El papa León XIV presidió la Audiencia General que se llevó a cabo en el Aula Paulo VI, una medida adoptada debido a las altas temperaturas en la capital italiana. Antes de dar inicio, el Sumo Pontífice anunció su intención de saludar, al término de la audiencia, a quienes no lograron acceder al recinto y siguieron la ceremonia desde el exterior, así como a aquellos presentes en la Basílica de San Pedro.
La catequesis central: “Jesucristo, nuestra esperanza, la Pascua de Jesús”
El Santo Padre continuó su ciclo de catequesis bajo el título “Jesucristo, nuestra esperanza, la Pascua de Jesús”, y en esta ocasión, centró su mensaje en el momento crucial de la traición que sería perpetrada por uno de los apóstoles.
Durante la cena pascual, Jesús reveló: “En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo” (Mc 14,18). El pontífice aseguró que Jesús no pronunció estas palabras para condenar, sino para mostrar que el amor, cuando es verdadero, no puede prescindir de la verdad.
El amor que no prescinde de la verdad
El papa León XIV explicó que la forma en que Jesús compartió esta verdad fue “sorprendente”. Describió la situación de tal modo que cada apóstol se formuló la pregunta introspectiva: “¿Seré yo?”. No alzó la voz, no señaló con el dedo, ni pronunció el nombre de Judas. Habló de una manera que permitió a cada uno cuestionarse a sí mismo, y así sucedió: “Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro: ‘¿Seré yo?’”.
La pregunta sincera del discípulo
El Obispo de Roma dirigió esta misma pregunta, “¿Seré yo?”, a todos los presentes, calificándola como una de las más sinceras que podemos hacernos. Enfatizó que no es la pregunta del inocente, sino la del discípulo que descubre su propia fragilidad. No es un grito de culpabilidad, sino el susurro de quien, aun deseando amar, reconoce la posibilidad de herir. Es en esta conciencia, según el Papa, donde inicia el verdadero camino de la salvación.
Jesús no denuncia para humillar, sino para salvar
El papa León XIV añadió que Jesús no realiza la denuncia para humillar. Por el contrario, “dice la verdad porque quiere salvar”. Para ser salvados, es fundamental sentir: sentir que uno está involucrado, sentirse amado a pesar de todo, y comprender que el mal es real, pero no tiene la última palabra. Solo quien ha experimentado la verdad de un amor profundo puede aceptar la herida de una traición.
La fuerza silenciosa de Dios: amor que nunca abandona
El Pontífice afirmó que, a pesar de la traición y la fragilidad humana, Dios permanece y no abandona. “Jesús no se escandaliza frente a nuestra fragilidad. Sabe bien que ninguna amistad es inmune al riesgo de traición. Pero sigue fiándose. Sigue sentándose en la mesa con los suyos. No renuncia a partir el pan, incluso para quien lo traicionará”. El papa León XIV destacó esta como la fuerza silenciosa de Dios: no abandona nunca la mesa del amor, ni siquiera cuando sabe que lo dejarán solo.
El papa León XIV concluyó su catequesis con la profunda certeza de que “Dios nunca nos falla”. Esta es, en esencia, la esperanza: saber que, aunque podamos cometer errores, Dios nunca nos abandona. A pesar de nuestras posibles traiciones, Él nunca deja de amarnos. Si nos permitimos ser alcanzados por este amor —humilde, herido, pero siempre fiel—, entonces podremos verdaderamente renacer y comenzar a vivir no como traidores, sino como hijos eternamente amados.