Una tragedia en medio del fuego cruzado
El martes 6 de mayo, en una zona montañosa de Sinaloa, dos niñas perdieron la vida durante un enfrentamiento armado. El convoy de autoridades fue emboscado y la violencia estalló en La Cieneguilla. El suceso ha provocado conmoción, enojo e indignación en el estado. El gobernador Rubén Rocha Moya alzó la voz con una promesa contundente: “No habrá impunidad. Habrá justicia”.
La emboscada que terminó en tragedia
El contexto: violencia en la sierra
El convoy del Ejército Mexicano y la Fiscalía General del Estado se dirigía al poblado La Lapara para atender un reporte: tres cuerpos sin vida habían sido encontrados. Pero el trayecto se interrumpió brutalmente en La Cieneguilla.
El fuego cruzado: víctimas inocentes
Ahí se desató un enfrentamiento entre las fuerzas armadas y un grupo de civiles armados. En medio del fuego, murieron Leydi “N”, de 11 años, y Alexa “N”, de 7. Tres personas más resultaron heridas: Anabel N. (40), Saúl N. (45) y Gael (12). Todos fueron trasladados en estado grave a hospitales de Culiacán.
Rocha Moya rompe el silencio: “Cada muerte duele”
Un mensaje desde la indignación
Durante su participación en la conferencia de Vocería, el gobernador Rocha Moya se pronunció con firmeza:
“Como padre de familia, como ciudadano y como gobernador del Estado, expreso mi profunda indignación y repruebo terminantemente estos dolorosos hechos”.
El mandatario dejó claro que su gobierno no tolerará que vidas inocentes sean arrebatadas por la violencia criminal.
Niñas y niños: víctimas que duelen más
En uno de los momentos más sensibles del mensaje, Rocha enfatizó:
“Cada muerte es lamentable, más aún si son personas ajenas a las rivalidades de los delincuentes, y todavía más, reitero, si esas víctimas son niñas o niños”.
El dolor por la muerte infantil es un límite emocional que la sociedad sinaloense no está dispuesta a aceptar.
Seguridad en Sinaloa: ¿avance o estancamiento?
Los datos: más de mil detenidos
El gobernador aprovechó para hablar de avances en materia de seguridad:
“Estamos, día a día, combatiendo a los delincuentes. Más de mil detenidos, ahora presos y procesados; múltiples aseguramientos de municiones y explosivos, laboratorios desmantelados, decomiso de drogas”.
Estos resultados son reflejo del esfuerzo sostenido del estado y la federación en contener al crimen organizado.
Reconocer sin maquillar: aún persiste la violencia
Rocha Moya fue claro al admitir que la violencia no ha sido erradicada:
“Reconozco, una vez más, la violencia persiste. No bajaremos la guardia. Seguiremos firmes, como todos los días, en el combate sin tregua a la violencia”.
El discurso fue una mezcla entre autocrítica, responsabilidad y promesa de acción continua.
El rostro humano de una crisis estructural
Infancia bajo fuego
Las muertes de Leydi y Alexa no son solo “daños colaterales”. Son la evidencia más dolorosa de un conflicto armado que invade la vida civil. Cuando las niñas caen en balaceras, el sistema entero fracasa.
Las familias: heridas y marcadas
Además de las dos niñas fallecidas, tres personas más quedaron heridas de gravedad. Las familias afectadas no solo enfrentan la pérdida, sino también el trauma y la desconfianza hacia las instituciones encargadas de su seguridad.
¿Habrá justicia?
Investigación en curso
Rocha Moya aseguró que ya se han iniciado las investigaciones correspondientes. El hecho está en manos de las instancias estatales y federales, y la mirada pública exige resultados claros y rápidos.
“Informo que ya se hace la investigación por las instancias correspondientes. No habrá impunidad. Habrá justicia.”
Promesa bajo la lupa
El compromiso de justicia ha sido escuchado, pero el historial de impunidad en casos similares genera escepticismo. ¿Será este caso la excepción?
Sinaloa, entre la esperanza y la violencia
La tensión entre Estado y crimen
Sinaloa ha sido por décadas territorio clave del narcotráfico. La sierra —y en especial Badiraguato— ha sido escenario frecuente de operativos, enfrentamientos y ajustes de cuentas.
Pese a los avances institucionales, la violencia persiste en zonas de difícil acceso, con presencia de grupos armados, cultivos ilícitos y desconfianza comunitaria.
El precio de vivir en zona de conflicto
Para las niñas y niños de comunidades como La Cieneguilla, crecer significa aprender a esquivar balas. No hay parques, pero sí convoys armados. No hay hospitales cerca, pero sí retenes ilegales. La vida vale menos donde manda la violencia.
El duelo colectivo y la memoria necesaria
El Estado doliente
Cuando el gobernador habla “como padre de familia”, habla también desde el dolor institucional. Un gobierno que pierde niñas en medio de operativos armados no solo enfrenta críticas, sino también una obligación moral profunda.
El reclamo de las comunidades
Los habitantes de la sierra no solo exigen seguridad: exigen presencia real del Estado, con escuelas, salud, empleos y caminos seguros. Las armas no bastan para construir paz.
¿Qué sigue para Badiraguato?
La urgencia de medidas concretas
Este caso no puede quedarse solo en discursos. Se requieren acciones urgentes:
- Revisión de protocolos en operativos en zonas habitadas
- Apoyo psicológico y económico a las familias afectadas
- Protección a comunidades en conflicto
- Inversión en infraestructura social en la sierra
El futuro en juego
Si no hay un cambio estructural, la historia de Leydi y Alexa se repetirá. Y cada repetición es una derrota más para la justicia, la paz y la infancia mexicana.
¿Qué tan normalizada está la violencia cuando la muerte de niñas ya no sorprende?
El caso de Badiraguato es un espejo roto: refleja la crudeza del conflicto y la urgencia de reconstruir el pacto social. Sinaloa no puede seguir llorando infancias perdidas.