Una turba iracunda en el barrio Jorge Newbery de Mar del Plata, Argentina, cruzó el límite de la protesta social para ejecutar un acto de violencia vigilante. El blanco fue la casa de un niño de diez años acusado de un delito grave, dejando a su familia en la calle y sin pertenencias. La violencia Mar del Plata mostró el peligroso rompimiento del estado de derecho ante la indignación colectiva.
El origen de la furia: un caso de abuso sexual infantil
Los hechos que detonaron la ira social ocurrieron el pasado 10 de noviembre en la Escuela Primaria 21 del barrio Jorge Newbery, en la ciudad de Mar del Plata, Argentina. La causa de la protesta fue una grave denuncia contra un menor de solo 10 años de edad.
El niño fue señalado de haber abusado sexualmente de dos niñas de 6 años, quienes habrían reportado tocamientos. Tras conocerse la denuncia, una decena de padres de familia acudieron inmediatamente al liceo, reclamando airadamente a los profesores por las circunstancias en las que se habían dado los presuntos hechos.
Protestas, exigencias y la ley ignorada
El reclamo inicial exigía un castigo ejemplar para el menor de edad. Sin embargo, la protesta rápidamente escaló a peticiones que ignoraban el marco legal. Algunos de los padres, enardecidos, pidieron incluso alguna pena carcelaria para el niño de 10 años.
Este requerimiento es imposible de aplicar bajo la legislación argentina, que contempla penas de reclusión solo a partir de los 14 años, debido a que esa es la edad en la que inicia la responsabilidad penal.
Escalada de la violencia colectiva
La manifestación subió de tono cuando los padres de familia, que exigían un castigo más severo contra el niño, abandonaron la protesta pacífica. Los manifestantes bloquearon una avenida principal cercana al plantel y, posteriormente, intentaron ingresar a la escuela.
Durante el altercado, vandalizaron varios espacios dentro del centro educativo. La Policía local tuvo que intervenir para contener a los manifestantes en el sitio y restablecer el orden.
La noche del incendio y el linchamiento evitado
Tras ser contenidos por los agentes, los manifestantes se enfilaron hacia la casa donde vivía el niño acusado, junto con su mamá y sus dos hermanitas. En un acto de justicia por propia mano, la turba iracunda le prendió fuego a la vivienda, que fue reducida a cenizas.
Las autoridades tuvieron que intervenir nuevamente para evitar una tragedia mayor, pues la Policía local debió actuar rápidamente para evitar que la madre del menor fuera linchada por la muchedumbre.
El testimonio desgarrador de la madre
La madre de la familia, quien lo perdió todo, ofreció un testimonio crudo sobre la violencia de la que fueron objeto. La mujer, quien se quedó en la calle, relató a medios locales el nivel de agresión:
- “Empezaron a forcejear, ¡me cagaron a palos, literal! Estoy viva de milagro, me tuvo que sacar la Policía, le prendieron fuego a mi casa.”
- “Tengo dos hijas más y me dejaron en la calle, sin nada.”
- “Me quedé solo con lo puesto, me dejaron en la calle.”
- “Quiero que la Justicia haga justicia y nos diga lo que pasó. Acá se fue todo de las manos.”
La familia del presunto agresor, que había sido arrasada por la turba, se quedó desamparada, exigiendo que sea la Justicia quien determine lo que realmente ocurrió y se pronuncie sobre las denuncias de abuso sexual infantil, en lugar de la violencia Mar del Plata ejecutada por la sociedad.
La inmediatez y la impunidad con la que actuó la turba iracunda en Mar del Plata exponen un profundo vacío institucional. Cuando la confianza en el sistema legal se desvanece, la ciudadanía recurre a la venganza extralegal, poniendo en riesgo la vida de inocentes y perpetuando ciclos de violencia Mar del Plata que ninguna ley puede reparar. ¿Hasta qué punto la indignación social justifica la ejecución de la justicia por mano propia?
