El Evento Nexus
Diciembre de 2025. El telón se ha alzado sobre la primera gran crisis existencial de la administración Sheinbaum. El observador detecta una convergencia de fuerzas: la implacable sequía, la resurrección del factor Trump (un déjà vu geopolítico de manual) y una deuda hídrica que amenaza la estabilidad macroeconómica de toda la Nación.
La respuesta ejecutiva es la Ley General de Aguas de 2025, un instrumento de reingeniería radical diseñado para liquidar la deuda. La narrativa oficial, pulcra y blindada, la presenta como el acto definitivo de Soberanía; es la purga necesaria para erradicar el cáncer neoliberal del “acaparamiento” y el “huachicoleo de agua”. Se invoca el Derecho Humano al Agua como escudo moral, mientras que, en el plano operativo, la ley funciona como una centralización draconiana: desmantela el mercado de concesiones de 1992, elimina la transferibilidad y entrega a la CONAGUA la autoridad absoluta para reasignar volúmenes.
La singularidad es evidente: la presidenta utiliza el músculo del Estado, robustecido bajo la bandera de la ideología anti-mercado, no para resistir la presión exterior, sino para cumplirla eficientemente. El agua se ha transformado, por decreto, de mercancía privada a divisa geopolítica, lista para ser enviada río arriba para comprar la exención arancelaria. El pago de la deuda es un acto de realismo duro, vestido con el manto de la justicia social.
El Eco del Pasado
La hemeroteca, esa cruel villana para todo político en el poder, grita desde el pasado reciente.
En una línea temporal lejana, la Dra. Sheinbaum Pardo, académica y figura clave de la oposición, definió su carrera sobre la defensa férrea de los recursos nacionales contra la injerencia extranjera y la voracidad del mercado. Cualquier sugerencia de que el agua o la energía pudieran ser manejadas bajo la lógica del lucro o, peor aún, que pudieran ser sacrificadas ante las exigencias de Washington, era considerada un acto de traición.
El axioma del movimiento era simple: “El agua es un derecho, no una mercancía, y pertenece a la Nación, no al extranjero.”
Este eco resuena con una burla particular al contrastar con el presente. El mismo partido que en 2020 calificó a los agricultores de Chihuahua de héroes o, en el peor de los casos, de víctimas de un sistema neoliberal fallido, ahora los etiqueta de “acaparadores corruptos” que impiden el “interés nacional.”
La ironía es que, al ejecutar una política de cumplimiento estricto del Tratado de 1944 bajo la amenaza de aranceles estadounidenses, la 4T está replicando con mayor eficiencia el “entreguismo” que tanto denunció en el PRI y el PAN. La diferencia es sutil pero crucial: antes, la sumisión era por ideología neoliberal; ahora, es por pragmatismo estatista.
La Divergencia (El “What If”)
Imaginemos que el multiverso se rompe en diciembre de 2025 y Claudia Sheinbaum decide obedecer a su versión opositora más pura, aquella que prioriza la soberanía hídrica local sobre la estabilidad comercial.
En esta realidad alterna, la presidenta utiliza la Ley de Aguas de 2025, no como vehículo para la deuda externa, sino como muralla defensiva. En lugar de ceder, invoca la cláusula de “sequía extraordinaria” y declara una moratoria soberana sobre el pago del Tratado de 1944, respaldada por la urgencia del Derecho Humano al Agua para el consumo doméstico y la soberanía alimentaria del norte.
Las consecuencias: Trump impone el arancel del 5% inmediatamente. El mercado bursátil mexicano sufre una convulsión, las exportaciones manufactureras se desaceleran, pero el agua se queda en La Boquilla y El Granero. La agricultura del norte sobrevive el ciclo 2026. Sheinbaum es celebrada por la base dura del nacionalismo como la líder que finalmente se atrevió a plantar cara al imperio. La soberanía hídrica se consolida, aunque a costa de un severo shock económico. En esta línea temporal, el enemigo es externo y la resistencia es nacionalista, tal como prometió la retórica fundacional.
El Colapso
Pero volvemos a nuestro plano de existencia, donde la realidad es un constructo de conveniencia.
La Divergencia no se produjo. La retórica de la soberanía hídrica se ha revelado como un instrumento táctico, desechable ante la amenaza de la Singularidad Geopolítica (el arancel de Trump). Se eligió pagar el agua física hoy, sacrificando el ciclo agrícola de 2026, para proteger el motor económico del país.
La Ley de Aguas no es el fin del mercado, sino el monopolio del mercado por parte del Estado Federal. Lo que Morena criticó como corrupción y entrega en manos de los privados, ahora lo ejerce como mecanismo de control centralizado y coerción legal contra los disidentes internos. El “enemigo” ya no es Washington, sino el agricultor de Chihuahua que posee un título de concesión que obstaculiza la nueva estrategia de seguridad nacional.
La única consistencia ideológica es la centralización del poder. El mayor enemigo de la administración, tal como dicta la filosofía de El Observador, no es la oposición del PAN que ahora defiende el campo, ni el ultimátum de Trump, sino la voz incorruptible de su propia hemeroteca, que documenta el momento exacto en que la bandera de la soberanía nacional se usó para justificar una capitulación económica.




