibles a escala mundial, con múltiples despliegues en zonas de guerra como Afganistán e Irak. Su ascenso fue notable, llegando a dirigir los departamentos paramilitares Aéreos, Terrestres y Marítimos de la CIA y a cargo de todas las operaciones de paracaidismo de la agencia.
Crucial para su carrera diplomática, ocupó puestos de enlace de alto nivel en el nexo de la comunidad de inteligencia y el aparato de seguridad militar de Estados Unidos. Se desempeñó como Asesor Especial del Comando Sur de EE. UU. (SOUTHCOM) en Miami, y luego como Enlace de Ciencia y Tecnología de la CIA ante el Comando de Operaciones Especiales de EE. UU. (SOCOM) en Tampa, Florida. En SOUTHCOM, gestionó la colaboración entre 18 agencias de la Comunidad de Inteligencia en asuntos regionales como la lucha contra el narcotráfico, contraterrorismo, refugiados y control de enfermedades virales tropicales. Esta experiencia lo convirtió en un experto en la burocracia de seguridad nacional de EE. UU.
La trayectoria de Johnson demuestra un dominio de la interinstitucionalidad de seguridad (CIA, Departamento de Defensa, SOCOM), distinta de la diplomática (Departamento de Estado, USAID, Departamento de Comercio). Su enfoque para los desafíos de política exterior probablemente consistirá en construir coaliciones dentro de este aparato de seguridad primero, viendo al Departamento de Estado y al rol de embajador como una plataforma para habilitar y legitimar sus operaciones. Sus roles más importantes antes de convertirse en embajador fueron como puente entre la CIA y los comandos más elitistas del ejército. Esto sugiere que su nombramiento para México, la segunda misión diplomática más grande de EE. UU. en el mundo, tiene la intención de utilizar esa vasta plataforma principalmente para coordinar la agenda de la comunidad de seguridad estadounidense, potencialmente marginando funciones diplomáticas tradicionales.
El campo de pruebas de El Salvador: Un modelo para la diplomacia transaccional (2019-2021)
El mandato de Johnson como embajador en El Salvador (septiembre de 2019 a enero de 2021) no fue una anomalía, sino un campo de pruebas para el modelo diplomático preferido de la administración Trump. Este modelo se basa en cultivar relaciones personales con líderes de corte autoritario para lograr intereses de seguridad estadounidenses, mientras se tolera la erosión democrática. El análisis de su gestión en San Salvador ofrece el plan más claro de las tácticas y prioridades que probablemente desplegará en México.
El ‘socio confiable’: cultivando una alianza personal con Nayib Bukele
Desde su llegada a El Salvador, Johnson alineó sus prioridades con las del recién elegido presidente Nayib Bukele, centrándose en “más seguridad, más prosperidad y más oportunidades para todos”. Lo que comenzó como una alineación profesional se transformó en una amistad personal excepcionalmente cercana, un hecho que ambos celebraron públicamente. Fueron fotografiados cenando en Miami, de vacaciones y el embajador asistió al bautizo de la hija del presidente.
Este nivel de intimidad entre un embajador estadounidense y el presidente del país anfitrión es inusual y fue una estrategia deliberada. Creó un canal de comunicación directo que eludía las normas institucionales y permitía la toma de decisiones rápidas y transaccionales. Bukele describió a Johnson como un “gran amigo” y, a su partida, le otorgó dos de las más altas condecoraciones: la Orden Nacional José Matías Delgado y la Gran Orden Francisco Morazán. A cambio de la cooperación salvadoreña en migración (patrulla fronteriza, Acuerdo de Cooperación de Asilo – ACA), Johnson proporcionó a Bukele legitimidad política crucial y respaldo visible de Estados Unidos, proyectando la imagen de un “#SocioConfiable”.
La amistad entre Johnson y Bukele fue una herramienta estratégica para superar los controles y equilibrios institucionales, ralentizando políticas controvertidas. La diplomacia tradicional se basa en procesos lentos, pero la administración Trump priorizó la acción rápida en temas como la migración. Al forjar un estrecho vínculo personal con Bukele, Johnson aseguró compromisos directos que eludían el debate legislativo o la revisión judicial en El Salvador. Los elogios públicos y fotografías de Johnson proporcionaron a Bukele una narrativa de respaldo estadounidense para consolidar su poder. Esta relación fue funcional y simbiótica: Johnson obtuvo victorias políticas para la administración Trump, mientras Bukele obtuvo la cobertura política necesaria para avanzar en su agenda autoritaria. Este es el modelo que probablemente intentará replicar en México.
La política en la práctica: Triunfos en seguridad y déficits democráticos
Los partidarios de Johnson y él mismo señalan éxitos medibles durante su gestión en El Salvador: arresto de cientos de pandilleros, extradiciones penales y una caída histórica en tasas de delitos violentos y extorsión. Johnson incluso afirmó una disminución del 81% en la migración en 2020. Sin embargo, los críticos argumentan que estas cifras eran “caprichosas” y no consideraban el impacto de la pandemia de COVID-19 y las estrictas políticas de confinamiento.
Simultáneamente, Johnson fue criticado por minimizar o ignorar el grave retroceso democrático del presidente Bukele. Esto incluyó el uso de personal militar armado para intimidar a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero de 2020, buscando forzar la aprobación de un préstamo de seguridad. Además, Johnson guardó silencio ante los ataques de Bukele al poder judicial y las acusaciones de que su gobierno había negociado un pacto con las pandillas para reducir las tasas de homicidios.
Una controversia significativa fue el uso del software espía Pegasus contra al menos 35 periodistas y miembros de la sociedad civil en El Salvador durante y después del mandato de Johnson. Durante su audiencia de confirmación para el puesto en México, Johnson negó conocimiento directo, pero hizo una declaración reveladora: “No dudo que pudo haber ocurrido”. También confesó que advertía constantemente al gobierno de Bukele que no espiara a funcionarios estadounidenses, indicando que la amenaza de vigilancia era creíble.
En su defensa, respecto a la toma del legislativo, Johnson testificó ante el Senado de EE. UU. que se enteró del plan horas antes e instó en privado a Bukele: “No hagas esto”. Sin embargo, sus declaraciones públicas fueron más tibias. En un tuit, se limitó a decir que no “condonaba” la acción y se sentía “aliviado” de que terminara sin violencia. En su testimonio, llegó a calificar el evento de “pacífico”.
Las acciones de Johnson en El Salvador demuestran una jerarquía de políticas clara: el logro de los objetivos de seguridad nacional de EE. UU. (frenar la migración, combatir pandillas) es el objetivo principal. La defensa de las instituciones democráticas y los derechos humanos es una preocupación secundaria y prescindible. Las advertencias privadas y silenciosas, junto con suaves reprimendas públicas y el continuo apoyo general a Bukele, muestran una compensación calculada. Estados Unidos tenía objetivos claros en El Salvador. Bukele entregaba resultados, pero sus métodos implicaban la violación de normas democráticas y derechos humanos. Una fuerte condena pública del embajador estadounidense podría haber puesto en peligro la cooperación. Por lo tanto, Johnson adoptó una estrategia de advertencias privadas y negables mientras mantenía una postura pública de asociación y amistad. Esto envió una señal efectiva de que Estados Unidos toleraría el comportamiento autoritario a cambio de cooperación en sus prioridades clave, constituyendo el núcleo del enfoque “transaccional” que ahora trae a México.
Estudio de caso: La era Johnson-Bukele en la diplomacia transaccional
La siguiente sección resume los objetivos políticos declarados, los eventos controvertidos y las respuestas documentadas del Embajador Johnson. Este formato permite una visualización clara del patrón de priorización de las victorias en seguridad sobre los principios democráticos, haciendo que el argumento de una “compensación deliberada” sea innegable.
- Control migratorio
- Objetivo de EE. UU. y acciones de Johnson: Frenar la inmigración ilegal. Elogió los esfuerzos de Bukele, reclamando una reducción del 81%. Facilitó el Acuerdo de Cooperación de Asilo (ACA).
- Acción controvertida del gobierno salvadoreño: Formación de una nueva patrulla fronteriza; aceptación de solicitantes de asilo deportados.
- Respuesta documentada del embajador Johnson (pública vs. privada): Pública: Altamente positiva, proyectando una “asociación confiable” (#SocioConfiable). Privada: N/A.
- Resultado/Implicación: La administración de EE. UU. se adjudicó una victoria política. Los críticos señalaron el papel de la pandemia.
- Seguridad antipandillas
- Objetivo de EE. UU. y acciones de Johnson: Combatir el crimen transnacional. Elogió la caída de las tasas de criminalidad y los arrestos de miembros de pandillas.
- Acción controvertida del gobierno salvadoreño: Arrestos masivos bajo un estado de excepción (posterior a Johnson, pero una continuación de la política). Acusaciones de pactos del gobierno con pandillas.
- Respuesta documentada del embajador Johnson (pública vs. privada): Pública: Minimizó las acusaciones de pactos con pandillas, centrándose en el resultado de la reducción del crimen. Privada: N/A.
- Resultado/Implicación: El modelo de seguridad de Bukele fue validado por el apoyo de EE. UU. Las preocupaciones sobre derechos humanos fueron marginadas.
- Toma del legislativo (febrero de 2020)
- Objetivo de EE. UU. y acciones de Johnson: Mantener la estabilidad y el estado de derecho.
- Acción controvertida del gobierno salvadoreño: El presidente Bukele ingresó a la Asamblea Legislativa con tropas fuertemente armadas para intimidar a los legisladores.
- Respuesta documentada del embajador Johnson (pública vs. privada): Pública: Tuit moderado no “condonando” la acción. Cambió de tema a su amistad con Bukele cuando se le preguntó. Privada: Afirmó que le dijo a Bukele “No hagas esto” horas antes.
- Resultado/Implicación: Bukele no enfrentó consecuencias significativas por parte de EE. UU., lo que envalentonó su consolidación de poder.
- Escándalo del software espía Pegasus
- Objetivo de EE. UU. y acciones de Johnson: Proteger al personal de EE. UU. y a la sociedad civil.
- Acción controvertida del gobierno salvadoreño: Uso del software espía Pegasus contra al menos 35 periodistas y activistas.
- Respuesta documentada del embajador Johnson (pública vs. privada): Pública: Negó conocimiento específico durante su mandato. Privada: Testificó que “constantemente” advirtió al gobierno de Bukele que no espiara a funcionarios estadounidenses.
- Resultado/Implicación: Reveló una profunda preocupación de EE. UU. por ser un objetivo, mientras que la crítica pública al espionaje de periodistas fue silenciada.
La misión en México: Racionalidad, estrategia e implicaciones bilaterales
Esta sección conecta el pasado de Johnson con su presente, analizando por qué su perfil específico fue elegido para México y qué presagian sus acciones y declaraciones iniciales para la relación. Su nombramiento no es un acto de rutina, sino una declaración de intenciones estratégicas para la que es, posiblemente, la relación bilateral más importante de Estados Unidos.
El nombramiento: un mensaje deliberado a un socio crítico
El 10 de diciembre de 2024, el entonces presidente electo Donald Trump anunció la nominación de Johnson, citando explícitamente su experiencia en El Salvador y en la CIA. El anuncio de Trump en su plataforma Truth Social enmarcó la misión en términos de seguridad crudos: “acabar con el crimen de los migrantes, detener el flujo ilegal de fentanilo… y, ¡HACER A AMÉRICA SEGURA DE NUEVO!”. Este nombramiento se ve como un giro hacia una colaboración centrada en la seguridad, en detrimento de los tradicionales asuntos políticos y comerciales. Se interpreta como un mensaje de línea dura y “militarizado” hacia México.
La elección de Johnson sobre figuras diplomáticas o políticas más tradicionales (como la rumoreada Kari Lake) fue una decisión calculada. Su perfil está diseñado para comunicar al gobierno mexicano que las métricas principales, si no las únicas, para una relación exitosa serán los resultados tangibles en seguridad, fentanilo y migración. Esto representa un cambio fundamental en cómo Washington evaluará la cooperación de México.
Johnson no fue elegido por su habilidad para negociar acuerdos comerciales complejos, como la inminente revisión del T-MEC en 2025, o para navegar las sutilezas de la política interna mexicana. Fue elegido para ser el comandante en el terreno encargado de implementar una agenda presidencial predeterminada y centrada en la seguridad. Su papel es asegurar el cumplimiento y la ejecución, no co-crear políticas con sus homólogos mexicanos. El anuncio de Trump establece un mandato claro, estrecho y enfocado en la seguridad. La carrera de Johnson se ha desarrollado en operaciones y ejecución. Su éxito en El Salvador se midió por su capacidad para lograr que Bukele implementara las prioridades de EE. UU. Por lo tanto, es probable que la Casa Blanca vea su misión en México como una misión operativa.
“Todas las cartas sobre la mesa”: diplomacia coercitiva y el proceso de confirmación
La nominación de Johnson fue contenciosa, confirmada por una votación estrecha y mayoritariamente partidista de 49 a 46. La controversia central de su audiencia de confirmación del 13 de marzo de 2025, fue su negativa a descartar una acción militar unilateral de Estados Unidos en suelo mexicano contra los cárteles si vidas estadounidenses estuvieran en juego. Su declaración, “creo que todas las cartas están sobre la mesa”, resonó en ambos lados de la frontera.
Esta afirmación alteró fundamentalmente el tono de la relación de seguridad bilateral incluso antes de su llegada a México. Introdujo una amenaza creíble de intervención militar estadounidense, violando un principio fundamental de la soberanía mexicana y creando inmensa presión sobre el gobierno de México para que demuestre su compromiso en la lucha contra los cárteles.
La declaración de “todas las cartas sobre la mesa” es un ejemplo de diplomacia coercitiva. No es necesariamente una declaración de intenciones, sino una herramienta para crear el máximo apalancamiento de negociación. La relación de seguridad entre EE. UU. y México se ha basado tradicionalmente en cooperación y respeto a la soberanía. La declaración de Johnson elimina explícitamente la garantía de ese respeto. Esto crea incertidumbre y temor en el *establishment* de seguridad mexicano. Para aliviar esta incertidumbre, México se ve ahora implícitamente incentivado a cooperar más plenamente con las demandas de EE. UU. en la lucha contra el narcotráfico y seguridad. La declaración es, por tanto, una herramienta poderosa para obligar a México a cumplir con la agenda de EE. UU. Establece una nueva y amenazante línea de base para la relación, desde la cual cualquier decisión de EE. UU. de no intervenir puede ser enmarcada como una concesión a cambio de la cual se espera la cooperación mexicana.
Compromisos iniciales y dinámicas emergentes en México
Tras su llegada el 19 de mayo de 2025 y la presentación de sus credenciales a la Presidenta Claudia Sheinbaum, Johnson inició una serie de compromisos de alto nivel. Su mensaje público enfatiza una doctrina de “Paz a través de la fuerza”, el encuadre de los cárteles como un “enemigo común” y “Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés)”, y la necesidad de un “frente conjunto e inquebrantable con México”. Se ha reunido con la Presidenta Sheinbaum, la comunidad empresarial a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.
De manera controvertida, también se reunió con Eduardo Verástegui, una figura ultraconservadora y enviado no oficial de Trump, una medida vista como una provocadora violación del protocolo diplomático. Sus acciones iniciales reflejan una estrategia de doble vía. Por un lado, se involucra con los canales oficiales del gobierno y empresariales, utilizando el lenguaje de la asociación y los objetivos compartidos. Por otro lado, su reunión con Verástegui y su retórica de línea dura señalan una intención de cultivar aliados de derecha en México y eludir los canales diplomáticos tradicionales, tal como lo hizo con Bukele.
El Embajador Johnson está llevando a cabo simultáneamente dos vías diplomáticas. La “Vía Oficial” implica reuniones formales con la administración Sheinbaum, lo que mantiene una apariencia de respeto institucional. La “Vía Operacional” implica la construcción de alianzas con actores no estatales (como Verástegui) que se alinean con la ideología de la administración Trump y que pueden ser utilizados para aplicar presión política interna sobre el gobierno mexicano o servir como canales alternativos de influencia. Un embajador tradicional trabaja exclusivamente a través de los canales gubernamentales oficiales. La pronta reunión de Johnson con Verástegui es una desviación de esta norma y refleja su estrategia en El Salvador, donde su relación personal con Bukele se convirtió en el canal principal. Esto sugiere que está buscando activamente crear múltiples puntos de apalancamiento e influencia, algunos dentro y otros fuera de la estructura formal del gobierno. Este enfoque de doble vía hace que la postura de EE. UU. sea menos predecible y potencialmente desestabilizadora para la política interna mexicana, lo que puede ser el efecto deseado.
Análisis integral y perspectiva estratégica
Esta sección final sintetiza los hallazgos del informe para definir la doctrina operativa de Johnson y proporcionar una evaluación prospectiva de los riesgos y posibles puntos de inflamación en la relación entre Estados Unidos y México. La llegada de Johnson no es simplemente un cambio de personal, sino la implementación de un nuevo paradigma operativo en la política exterior estadounidense hacia su socio más crucial.
La doctrina Johnson: Una síntesis de pragmatismo, personalismo y poder
El análisis de la carrera y las acciones del Embajador Johnson permite la síntesis de una doctrina operativa coherente, definida por cuatro características principales:
- Primacía de la seguridad: La elevación de los intereses de seguridad nacional de EE. UU. (lucha contra el narcotráfico, migración, contraterrorismo) por encima de todos los demás aspectos de una relación bilateral, incluyendo el comercio, los derechos humanos y las normas democráticas. La agenda está definida por amenazas, y el éxito se mide por la neutralización de estas.
- Personalismo ejecutivo: Una preferencia por construir relaciones directas y personales con el líder ejecutivo del país anfitrión. Este canal se utiliza para asegurar acuerdos transaccionales rápidos, eludiendo procesos institucionales más lentos y complejos que podrían implicar a legislaturas, sistemas judiciales o la sociedad civil.
- Apalancamiento coercitivo: El uso estratégico de amenazas (por ejemplo, acción militar unilateral, aranceles) y la ambigüedad para crear un entorno de negociación en el que la cooperación de la nación socia es obligada en lugar de acordada mutuamente. El objetivo es alterar el cálculo de costos y beneficios del socio para que el cumplimiento de las demandas de EE. UU. parezca la opción menos costosa.
- Alianzas pragmáticas: Una disposición a apoyar y legitimar públicamente a los gobiernos socios, incluso a aquellos con tendencias autoritarias, siempre y cuando cumplan con las prioridades clave de seguridad de EE. UU. La ideología y la forma de gobierno del socio son secundarias a su utilidad para avanzar en la agenda de seguridad estadounidense.
Proyectando el futuro de las relaciones EE. UU.-México: puntos de inflamación clave
Bajo la Doctrina Johnson, la relación bilateral estará sujeta a una serie de puntos de fricción predecibles y de alto riesgo:
- Cooperación en seguridad: Esta será el área central y más volátil. El impulso para designar a los cárteles como FTO y la amenaza de acción unilateral chocarán directamente con las preocupaciones de soberanía de México. La cooperación será altamente transaccional, condicionada y estará plagada de tensiones. La demanda de resultados medibles y rápidos podría llevar a enfrentamientos si las estrategias mexicanas no se alinean con las expectativas de EE. UU.
- T-MEC/comercio: Aunque el enfoque de Johnson es la seguridad, la próxima revisión del T-MEC en 2025 será un importante punto de apalancamiento. La administración Trump podría vincular fácilmente la cooperación en seguridad con términos comerciales favorables, ejerciendo una inmensa presión económica sobre México para que ceda en ambos frentes.
- Soberanía energética y económica: Los intereses corporativos de EE. UU. en el sector energético de México son un conocido punto de fricción. El enfoque transaccional de Johnson podría llevarlo a utilizar la seguridad o la migración como palanca para presionar por reformas favorables a las empresas estadounidenses, desafiando las políticas de soberanía económica de México.
- Estado de derecho e instituciones democráticas: El historial de Johnson en El Salvador sugiere que mostrará poco interés en defender las instituciones democráticas de México (por ejemplo, el poder judicial, los organismos electorales) de la presión política si el gobierno coopera en materia de seguridad. Esto podría tener efectos corrosivos a largo plazo en la democracia mexicana, ya que las concesiones en materia de seguridad podrían hacerse a expensas de los controles y equilibrios internos.
Recomendaciones para un compromiso estratégico
Para la audiencia objetivo de este informe, la llegada de Johnson requiere un reajuste estratégico:
- Para los responsables políticos mexicanos: Es crucial reconocer que el principal canal de influencia será probablemente el compromiso directo y personal con Johnson, pero que este canal es fundamentalmente transaccional. Deben prepararse para un entorno de negociación basado en el apalancamiento y la presión, no en principios compartidos. Es vital desarrollar métricas claras y basadas en datos para demostrar el éxito en asuntos de seguridad y así anticipar y contrarrestar las críticas de EE. UU.
- Para la comunidad empresarial: El riesgo geopolítico ha aumentado significativamente. El potencial de que el comercio (T-MEC) se vincule a cuestiones de seguridad y migración es alto. Las empresas deben considerar la diversificación de las cadenas de suministro donde sea posible y comprometerse directamente con la Embajada para abogar por una relación comercial estable y predecible, separada de las volátiles disputas de seguridad.
- Para la sociedad civil y los medios de comunicación: La tarea será escudriñar y documentar las compensaciones que se hagan entre la cooperación en seguridad y los principios democráticos. El historial de Johnson sugiere que es sensible a que el personal estadounidense sea un objetivo; por lo tanto, las alianzas internacionales y la denuncia de amenazas a periodistas y activistas serán herramientas críticas para generar un costo reputacional para las políticas que socaven los derechos humanos y la democracia.
En un entorno donde la diplomacia tradicional cede ante un enfoque personalizado y de alto riesgo, la trayectoria de la relación bilateral entre Estados Unidos y México bajo el Embajador Johnson será de intensidad y desafíos. La capacidad de ambas naciones para navegar estas presiones extremas y oportunidades transaccionales determinará el futuro de una de las asociaciones más consecuentes del mundo. Los resultados serán profundamente impactantes.