A mediados de 2025, la condición humana en la Franja de Gaza se describe con una frase que trasciende el lenguaje habitual del sufrimiento: “Las personas en Gaza no están ni vivas ni muertas, son cadáveres andantes”, según Philippe Lazzarini, Comisionado General de la UNRWA. Este informe explora cómo esta catástrofe multidimensional, diseñada y deliberada, ha llevado a la población a una existencia vaciada de dignidad y esperanza.
El paisaje de la aniquilación: Gaza en 2025
Para comprender la condición existencial de la población de Gaza, es imperativo documentar la devastación física del territorio. A mediados de 2025, Gaza no es simplemente una zona de conflicto; es un paisaje de aniquilación donde los fundamentos de la vida civilizada han sido sistemáticamente desmantelados. Esta sección presenta un panorama de una sociedad empujada al borde del colapso.
La hambruna inducida: Un exterminio a cámara lenta
La crisis de hambre en Gaza no tiene precedentes en la historia moderna por su escala, severidad y rapidez. No se trata de una escasez derivada de una mala cosecha o un desastre natural, sino de una hambruna masiva y deliberada, reconocida como tal por las principales agencias humanitarias del mundo.
La Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC), el estándar global para medir las crisis alimentarias, ha emitido las alertas más graves de su historia para Gaza. Para mediados de 2024, se proyectaba que el 96% de la población, 2,15 millones de personas, se enfrentaría a altos niveles de inseguridad alimentaria aguda. Dentro de esta cifra, casi medio millón de personas (495.000, o el 22% de la población) se encontraban en la Fase 5 de la IPC: “Catástrofe/Hambruna”. El resto de la población se encontraba en la Fase 4: “Emergencia”. Nunca antes el IPC había registrado un porcentaje tan alto de una población en estas condiciones extremas.
Las consecuencias de esta clasificación no son teóricas, sino que se traducen en muertes diarias. Para julio de 2025, el Ministerio de Sanidad de Gaza y otras agencias habían documentado al menos 113 muertes directas por desnutrición e inanición, de las cuales 81 eran niños. La tasa de mortalidad por hambre se ha acelerado drásticamente en 2025. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha responsabilizado directamente al bloqueo israelí y ha alertado sobre una “hambruna masiva” en curso.
Los niños son las víctimas más visibles y vulnerables. En julio de 2025, la tasa de desnutrición aguda entre los niños menores de cinco años examinados había aumentado drásticamente, alcanzando el 8,8% en general y un alarmante 16% en la ciudad de Gaza, frente al 2,4% y 4% respectivamente en febrero. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) informa que casi 100.000 niños y mujeres sufren de desnutrición aguda severa. Los médicos en el terreno reportan la muerte de bebés de tan solo tres meses por inanición. Como advirtió Lazzarini, jefe de la UNRWA, la mayoría de los niños que tratan sus equipos corren un alto riesgo de morir si no reciben el tratamiento que necesitan con urgencia.
Esta hambruna es el resultado de una estrategia dual: el bloqueo de la ayuda externa y la destrucción de la producción interna de alimentos. Una evaluación geoespacial realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y UNOSAT reveló que el 75% de los campos de cultivo y olivares de Gaza han sido dañados o destruidos. Las 25 panaderías apoyadas por el PMA tuvieron que cerrar por falta de combustible y suministros. El colapso económico ha hecho que los pocos alimentos disponibles sean inalcanzables; un saco de harina de 25 kg llegó a costar el equivalente a 500 euros.
La convergencia de estos factores —el bloqueo de la ayuda, la destrucción de tierras agrícolas y panaderías, y la hiperinflación— no deja lugar a dudas. La hambruna en Gaza no es un subproducto desafortunado del conflicto, sino el resultado directo y previsible de una política de asedio. Expertos de la ONU han advertido que el posible uso del hambre como estrategia puede constituir un crimen de guerra. Esta situación se alinea directamente con la definición de genocidio según la Convención de 1948. La hambruna no es, por tanto, una crisis pasiva, sino un acto de exterminio a cámara lenta.
Algunos indicadores clave de la crisis humanitaria en Gaza a mediados de 2025 incluyen:
- Población en Fase 5 de la IPC (catástrofe/hambruna): ~495.000 (22%).
- Población en Fase 4 de la IPC (emergencia): ~745.000 (33%).
- Desnutrición aguda en niños menores de cinco años (media en Gaza): 8,8%.
- Desnutrición aguda en niños menores de cinco años (ciudad de Gaza): 16%.
- Muertes por inanición (total / niños): 113 / 81.
- Hospitales funcionales (parcialmente): 17 de 36.
- Infraestructura de agua y saneamiento dañada: 89%.
- Disponibilidad de agua por persona al día: < 5 litros.
El colapso de una sociedad: La destrucción de la infraestructura
Paralelamente a la inducción de la hambruna, se ha producido la destrucción sistemática de la infraestructura física indispensable para la vida civil. Esta estrategia, que algunos analistas denominan “des-desarrollo”, va más allá del daño colateral y parece diseñada para hacer que Gaza sea permanentemente inhabitable.
El sistema sanitario de Gaza ha colapsado por completo. Para junio de 2025, 17 de los 36 hospitales de la Franja estaban cerrados, y los que quedaban funcionaban de forma muy parcial. La OMS ha documentado 56 ataques a centros de salud solo desde marzo de 2025, y más del 94% de todos los hospitales han sufrido daños o han sido destruidos desde el inicio de la guerra. Instalaciones clave como el hospital Al-Najjar en Rafah están en ruinas. La destrucción de hospitales no solo causa muertes inmediatas, sino que también garantiza que los heridos y enfermos no puedan recibir tratamiento, acelerando la catástrofe humanitaria.
La infraestructura de agua, saneamiento e higiene (WASH) se encuentra en una situación igualmente catastrófica. Un asombroso 89% de los activos de agua y saneamiento están dañados. Antes de esta escalada, más del 90% del agua del acuífero de Gaza ya no era potable. Ahora, con la falta de combustible y electricidad, las pocas plantas desalinizadoras y pozos que quedan están al borde del cierre total. Esta crisis hídrica provoca la propagación de enfermedades infecciosas como la hepatitis A y el cólera. Para las 700.000 mujeres y niñas en edad de menstruar, la falta de agua potable y productos sanitarios no es solo una cuestión de dignidad, sino una grave amenaza para su salud reproductiva.
La destrucción de viviendas y refugios es de una escala apocalíptica. Un informe conjunto del Banco Mundial y las Naciones Unidas confirmó daños masivos a la infraestructura, siendo la vivienda el sector más afectado. Se estima que hay casi 23 millones de toneladas de escombros. Más de 1,1 millones de personas necesitan ayuda urgente para refugios de emergencia. La población desplazada se ve obligada a refugiarse en edificios dañados, en refugios de la ONU superpoblados o a la intemperie, en condiciones inhumanas.
El futuro de Gaza también ha sido atacado a través de la aniquilación de su sistema educativo. Todas las universidades de la Franja han sido dañadas o destruidas. Más de 16.200 estudiantes y 719 miembros del personal educativo han sido asesinados. El 95% de los edificios escolares han sufrido daños, y la mayoría se utilizan ahora como refugios superpoblados. Por segundo año consecutivo, más de 76.000 estudiantes no han podido presentarse a sus exámenes finales de secundaria. La destrucción de la educación no tiene un propósito militar inmediato; su objetivo es a largo plazo: liquidar el capital intelectual y profesional de una sociedad. Este patrón de destrucción de los pilares de la vida civil y cultural evoca la “Nakba” de 1948.
La demografía de la pérdida: Un coste humano sin precedentes
La magnitud de la pérdida humana en Gaza es difícil de comprender. Las cifras, aunque frías, revelan una campaña de violencia que ha afectado a la población civil de una manera desproporcionada.
Para julio de 2025, el número de palestinos asesinados en la ofensiva israelí había superado los 59.200, con más de 143.000 heridos. En un territorio con una población de aproximadamente 2,2 millones de personas antes de la guerra, estas cifras significan que casi el 10% de la población ha sido asesinada o herida. La violencia ha sido implacable, con días en los que se reportan más de 100 muertes en 24 horas.
Los niños, que constituyen casi la mitad de la población de Gaza, han pagado el precio más alto. El número de menores asesinados supera los 17.900. Una estadística escalofriante de las Naciones Unidas reveló que en los primeros cinco meses de la guerra murieron más niños en Gaza que en todos los conflictos del mundo durante los cuatro años anteriores combinados.
La guerra también ha sido excepcionalmente letal para aquellos cuya misión es ayudar y dar testimonio. Al menos 317 miembros del personal de la UNRWA han sido asesinados desde el inicio del conflicto, la cifra más alta de trabajadores humanitarios de la ONU muertos en un solo conflicto en la historia de la organización. Más de 926 trabajadores sanitarios han sido asesinados, y cientos de periodistas han perdido la vida mientras cubrían la guerra. Estos no son solo números; representan la destrucción deliberada de los sistemas de atención, ayuda y testimonio. Este patrón de ataques contra personal protegido sugiere una estrategia calculada para desmantelar las redes de apoyo de la sociedad gazatí y controlar la narrativa.
La gran mayoría de la población, más de 1,7 millones de personas, ha sido desplazada por la fuerza, a menudo en múltiples ocasiones. Se les ha ordenado evacuar zonas enteras para dirigirse a supuestas “zonas humanitarias” que también han sido objeto de ataques. Esta existencia nómada impide cualquier apariencia de normalidad y somete a la población a un estado de terror y precariedad perpetuos.
Algunas cifras estimadas de víctimas documentadas por grupo demográfico entre octubre de 2023 y julio de 2025 incluyen:
- Total de palestinos asesinados: > 59.219.
- Total de palestinos heridos: > 143.045.
- Niños asesinados: > 17.921.
- Mujeres asesinadas: El 70% de las víctimas son mujeres y niños.
- Personal de la UNRWA asesinado: 317.
- Personal sanitario asesinado: > 926.
- Periodistas asesinados: > 100 (cifras varían, pero son cientos).
- Palestinos desplazados internamente: > 1.700.000.
La mecánica de una catástrofe: La estrangulación deliberada de Gaza
El paisaje de aniquilación descrito en la sección anterior no es el resultado de una fuerza de la naturaleza, sino de una serie de decisiones y acciones humanas. Para entender plenamente la catástrofe, es necesario analizar los mecanismos a través de los cuales se ha producido. Esta sección deconstruye dos de las estrategias centrales empleadas: la conversión de la ayuda humanitaria en un arma de guerra y la doctrina militar que ha eliminado cualquier noción de lugar seguro para los civiles en la Franja de Gaza.
La instrumentalización de la ayuda: Un sistema de escasez diseñada
La crisis humanitaria en Gaza se ve agravada por una paradoja cruel: mientras la población se muere de hambre, la ayuda que podría salvarla es sistemáticamente obstruida y, en ocasiones, se convierte en una trampa mortal. Lejos de ser un problema logístico, la evidencia apunta a un sistema de escasez diseñado para controlar y castigar a la población civil.
El fundamento de esta estrategia es el bloqueo que Israel ha impuesto a Gaza durante más de 16 años. Tras los ataques del 7 de octubre de 2023, este bloqueo se intensificó hasta convertirse en un “asedio completo”, en palabras del entonces ministro de defensa israelí. Esta política se ha mantenido con una consistencia devastadora. La UNRWA ha sido efectivamente vetada de introducir cualquier tipo de suministro desde el 2 de marzo de 2025. Miles de camiones de ayuda de la ONU y otras organizaciones permanecen varados en Egipto y Jordania.
Los datos de la propia ONU cuantifican esta obstrucción. Durante el mes de junio de 2025, de 323 movimientos de ayuda planificados y coordinados con las autoridades israelíes, solo 97 (un 30%) fueron facilitados. El 154 (un 48%) fueron denegados y el resto fueron impedidos o retirados por razones logísticas o de seguridad.
En respuesta a la presión internacional, Israel ha promovido un mecanismo alternativo de distribución de ayuda, gestionado por contratistas privados y operado de forma militarizada. Sin embargo, lejos de aliviar la crisis, este sistema se ha convertido en una fuente de muerte y caos. Altos funcionarios de la ONU y organizaciones de derechos humanos lo han calificado de “trampa” para los civiles y de “alternativa mortal y controlada por militares”. En estos puntos de distribución, multitudes de personas desesperadas se congregan, convirtiéndose en blancos fáciles. Desde finales de mayo de 2025, más de 1.060 personas han sido asesinadas y miles más han resultado heridas mientras intentaban conseguir comida en estos lugares. Estos eventos, a menudo denominados “masacres de la harina”, se han repetido con una frecuencia alarmante.
La situación llega a un punto de absurdo trágico cuando se informa de que el equivalente a 1.000 camiones de ayuda humanitaria se está pudriendo en el lado gazatí del cruce de Kerem Shalom. Las agencias humanitarias denuncian que no pueden recoger y distribuir estos suministros de forma segura. Mientras tanto, las autoridades israelíes culpan a la ONU por la falta de distribución.
Esta dinámica revela una profunda contradicción. Mientras Israel afirma públicamente que permite la entrada de ayuda, sus acciones en el terreno crean un entorno en el que acceder a esa ayuda es una actividad que pone en riesgo la vida. El sistema no está roto; parece funcionar según un diseño que genera caos, castiga a la población civil por su desesperación y socava el sistema humanitario internacional. Se ha creado una trampa perfecta.
El análisis del acceso de ayuda humanitaria (junio – julio 2025) muestra:
- Misiones de ayuda planificadas (1-24 junio): 323.
- Misiones facilitadas por autoridades israelíes: 30%.
- Misiones denegadas por autoridades israelíes: 48%.
- Misiones impedidas o retiradas: 22%.
- Camiones de ayuda de la UNRWA esperando en la frontera: ~6.000.
- Víctimas en puntos de distribución de ayuda (asesinados / heridos): > 1.060 / > 7.207.
Una guerra contra la vida civil: La doctrina de “ningún lugar seguro”
El Derecho Internacional Humanitario (DIH) se basa en principios fundamentales como la distinción, la proporcionalidad y la precaución, diseñados para proteger a la población civil en tiempos de guerra. Sin embargo, la estrategia militar empleada en Gaza parece haber borrado deliberadamente estos principios.
La idea de “zonas seguras” en Gaza se ha demostrado una ficción cruel. Las fuerzas israelíes han ordenado repetidamente la evacuación masiva de civiles hacia supuestas “zonas humanitarias”, como Al-Mawasi. Sin embargo, estas mismas zonas han sido posteriormente bombardeadas. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) estima que el 82,6% de la Franja de Gaza se encuentra ahora dentro de una zona militarizada por Israel o bajo órdenes de desplazamiento. Como han afirmado repetidamente los trabajadores humanitarios, “no queda ni un centímetro seguro en Gaza”.
Los lugares que deberían ofrecer la máxima protección según el DIH —refugios, hospitales, lugares de culto— han sido atacados sistemáticamente. La UNRWA ha registrado 865 incidentes que han afectado a sus instalaciones desde el inicio de la guerra, con al menos 812 personas asesinadas mientras se refugiaban en ellas. Un ataque aéreo israelí alcanzó directamente una escuela de la UNRWA tan recientemente como en junio de 2025. El descubrimiento de fosas comunes con cientos de cuerpos en los recintos de hospitales como Nasser y Al-Shifa, muchos de ellos con signos de haber sido ejecutados, apunta a posibles crímenes de guerra.
La destrucción también se ha extendido al patrimonio cultural y religioso de Gaza. Iglesias, incluida la única iglesia católica de la Franja, y cientos de mezquitas han sido dañadas o destruidas. Estos ataques, que a menudo carecen de una necesidad militar imperativa, no solo violan el DIH, sino que también contribuyen a la borradura cultural de la población palestina.
Esta estrategia militar tiene un efecto claro: aterrorizar a la población, forzarla a un estado de movimiento constante que impide cualquier tipo de organización o normalidad, y hacer imposible el trabajo de las agencias humanitarias. La realidad de que “no hay ningún lugar seguro” no es un accidente de la guerra, sino el resultado de una doctrina militar que ha abandonado o despreciado deliberadamente las normas más fundamentales diseñadas para proteger la vida humana.
La psicología del borrado: Comprendiendo ‘ni muertos ni vivos’
La frase “ni muertos ni vivos” es la destilación más precisa del estado psicológico de la población de Gaza. Va más allá de la descripción del sufrimiento físico para adentrarse en el territorio del aniquilamiento del espíritu. Esta sección explora las profundas heridas psicológicas infligidas a la población, a los trabajadores humanitarios y, de forma más devastadora, a toda una generación de niños.
El trauma colectivo de una población asediada
El trauma que sufre la población de Gaza no puede ser categorizado con las herramientas psicológicas convencionales. El TEPT describe una condición que surge después de un evento traumático. En Gaza, el trauma no es un evento pasado; es una condición ambiental, continua e ineludible. Expertos en salud mental describen una población atrapada en un estado de hipervigilancia perpetua. El sonido incesante de los drones, las explosiones repentinas, la incertidumbre; este es el tejido de la vida diaria.
Este asalto psicológico incesante produce síntomas devastadores. Los padres describen a sus hijos sufriendo temblores constantes, terrores nocturnos, enuresis y, en los casos más graves, mutismo selectivo. Los adultos no están mejor, experimentando ansiedad paralizante, depresión y un embotamiento emocional. UNICEF calcula que prácticamente todos los niños de Gaza, un millón en total, necesitan apoyo psicológico urgente.
Este estado se ve agravado por la erosión de la dignidad humana. La lucha diaria por la supervivencia obliga a las personas a adoptar “estrategias de supervivencia extremas”. El orden social se resquebraja. Los padres, especialmente, sufren una profunda culpa y un sentimiento de fracaso por no poder proporcionar a sus hijos lo más elemental. Esta es la “deshumanización” de la que habla Philippe Lazzarini.
Para agravar la situación, la infraestructura de salud mental ha sido completamente destruida. Antes de la guerra, Gaza contaba con un hospital psiquiátrico y varios centros comunitarios de salud mental. A principios de 2024, todos habían dejado de funcionar debido a los ataques. En todo el norte de la Franja solo quedan dos psiquiatras.
La condición de “ni muertos ni vivos” puede entenderse como una forma de indefensión aprendida inducida a escala social. Es el resultado de un proceso sistemático que despoja a los individuos de tres pilares fundamentales de la existencia humana: la seguridad, la agencia y la esperanza. Lo que queda es una cáscara biológica, un “cadáver andante”, físicamente presente pero psicológicamente ausente.
Las heridas de los sanadores
En medio de este infierno, un grupo de personas sufre un tipo de trauma particularmente agudo: los médicos, enfermeros, paramédicos y trabajadores humanitarios de Gaza. Ellos son, simultáneamente, víctimas y respondedores.
Como el resto de la población, el personal humanitario y sanitario ha perdido sus hogares, ha visto morir a sus familiares y amigos, y sufre el mismo hambre y miedo. Los trabajadores de la UNRWA se desmayan de hambre mientras intentan prestar servicios. Pero a su propio trauma se suma el de ser testigos de primera línea de la carnicería. Tratan a pacientes con heridas horribles, realizan amputaciones sin anestesia suficiente y se enfrentan a la abrumadora escasez de suministros médicos.
Esta situación genera lo que se conoce como “lesión moral” (moral injury). Los trabajadores sanitarios expresan una profunda culpa por las decisiones imposibles que se ven obligados a tomar. Un psiquiatra gazatí describe cómo su propio equipo, compuesto por psicólogos, está “pasándolo fatal” porque también son víctimas.
El colapso del sistema humanitario es inminente precisamente porque sus operarios están al límite de su resistencia física y mental. Cuando los que ayudan ya no pueden ayudarse a sí mismos, la última red de seguridad para una población entera desaparece.
Una generación aniquilada
Si bien toda la población de Gaza está sufriendo, el impacto en los niños —casi la mitad de los habitantes de la Franja— es particularmente catastrófico y tendrá consecuencias duraderas. La guerra no solo está matando a los niños de Gaza; está aniquilando su futuro y el de toda una generación.
El daño físico y cognitivo causado por la hambruna es, en muchos casos, irreversible. La desnutrición aguda severa en la primera infancia provoca daños permanentes en el desarrollo cerebral, el crecimiento físico y el sistema inmunitario. Un niño que sobrevive a la hambruna puede quedar con secuelas de por vida. Como relata un psiquiatra, un niño de dos años en Gaza no sabe a qué sabe un yogur porque nunca ha comido uno.
Además del daño físico, está la devastación social y familiar. Se estima que 39.000 niños han perdido a uno o ambos progenitores. De ellos, 17.000 son ahora huérfanos totales. Estos niños no solo han perdido a sus padres, sino también la estructura y el apoyo que una familia proporciona. Han sido privados de educación durante años y, en la lucha por la supervivencia, muchos se ven forzados al trabajo infantil, a la mendicidad o a realizar actividades peligrosas.
El impacto psicológico, como advierte el Dr. Yasser Abu Jamei, un destacado psiquiatra de Gaza, “continuará no solo durante años, sino durante generaciones”. El trauma es masivo, está en todas partes. La guerra está creando una generación entera marcada por el miedo, la pérdida y el odio, con consecuencias imprevisibles para la estabilidad futura de la región.
El marco de la impunidad: Derecho internacional y parálisis política
La catástrofe humanitaria y psicológica en Gaza no se desarrolla en un vacío legal o político. Ocurre dentro de un marco de derecho internacional diseñado precisamente para prevenir tales atrocidades. Sin embargo, este marco ha demostrado ser incapaz de detener la violencia. Esta sección analiza cómo la crisis de Gaza se ha convertido también en una crisis del derecho internacional.
El crimen de crímenes: La investigación de genocidio en Gaza
El 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica inició un procedimiento contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), acusándolo de violar sus obligaciones en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948. Este acto ha redefinido el debate sobre el conflicto. Varios países, entre ellos Brasil, Turquía, Nicaragua y Colombia, se han sumado o han expresado su apoyo al caso.
Para que se determine la existencia de genocidio, el derecho internacional exige la prueba de dos elementos clave: el *actus reus* y la *mens rea*. El artículo II de la Convención sobre el Genocidio enumera los actos prohibidos, que incluyen la matanza de miembros del grupo, la lesión grave a su integridad física o mental, el sometimiento intencional a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, total o parcial, y las medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo. Las secciones anteriores de este informe han documentado ampliamente la evidencia presentada que se corresponde directamente con estos actos.
El segundo elemento, y el más difícil de probar, es la *mens rea* o *dolus specialis*: la “intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”. La intención no tiene por qué ser explícita; puede inferirse de un patrón de conducta consistente. La demanda de Sudáfrica ante la CIJ presentó numerosas declaraciones de altos funcionarios israelíes que, según argumenta, demuestran una intención genocida.
En una serie de fallos provisionales, la CIJ ha determinado que al menos algunos de los derechos reclamados por Sudáfrica son “plausibles” y que existe un riesgo real e inminente de daño irreparable a la población palestina de Gaza. La Corte ha emitido varias órdenes de medidas provisionales, que son jurídicamente vinculantes. Estas incluyen mandatos a Israel para que prevenga la comisión de actos de genocidio y para que permita la prestación de ayuda humanitaria urgentemente necesaria. En una orden posterior, la Corte exigió a Israel que detuviera inmediatamente su ofensiva militar en Rafah. A pesar de estas órdenes, numerosos informes de la ONU y de organizaciones de derechos humanos indican que Israel ha seguido incumpliendo sus obligaciones.
El caso de la CIJ es trascendental porque desafía la cultura de impunidad. Al invocar la Convención sobre el Genocidio, Sudáfrica ha obligado a la comunidad internacional a enfrentarse a sus propias obligaciones legales. La Convención no solo prohíbe cometer genocidio, sino que también impone a todos los estados parte el deber de prevenirlo. Esto ha creado una profunda crisis normativa.
Algunos de los fallos y resoluciones jurídico-políticas clave incluyen fechas como el 26 de enero de 2024, 25 de marzo de 2024, 28 de marzo de 2024, 24 de mayo de 2024 y 20 de mayo de 2024.
Apartheid y otras violaciones graves
Más allá de la acusación de genocidio, un creciente consenso entre las principales organizaciones de derechos humanos ha concluido que el sistema de control de Israel sobre los palestinos constituye el crimen de lesa humanidad de apartheid. Informes históricos de organizaciones palestinas como Al-Haq, israelíes como B’Tselem, e internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han llegado a esta conclusión.
Es crucial entender que esta acusación no se basa en una analogía con el régimen histórico de Sudáfrica, sino en la definición jurídica internacional del apartheid, codificada en la Convención contra el Apartheid de 1973 y en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 2002. Según el Estatuto de Roma, el apartheid se define como “actos inhumanos… cometidos en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre cualquier otro grupo o grupos raciales y con la intención de mantener ese régimen”.
Los informes argumentan que Israel ha establecido un régimen de este tipo a través de varias políticas clave: la fragmentación del pueblo palestino en diferentes enclaves geográficos y legales; la segregación mediante la construcción de muros, asentamientos y carreteras exclusivas para colonos; y la aplicación de un sistema jurídico dual en los territorios ocupados. Estas políticas, según los informes, no son medidas de seguridad temporales, sino componentes de un sistema diseñado para privilegiar a los judíos israelíes y oprimir a los palestinos.
El fracaso del sistema internacional
La tragedia en Gaza es también la historia de un profundo fracaso diplomático y político. A pesar de la magnitud de la crisis humanitaria y la gravedad de las acusaciones legales, la comunidad internacional se ha mostrado incapaz o reacia a tomar medidas efectivas para detener la catástrofe.
Los esfuerzos diplomáticos para lograr un alto el fuego duradero, mediados principalmente por Qatar, Egipto y Estados Unidos, se han estancado repetidamente. Aunque ha habido momentos de optimismo, las negociaciones han colapsado una y otra vez.
El papel de las grandes potencias ha sido determinante en esta parálisis. Estados Unidos, como principal aliado militar y diplomático de Israel, ha proporcionado un apoyo crucial que ha permitido la continuación de la ofensiva. Ha utilizado su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear múltiples resoluciones que pedían un alto el fuego inmediato. Aunque la administración estadounidense ha expresado públicamente su preocupación, no ha condicionado su masiva ayuda militar a un cambio de política.
La Unión Europea ha permanecido profundamente dividida, lo que ha debilitado su capacidad de actuar como un actor coherente. Mientras que países como España, Irlanda, Noruega y, más recientemente, Francia han adoptado posturas más críticas, otros miembros, como Alemania y Hungría, han mantenido un apoyo más firme a la postura israelí.
En contraste, ha surgido una fuerte alineación entre los países del Sur Global. Liderados por Sudáfrica en el frente legal y con el apoyo de naciones como Brasil, muchos países de África, Asia y América Latina han condenado enérgicamente las acciones de Israel. Esta división Norte-Sur en la respuesta a la crisis de Gaza refleja un realineamiento geopolítico más amplio.
La herida abierta: Raíces históricas de la crisis actual
La guerra que estalló en octubre de 2023 y que ha devastado Gaza no puede entenderse como un evento aislado. Es la erupción más violenta hasta la fecha de un conflicto de más de un siglo, una herida abierta arraigada en un proceso histórico de desposesión, ocupación y negación de los derechos nacionales del pueblo palestino. Para responder a la pregunta de “por qué” está ocurriendo esta catástrofe, es indispensable examinar sus raíces históricas.
El punto de partida para la mayoría de los palestinos es la Nakba de 1948 (la “Catástrofe”). Con la creación del Estado de Israel, estalló una guerra que resultó en la expulsión o huida de entre 700.000 y 750.000 palestinos de sus hogares. La mayoría de la población actual de la Franja de Gaza está compuesta por estos refugiados de 1948 y sus descendientes. La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, de ese mismo año, reconoció su derecho al retorno, un derecho que nunca se ha implementado y que sigue siendo uno de los puntos centrales e irresolubles del conflicto. La Nakba no es solo un evento histórico; es una memoria viva y un trauma continuo.
La segunda coyuntura definitoria fue la Guerra de los Seis Días de 1967. En este conflicto, Israel ocupó los territorios palestinos restantes: la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Esta ocupación militar, que dura ya más de 57 años, sometió a millones de palestinos a un régimen de control militar y dio inicio a la política de construcción de asentamientos israelíes en tierras palestinas, considerados ilegales según el derecho internacional. Esta ocupación ha sido el motor principal del conflicto durante el último medio siglo.
Para la Franja de Gaza, un punto de inflexión crucial fue el año 2007. Tras una breve guerra civil palestina, el movimiento islamista Hamás tomó el control de facto del territorio. En respuesta, Israel, en coordinación con Egipto, impuso un bloqueo por tierra, mar y aire que ha aislado a Gaza del resto del mundo y de Cisjordania. Durante 16 años, antes de la guerra actual, este bloqueo ya había estrangulado la economía de Gaza, diezmado sus servicios públicos y atrapado a sus 2,2 millones de habitantes en lo que ha sido descrito como “la prisión al aire libre más grande del mundo”. El bloqueo creó las condiciones de pobreza, desesperación y falta de horizontes que formaron el caldo de cultivo para la violencia posterior. La tasa de desempleo era una de las más altas del mundo, más de la mitad de la población vivía en la pobreza y la gran mayoría dependía de la ayuda humanitaria para sobrevivir, todo ello antes de la devastación de 2023-2025.
Comprender esta historia es fundamental. Refuta la narrativa de que el conflicto actual comenzó el 7 de octubre de 2023. Si bien los ataques de Hamás de ese día fueron el detonante inmediato, no surgieron de la nada. Fueron la manifestación más brutal de un conflicto no resuelto, enraizado en la falta de un estado palestino, la continua ocupación y un asedio de 16 años que había hecho la vida en Gaza insostenible. Ignorar este contexto es ignorar la pregunta fundamental de “por qué”. La crisis actual es la culminación violenta de décadas de un proceso que ha negado sistemáticamente al pueblo palestino su derecho a la autodeterminación y a una vida digna.
Conclusión: Más allá de la supervivencia, una exigencia de justicia
Este informe se propuso descifrar el significado de una existencia “ni muerta ni viva”. El análisis, basado en una abrumadora cantidad de pruebas, concluye que esta condición no es una metáfora poética, sino el resultado directo y calculado de una campaña sistemática que ha combinado la hambruna inducida, la destrucción de la sociedad y una guerra psicológica implacable. Todo ello, erigido sobre los cimientos de décadas de ocupación, desposesión e impunidad.
La pregunta de “por qué” mueren de hambre los habitantes de Gaza y por qué su estado se describe como el de “cadáveres andantes” tiene una respuesta compleja pero clara. La causa inmediata es una respuesta militar de una ferocidad sin precedentes a los brutales ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, esta respuesta ha trascendido los límites del derecho internacional, implementando políticas que la Corte Internacional de Justicia ha considerado plausiblemente genocidas. Este proceso ha sido posible gracias al fracaso de la diplomacia internacional y al escudo político y militar proporcionado por poderosos aliados. Y en la raíz de todo ello se encuentra la herida histórica no cicatrizada del conflicto palestino-israelí: la Nakba, la ocupación y el asedio.
Concluir un informe sobre una catástrofe humana de esta magnitud con desesperación sería ceder a la misma parálisis que la ha permitido. En su lugar, la evidencia presentada exige una serie de acciones urgentes y basadas en principios, no como una lista de deseos utópicos, sino como el único camino viable para poner fin al horror y evitar su repetición.
Las recomendaciones que se desprenden de este análisis son las siguientes:
- Alto el fuego inmediato y sostenido: La primera e ineludible exigencia es el cese de todas las hostilidades por todas las partes.
- Acceso humanitario pleno y sin obstáculos: Se debe levantar de inmediato y por completo el asedio a la Franja de Gaza. Todos los cruces fronterizos deben abrirse para permitir un flujo masivo y continuo de ayuda humanitaria.
- Rendición de cuentas y fin de la impunidad: Para romper el ciclo de violencia, la impunidad debe terminar. Esto requiere una cooperación plena con las investigaciones en curso de la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.
- Fin del bloqueo y la ocupación: La crisis actual ha demostrado de la forma más trágica que no puede haber una solución duradera mientras persista el bloqueo de 17 años sobre Gaza y la ocupación de 58 años de los territorios palestinos.
- Un horizonte político justo: La ayuda humanitaria es un paliativo, no una solución. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de impulsar urgentemente un proceso político genuino que aborde las causas profundas del conflicto. Este proceso debe basarse en el derecho internacional, las resoluciones pertinentes de la ONU y los principios de autodeterminación, justicia e igualdad de derechos para ambos pueblos.
Esta situación, un testimonio de la incapacidad global, exige una redefinición de la respuesta internacional. ¿Puede la humanidad permitirse la perpetuación de un estado donde un pueblo entero es condenado a una existencia ‘ni viva ni muerta’?