Este fin de semana, en la San Diego Comic-Con 2025, el aclamado cineasta mexicano Guillermo del Toro, además de presentar nuevos detalles sobre su próxima adaptación de Frankenstein, se pronunció firmemente contra el uso de la inteligencia artificial (IA) en el arte. Su postura generó un importante debate sobre la esencia de la creatividad y la expresión humana.
La postura de Guillermo del Toro sobre la IA en el arte
Durante su discurso, el dos veces ganador del premio Óscar dejó en claro su postura al asegurar que la creación de arte no se puede generar a partir de presionar el botón de una aplicación. El cineasta enfatizó que un verdadero proceso artístico debe conllevar una mayor complejidad, o de lo contrario, se podría perder la intención inicial del artista.
Guillermo del Toro afirmó: “Una de las otras cosas de las que estoy en contra es que la gente dice que puedes hacer arte con una app y lo siento, no puedes. No puedes simplemente presionar un botón, porque entonces no sabrás el principio o el final de esa idea que estabas planteando”.
Arte: ¿dulce o proteína? la analogía de Del Toro
Para demostrar su punto, el director de La forma del agua realizó una analogía contundente. Señaló que la inteligencia artificial es como un dulce, un simple adorno visual, mientras que el arte real es una proteína que debe contener emoción, personalidad y conocimiento. Para él, el arte se trata de una expresión vital para el desarrollo emocional y humano, algo que una aplicación no puede generar.
“El dulce es un adorno, la proteína es nutritiva, esa es la diferencia y la diferencia es personalidad, conocimiento y emoción. Esas son las tres cosas que deben existir para que haya arte y lo siento, no lo puede crear una maldita aplicación”, sentenció Guillermo del Toro.
La contundente declaración de Guillermo del Toro en la San Diego Comic-Con no solo reafirma la complejidad inherente al proceso creativo, sino que también invita a una profunda reflexión sobre el futuro del arte y su relación con las herramientas tecnológicas. ¿Podrá la sociedad distinguir entre la simple automatización y la verdadera expresión artística?