La industria del jitomate de exportación de México es un pilar fundamental de su economía, líder global y fuente vital de divisas. Su dominio en el mercado de Estados Unidos ha transformado regiones, creando un ecosistema complejo y, a menudo, contencioso. Es imperativo dimensionar su magnitud para comprender la dinámica que rodea a este “oro rojo”.
Dimensión y magnitud de un gigante agroexportador
México ha consolidado su posición como el principal exportador mundial de jitomate. En 2023, el valor de exportación alcanzó un récord de $2,988 millones de dólares, superando a competidores como Países Bajos ($1,950 millones) y España ($1,269 millones). Para 2024, las ventas internacionales de jitomates frescos o refrigerados ascendieron a $3,161 millones de dólares, con un intercambio comercial total de $3,162 millones. Este liderazgo se mantiene desde que México superó a Países Bajos en 2016.
La importancia del jitomate para la economía mexicana se refleja en su contribución a la balanza comercial. Se ubica consistentemente entre los cinco principales productos agroalimentarios generadores de divisas. En 2024, las exportaciones de jitomate alcanzaron un valor de $3,339 millones de dólares, un incremento del 11.7% respecto al año anterior, comparable a otros gigantes exportadores.
Tabla 1: Comparativa de las Principales Exportaciones Agroalimentarias de México (Valor en 2024)
Producto | Valor de Exportación (millones de USD) |
Cerveza | $6,722 |
Tequila | $4,280 |
Aguacate | $3,787 |
Carne de Bovino | $3,508 |
Jitomate (Tomate) | $3,339 |
Berries | $2,963 |
Exportar a Hojas de cálculo Fuente: Datos compilados de y.
A nivel del producto interno bruto (PIB) agrícola, el jitomate contribuye con un 3.77% del valor total de la producción nacional. El subsector hortofrutícola es responsable del 45% de las exportaciones totales del sector agropecuario, y dentro de este, el tomate rojo representa un notable 8.41%.
La abrumadora dependencia del mercado estadounidense
El motor de este monumental éxito exportador es, casi en su totalidad, el mercado de Estados Unidos. En 2024, de los aproximadamente 2 millones de toneladas de jitomate exportadas por México, un asombroso 98% se dirigió a su vecino del norte, sumando alrededor de 1.87 millones de toneladas. En términos de valor, las ventas a Estados Unidos en ese mismo año representaron $2,832 millones de dólares del total de $3,161 millones.
Este dominio no es nuevo. Ya en el año 2000, México proveía entre el 81% y el 82.5% de todas las importaciones de tomate fresco de Estados Unidos. Estimaciones más recientes sugieren que entre seis y siete de cada diez tomates consumidos en Estados Unidos son de origen mexicano.
Sin embargo, este éxito esconde una profunda vulnerabilidad. La dependencia casi total del mercado estadounidense, si bien ha sido la fuente del crecimiento exponencial, también representa su mayor riesgo. Esta concentración de mercado expone a un sector que genera miles de millones de dólares y sustenta a cientos de miles de familias a los vaivenes de la política comercial, las disputas regulatorias y las presiones proteccionistas de un solo país. Cada amenaza de arancel o cada negociación del Acuerdo de Suspensión se convierte en una crisis existencial. La reciente exploración de mercados alternativos en Asia no debe interpretarse como una expansión proactiva, sino como una reacción defensiva y tardía a una vulnerabilidad estructural.
Una retrospectiva histórica: cincuenta años de crecimiento y transformación
La posición dominante de la industria del jitomate mexicano es resultado de más de medio siglo de evolución, marcada por puntos de inflexión estratégicos, inversiones masivas y adaptación constante a las demandas del mercado estadounidense. Trazar esta trayectoria histórica es esencial para comprender las raíces de su éxito actual y las tensiones comerciales.
Fase pre-TLCAN (Años 70-1993): cimentando las bases
Aunque la exportación de jitomate mexicano a Estados Unidos se remonta a la década de 1920, fue a partir de los años 50 cuando intereses comerciales estadounidenses impulsaron el cultivo de hortalizas de invierno en México. Durante las décadas de 1970 y 1980, la relación se consolidó. Productores de estados del noroeste como Sinaloa, Sonora y Baja California, aprovecharon sus ventajas climáticas para abastecer el mercado estadounidense cuando la producción de Florida disminuía.
En este periodo se sentaron las bases de la infraestructura física y las relaciones comerciales. La competencia estacional directa con Florida ya estaba establecida. México se especializó en la producción para exportación, incluso importando jitomate de Estados Unidos para su demanda interna durante malos ciclos agrícolas, evidenciando una temprana orientación al mercado externo.
El punto de inflexión: el TLCAN (1994) y la explosión exportadora
La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el 1 de enero de 1994, transformó radicalmente la industria. En los 18 años posteriores, el valor de las exportaciones de jitomate se disparó un 408%. El comercio agroalimentario total entre México y Estados Unidos se multiplicó casi siete veces, de $7,365.4 millones de dólares en 1993 a $51,086.8 millones en 2019. La producción nacional aumentó un 129% entre 1994 y 2024, alcanzando 3.8 millones de toneladas.
Atribuir este auge exclusivamente a la eliminación de aranceles sería una simplificación. Un análisis económico del periodo 1994-2001 sugiere un efecto “moderado” de los aranceles, con un incremento de apenas 4,700 toneladas métricas. El dinamismo se atribuyó a “factores ajenos al TLCAN”. El tratado no solo redujo impuestos, sino que generó certeza jurídica y de inversión.
Al garantizar un acceso preferencial y estable al mercado más grande del mundo, el TLCAN creó la confianza necesaria para inversiones masivas en tecnificación y modernización: invernaderos de alta tecnología, riego por goteo, agricultura protegida, variedades mejoradas y logística de frío. El TLCAN financió la construcción de una “superautopista” industrial, permitiendo a México vender más y un producto de mayor calidad, consistencia y durante todo el año. Fue esta transformación estructural la que impulsó el crecimiento exponencial.
Consolidación bajo el T-MEC (2020-presente)
La renegociación del TLCAN, que culminó con la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) el 1 de julio de 2020, generó incertidumbre. Sin embargo, el nuevo acuerdo mantuvo el acceso preferencial para la mayoría de los productos agrícolas, incluyendo el jitomate. El T-MEC introdujo nuevas reglas de origen y capítulos sobre temas laborales y ambientales, pero no alteró la arquitectura fundamental del comercio de hortalizas. Es importante destacar que el T-MEC no resolvió la disputa subyacente del jitomate, que se sigue manejando a través del Acuerdo de Suspensión de la investigación antidumping.
Anatomía de la producción: de la tierra a la frontera
La supremacía de México en la exportación de jitomate no es un accidente geográfico, sino el resultado de una compleja interacción de factores geográficos, tecnológicos, logísticos y económicos. La industria ha evolucionado de un modelo de bajo costo a uno de alta eficiencia y sofisticación tecnológica.
Geografía de la producción: el reino de Sinaloa y sus vasallos
El corazón de la producción de jitomate de exportación en México es Sinaloa, aportando consistentemente entre el 19% y el 22% del volumen nacional. En 2024, Sinaloa lideró las ventas internacionales con $1,164 millones de dólares, más de un tercio del total de las exportaciones. Su clima ideal, la disponibilidad histórica de agua y una infraestructura de exportación desarrollada le han permitido abastecer consistentemente al mercado estadounidense.
La producción no es exclusiva de Sinaloa. San Luis Potosí es el segundo productor nacional con el 14%, seguido por Michoacán (8%), Baja California Sur (6%) y Puebla (5%). Otros estados como Jalisco, Sonora y Zacatecas también son contribuyentes importantes, cada uno con sus ventanas de producción para un suministro constante.
La ventaja competitiva: un mosaico de eficiencia
La capacidad de México para dominar el mercado estadounidense se sustenta en varias ventajas:
- Clima y estacionalidad: México posee una diversidad de microclimas que le permiten cultivar y exportar jitomate fresco los 365 días del año. Su pico de producción en otoño e invierno coincide con la temporada baja en Estados Unidos, especialmente en Florida, complementando la demanda.
- Tecnificación y agricultura protegida: La industria ha realizado una inversión masiva en tecnología. Más del 40% de la producción se realiza en invernaderos y otro 23% bajo malla sombra o en túneles. Esta agricultura protegida permite control total de las condiciones de cultivo, resultando en mayores rendimientos, calidad superior, protección contra plagas y fenómenos climáticos, y uso eficiente de recursos como el agua y fertilizantes. Estas tecnologías extienden las temporadas de cultivo de 28 a 40 semanas.
- Calidad, variedad y especialización de mercado: Los productores mexicanos se han especializado en el mercado de jitomate fresco para consumo directo, ofreciendo variedades valoradas como el Saladette (Roma), Bola, Uva y Cherry. México domina el segmento de producto fresco, mientras que la producción de Estados Unidos (California) se destina al procesamiento industrial (pastas, salsas, purés), por lo que no compiten directamente. El éxito mexicano se debe a que provee un producto que la propia industria estadounidense no produce a la escala necesaria.
- Logística eficiente: La proximidad geográfica es una ventaja insuperable. Las eficientes cadenas de suministro permiten que un jitomate de Sinaloa esté en los estantes de un supermercado en Texas o Arizona en solo dos días. Esta rapidez es vital para un producto perecedero, manteniendo la frescura y reduciendo pérdidas.
La industria del jitomate en México no es monolítica. Existe un ecosistema dual: un sector de exportación altamente tecnificado y capitalizado, motor de divisas, y una producción más tradicional para el mercado interno. La ventaja competitiva internacional de México se deriva casi exclusivamente del primer sector.
Esta dualidad, sin embargo, genera tensiones estructurales. Recursos como el agua, el crédito y el apoyo gubernamental tienden a canalizarse hacia el lucrativo sector de exportación, dejando en desventaja a los pequeños y medianos productores nacionales. Además, la riqueza y modernización tecnológica no siempre se traducen en desarrollo social equitativo para las comunidades, creando una paradoja de enclaves de modernidad global en medio de contextos de rezago local.
Las “guerras del jitomate”: conflicto comercial, aranceles y el acuerdo de suspensión
La historia de la exportación de jitomate mexicano a Estados Unidos es también la historia de un conflicto comercial crónico, una disputa que ha enfrentado durante décadas a los eficientes productores mexicanos con los influyentes agricultores de Florida. Esta tensión ha dado forma a la regulación del comercio a través de un mecanismo único: el Acuerdo de Suspensión.
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Origen del conflicto y el nacimiento del acuerdo (1996)
La disputa se formalizó en 1996. Ante el creciente volumen de importaciones mexicanas tras el TLCAN, la Florida Tomato Exchange (FTE) presentó una petición ante el Departamento de Comercio de Estados Unidos (DoC) solicitando una investigación por “dumping” (venta por debajo del valor justo).
El DoC determinó preliminarmente indicios de dumping. Sin embargo, para evitar aranceles punitivos, se negoció el “Acuerdo de Suspensión de la Investigación Antidumping”. Bajo este pacto, los exportadores mexicanos se comprometieron a no vender por debajo de un precio mínimo de referencia, y a cambio, el DoC suspendió la investigación y la aplicación de aranceles.
La era del acuerdo de suspensión (1996-2024): una paz administrada
Durante casi 23 años, este acuerdo funcionó como un sistema de “paz administrada”. Se renovó periódicamente (en 2002, 2008, 2013 y 2019), ajustando precios de referencia y condiciones de inspección. El acuerdo creó un marco de certeza que, aunque restrictivo, permitió que el comercio fluyera y creciera exponencialmente. Para Florida, era una herramienta para contener precios; para México, el costo de mantener acceso a su mercado vital. El último acuerdo, firmado en 2019, tenía vigencia hasta 2024.
El colapso del acuerdo y la reimposición de aranceles (julio 2025)
A pesar de las renovaciones, la presión de Florida nunca cesó. Argumentaban que el acuerdo era ineficaz y el dumping persistía. Aprovechando un clima político proteccionista bajo la administración de Donald Trump, la FTE intensificó su campaña. En abril de 2025, el DoC anunció su intención de retirarse. Tras una negociación infructuosa, el 14 de julio de 2025, el acuerdo fue cancelado oficialmente.
Con la terminación del acuerdo, la investigación antidumping suspendida en 1996 se reactivó automáticamente. El DoC impuso de inmediato un arancel provisional. Las cifras variaron, comenzando con una amenaza del 20.91%, luego 17.5%, para finalmente establecerse en una cuota Compensatoria del 17.09% para la mayoría de las exportaciones de tomate mexicano.
Argumentos en conflicto: una batalla de narrativas
La disputa se basa en dos narrativas económicas y políticas fundamentalmente opuestas:
Tabla 2: Argumentos Clave en el Conflicto Comercial del Jitomate: México vs. Productores de Florida
Tema | Argumento de México | Argumento de Florida (EE.UU.) |
Precio / Dumping | Rechaza categóricamente el dumping. Los precios más bajos son resultado de ventajas competitivas legítimas: clima favorable, costos de producción eficientes, tecnología y mano de obra. No hay subsidios gubernamentales que distorsionen el precio. | Acusa a México de prácticas comerciales injustas y dumping, vendiendo tomates a precios artificialmente bajos que socavan el mercado y perjudican a los agricultores estadounidenses. |
Competencia | El éxito se debe a la calidad, consistencia y capacidad de satisfacer la demanda del mercado. La competencia es justa y beneficia al consumidor. | Denuncia una competencia desleal que ha provocado una “oleada” de importaciones (un aumento de casi 400% en 20 años) y ha hecho que la cuota de mercado de los productores estadounidenses caiga del 80% al 30%. |
Calidad y Suministro | El jitomate mexicano es “insustituible” en el mercado de EE.UU. por su volumen, variedad y calidad. La producción estadounidense es insuficiente para cubrir la demanda interna de tomate fresco durante todo el año. | Se enfoca en la necesidad de proteger la producción nacional y a los agricultores estadounidenses para garantizar la seguridad alimentaria y la viabilidad de su industria. |
Impacto al Consumidor | El arancel es un “impuesto a los consumidores estadounidenses”. Aumentará el precio de los tomates y productos derivados (salsas, ensaladas) en los supermercados, afectando el bolsillo de las familias. | El objetivo principal es proteger a los productores. El impacto en el consumidor es una consecuencia secundaria o no se aborda como argumento principal. |
El Acuerdo de Suspensión no fue una solución permanente, sino un tratamiento paliativo. Su colapso fue la consecuencia lógica del abrumador éxito de la industria mexicana. A medida que la eficiencia, el volumen y la calidad del jitomate mexicano crecieron exponencialmente, un precio mínimo ya no fue suficiente para proteger a los productores de Florida. La cantidad de producto mexicano se volvió tan dominante que la presión competitiva era insostenible para ellos.
La terminación del acuerdo y la imposición de aranceles representan un cambio estratégico de Florida: de “contención de precios” a “restricción de volumen y aumento de costos” mediante aranceles punitivos. Al no poder ganar la batalla de la eficiencia en el mercado, optaron por el poder político para erigir barreras comerciales. Esto transforma la disputa de un asunto técnico-comercial a uno puramente político, inyectando mayor volatilidad, riesgo e incertidumbre en una de las cadenas de suministro agroalimentarias más importantes de América del Norte.
El impacto en las comunidades: la doble cara del éxito exportador
Detrás de las cifras macroeconómicas se encuentra una realidad social compleja y ambivalente. La industria del jitomate, motor de empleo, también está marcada por graves denuncias de explotación laboral y una inquietante paradoja: la inmensa riqueza generada a menudo no se traduce en bienestar para las comunidades que la producen.
Un gigantesco motor de empleo
El sector del jitomate de exportación genera más de 400,000 empleos directos en México, con un efecto multiplicador que impacta a más de un millón de personas indirectamente. La amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos pone en riesgo directo hasta 500,000 puestos de trabajo, lo que subraya la importancia vital de la industria para la estabilidad social y económica de vastas regiones agrícolas. La agricultura de exportación ha fomentado un mercado laboral más dinámico, contribuyendo a la reducción de la pobreza.
El lado oscuro: condiciones laborales y trabajo forzoso
Sin embargo, este motor de empleo tiene un lado oscuro, documentado por organizaciones no gubernamentales y agencias como el Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Los informes revelan un patrón de abusos sistemáticos y condiciones de explotación que afectan a los trabajadores más vulnerables.
- Reclutamiento engañoso y vulnerabilidad: El sistema a menudo usa “enganchadores” que se dirigen a comunidades rurales pobres, principalmente en el sur de México (Guerrero, Oaxaca, Chiapas). Mienten a los trabajadores, muchos indígenas con barreras lingüísticas, sobre salarios, horas y condiciones de vida en los campos del norte.
- Condiciones de explotación en los campos: Una vez en las fincas de estados como Sinaloa, Baja California, Jalisco y San Luis Potosí, los trabajadores enfrentan jornadas extenuantes de hasta 15 horas diarias, con salarios por debajo del mínimo legal. Se enfrentan a amenazas de despido por no cumplir cuotas, y en algunos casos, violencia física si intentan abandonar.
- Condiciones de vida inhumanas: Las viviendas son frecuentemente de hacinamiento e insalubridad. Los campamentos carecen de servicios básicos como agua potable, letrinas, electricidad o acceso a atención médica.
- Servidumbre por deudas (Debt Bondage): Las “tiendas de raya” o tiendas de la empresa, a menudo la única fuente de provisiones, inflan los precios. Esto obliga a los trabajadores a comprar a crédito, acumulando deudas que se descuentan de sus salarios, limitando su capacidad de ahorrar y su libertad para abandonar el campo.
Estos abusos han provocado acciones de las autoridades. En octubre de 2020, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de Estados Unidos emitió una orden de detención de envíos contra una finca tomatera mexicana específica debido a pruebas de trabajo forzoso.
La paradoja de Sinaloa: riqueza exportadora, pobreza local
El contraste entre la riqueza generada y el bienestar de las comunidades es agudo en Sinaloa. A pesar de que el estado exporta cerca de $1,000 millones de dólares en jitomates anualmente, estudios académicos señalan que los beneficios para el desarrollo regional y la calidad de vida de la población son “limitados”.
Una tesis doctoral de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) argumenta que el modelo de negocio de la Cadena Global de Valor (CGV) concentra beneficios en los eslabones superiores (grandes productores, comercializadores, supermercados en EE. UU.), trasladando costos y presiones al nodo de producción. La competitividad se logra, en gran medida, por la precarización laboral: salarios bajos, largas jornadas y alta informalidad sin seguridad social. Los municipios con mayor producción de jitomate, como Culiacán y El Fuerte, presentan niveles significativos de rezago social y pobreza. La infraestructura social es insuficiente para la gran población de trabajadores agrícolas y sus familias.
Esta situación revela una verdad incómoda: la competitividad en precios del jitomate mexicano en Estados Unidos no se debe solo a la eficiencia tecnológica o ventajas climáticas. En una medida significativa, está subsidiada por la externalización de sus costos sociales. Las condiciones precarias de la fuerza laboral y la sobreexplotación de recursos naturales son costos ocultos que no se reflejan en el precio final, pero que son pagados por las comunidades productoras en México. El sistema parece diseñado para que las ganancias fluyan al norte, mientras los costos sociales y ambientales se concentran en el sur. Abordar esta inequidad requiere un replanteamiento fundamental de cómo se distribuye el valor a lo largo de toda la cadena de suministro transnacional.
Desafíos en el horizonte: sostenibilidad y resiliencia de la industria
A pesar de su éxito, la industria del jitomate de exportación de México enfrenta desafíos existenciales que amenazan los cimientos de su modelo de producción. Más allá de las disputas comerciales, las amenazas más profundas provienen del medio ambiente. La crisis hídrica y la creciente volatilidad del cambio climático ponen en jaque la sostenibilidad a largo plazo, obligándola a una adaptación radical.
La crisis hídrica: una amenaza existencial
El agua, pilar del “milagro agrícola” del noroeste de México, se ha convertido en su talón de Aquiles. Las principales regiones productoras de jitomate, como Sinaloa y Baja California, están sumidas en una crisis hídrica sin precedentes.
- Sequía extrema y generalizada: Para marzo de 2025, el 100% del territorio de estados como Sinaloa, Baja California, Sonora y Chihuahua estaba afectado por algún grado de sequía, con grandes extensiones clasificadas como severa, extrema o excepcional. Esta condición es prolongada y agrava los sistemas hídricos.
- Causas estructurales: La crisis es resultado de sequías prolongadas, exacerbadas por fenómenos climáticos como El Niño, y una demanda de agua insostenible, impulsada principalmente por la agricultura. En Sinaloa, el sector agrícola consume el 94% del agua disponible. A esto se suma una infraestructura de riego envejecida e ineficiente, con pérdidas de hasta el 60% del agua liberada de las presas por fugas, evaporación e infiltración. Finalmente, la degradación de las cuencas por deforestación y erosión ha reducido la capacidad de almacenamiento de las presas por azolvamiento.
- Impacto directo en la producción: La escasez de agua ha obligado a los agricultores a reducir la superficie sembrada por varios ciclos, en algunos casos hasta en un 30%, generando incertidumbre para la inversión y amenazando la viabilidad económica.
El impacto del cambio climático
La sequía es solo una manifestación del cambio climático. La creciente imprevisibilidad del clima introduce mayor volatilidad y riesgo en la producción agrícola. Los agricultores enfrentan una mayor frecuencia de eventos extremos: heladas tardías o tempranas que destruyen cultivos, olas de calor que generan estrés térmico y proliferación de plagas, y huracanes y tormentas tropicales más intensos que causan inundaciones devastadoras y daños directos.
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La búsqueda de soluciones: adaptación y resiliencia
La supervivencia de la industria depende de una transición urgente hacia prácticas agrícolas sostenibles y una gestión del agua radicalmente más eficiente. Las soluciones existen, pero requieren inversión, capacitación y voluntad política.
- Tecnología y prácticas de conservación: La adopción generalizada de sistemas de riego de alta eficiencia, como el riego por goteo, es fundamental. Prácticas de agricultura de conservación, como dejar el rastrojo sobre el suelo, ayudan a conservar la humedad y mejorar la salud del suelo. La nivelación de terrenos con láser y el uso de tuberías en lugar de canales abiertos son cruciales para minimizar pérdidas de agua.
- Inversión y política pública: Se necesita una fuerte inversión pública y privada en la modernización de la infraestructura hídrica, incluyendo el revestimiento de canales e instalación de equipos de medición. Las políticas públicas deben incentivar el ahorro y el uso eficiente del agua, y promover el cultivo de variedades con menor demanda hídrica.
Otros desafíos en el horizonte
Además de las presiones ambientales, la industria enfrenta otros desafíos. La propagación de nuevas enfermedades y virus de las plantas, como el Virus Rugoso del Fruto del Tomate (ToBRFV), representa una amenaza fitosanitaria constante que requiere vigilancia y manejo rigurosos. Asimismo, la industria es vulnerable a la volatilidad geopolítica global, que puede afectar precios y disponibilidad de insumos clave como los fertilizantes, y a los conflictos regionales que pueden interrumpir las cadenas de suministro.
Este panorama revela una profunda ironía. La ventaja competitiva que impulsó el éxito de México durante 50 años, su clima y geografía, se está transformando en su mayor vulnerabilidad. El modelo de producción construido sobre la premisa de recursos naturales abundantes y baratos ahora choca violentamente contra los límites finitos de esos mismos recursos. La sobreexplotación ha agotado el “capital natural” del que dependía la industria.
Esto sugiere que el conflicto más importante para el futuro del jitomate mexicano no se librará en Washington D.C. Se librará en los valles agrícolas de México, en una disputa interna por la asignación de agua cada vez más escasa entre la poderosa agricultura de exportación, la agricultura de subsistencia, el creciente consumo urbano y otras industrias. Este conflicto por los recursos redefinirá la economía política de las regiones productoras y determinará si la industria del “oro rojo” puede sobrevivir y prosperar en el siglo XXI. La sostenibilidad ha dejado de ser un concepto de responsabilidad social corporativa para convertirse en el factor limitante clave para la producción.
Conclusiones y recomendaciones estratégicas
El análisis de la economía de exportación de jitomate de México a Estados Unidos revela una industria de contrastes espectaculares. Es un éxito rotundo: un gigante agroexportador que lidera el mercado mundial, genera miles de millones de dólares y sustenta a cientos de miles de familias. Sin embargo, también exhibe profundas vulnerabilidades estructurales: dependencia casi absoluta de un único mercado, un conflicto comercial crónico que ha culminado en aranceles punitivos, una preocupante externalización de costos sociales que perpetúa la precariedad laboral, y una base de recursos naturales, especialmente el agua, en crisis crítica.
La industria del jitomate mexicano se encuentra en un punto de inflexión histórico. Las ventajas y estrategias que impulsaron su crecimiento exponencial durante el último medio siglo ya no garantizan el éxito futuro. La competencia ya no se mide solo en precio y calidad, sino en resiliencia ante shocks políticos, sociales y, sobre todo, ambientales. Para navegar este complejo panorama y construir un futuro más sostenible y equitativo, se requiere una acción decidida y coordinada de actores públicos y privados.
Recomendaciones estratégicas
Para el Sector Privado (Productores y Asociaciones de Exportadores):
- Priorizar la sostenibilidad hídrica como inversión estratégica: La adopción de tecnologías de agricultura de precisión y conservación de agua no debe verse como un costo, sino como una inversión esencial para la supervivencia del negocio. Se debe acelerar la implementación de sistemas de riego por goteo, agricultura de conservación (cobertura de rastrojo) y otras tecnologías que maximicen la eficiencia hídrica.
- Transformar las condiciones laborales para mitigar riesgos y crear valor: Es imperativo abandonar las prácticas de explotación laboral. Se deben implementar programas de reclutamiento ético, formalizar el empleo para garantizar la seguridad social y mejorar drásticamente las condiciones de vida en los campamentos agrícolas. Esto no es solo una obligación moral, sino una estrategia de gestión de riesgos crucial para evitar sanciones comerciales, como los bloqueos por trabajo forzoso, y mejorar la reputación del producto mexicano.
- Impulsar una diversificación de mercados realista: Aunque el mercado estadounidense seguirá siendo el principal destino, la dependencia del 98% es insostenible. Las asociaciones de exportadores deben intensificar los esfuerzos para abrir y consolidar mercados alternativos en Canadá, Asia y Europa, aprovechando los acuerdos comerciales existentes. Esto requiere una estrategia a largo plazo para adaptar el producto y la logística a las demandas de nuevos consumidores.
Para el Sector Público (Gobierno Mexicano en sus Tres Niveles):
- Implementar una política nacional de agua para la agricultura sostenible: Es urgente que el gobierno federal, en coordinación con los estados, desarrolle un plan nacional de gestión hídrica que incluya inversiones masivas en modernización de infraestructura de riego, establezca reglas claras y transparentes para la asignación del agua que prioricen la sostenibilidad a largo plazo, y cree incentivos para agricultores que adopten tecnologías de ahorro de agua.
- Mantener una defensa comercial robusta y una diplomacia activa: La Secretaría de Economía y la Secretaría de Agricultura deben continuar una defensa técnica y legal sólida contra las acusaciones de dumping, proporcionando datos que demuestren que la competitividad de México se basa en la eficiencia. Al mismo tiempo, se debe mantener una diplomacia activa y de alto nivel para negociar un nuevo marco de certidumbre comercial con Estados Unidos que, idealmente, elimine los aranceles y restaure la estabilidad.
- Fortalecer la inspección y la aplicación de la ley laboral: El Estado mexicano tiene la responsabilidad de proteger a su población más vulnerable. Esto requiere un fortalecimiento significativo de la capacidad de la Secretaría del Trabajo para realizar inspecciones efectivas en el campo, sancionar las violaciones a los derechos laborales y desmantelar las redes de “enganchadores” y las prácticas de servidumbre por deudas.
- Fomentar la innovación y el valor agregado para ascender en la cadena de valor: Para reducir la vulnerabilidad de ser un simple proveedor de materia prima, México debe invertir en ciencia y tecnología. Se debe fomentar la investigación para desarrollar variedades de semillas propias, adaptadas a las condiciones locales y resistentes a la sequía y plagas. Asimismo, se deben explorar y apoyar oportunidades para que los productores incursionen en el mercado de productos procesados de jitomate (salsas, conservas, deshidratados) de alto valor agregado, lo que permitiría capturar una mayor parte de las ganancias de la cadena de valor global.
El futuro del “oro rojo” mexicano dependerá de la capacidad de sus líderes, tanto en el sector público como en el privado, para reconocer que el modelo que los llevó al éxito ha llegado a sus límites. La transición hacia una industria que sea no solo económicamente próspera, sino también socialmente justa y ambientalmente sostenible, no es una opción, sino una necesidad imperiosa para su supervivencia.