Hoy, jueves 27 de noviembre, millones de familias en Estados Unidos y cada vez más en otros lugares se reúnen para celebrar el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving). Pero esta fiesta, que parece inmutable, esconde una impactante historia de política y economía que llevó a una “guerra” presidencial. La disputa por la fecha oficial no fue menor: casi arruina la Navidad y dividió a la nación en dos celebraciones.
De la cena de 1621 a la unidad en la guerra civil
La conmemoración del Día de Acción de Gracias, tal como se conoce hoy, tiene un origen que se remonta a la primera cena ocurrida en 1621 entre los peregrinos y los nativos Wampanoag. Sin embargo, este encuentro no fue una celebración anual. La festividad moderna, que se celebra el cuarto jueves de noviembre, fue instaurada por un presidente que lidiaba con el país en su momento más oscuro: Abraham Lincoln.
En 1863, durante la Guerra Civil, Lincoln buscó una forma de unir a una nación dividida. Para lograrlo, proclamó que el último jueves de noviembre sería un día nacional dedicado a dar gracias.
Lincoln eligió el último jueves de noviembre por dos razones clave, que aseguraban un balance en el calendario:
- Se quería que la celebración cayera después de la cosecha.
- Era fundamental que existieran varios días de diferencia respecto a la Navidad, para que las dos fiestas no se mezclaran.
- Además, la mayoría de las celebraciones de la cosecha y las fiestas de agradecimiento de la época ya se realizaban en esta parte del calendario.
Durante más de 70 años, la tradición se mantuvo inalterable, y Acción de Gracias se celebró consistentemente el último jueves de noviembre.
El presidente que quiso cambiar la tradición por la economía
La tradición se mantuvo bien hasta la década de 1930. En ese momento, Estados Unidos estaba pasando por una Gran Depresión y una fuerte crisis económica que requería un empujón urgente desde el gobierno.
Fue entonces, en 1939, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt notó un detalle crucial en el calendario: si noviembre llegaba a tener cinco jueves, la temporada de compras navideñas —que tradicionalmente comenzaba el día posterior a Acción de Gracias— sería muy corta.
Roosevelt creyó que si movía la fecha una semana antes, al tercer jueves de noviembre, impulsaría la economía. Su objetivo era dar a los consumidores y a los minoristas más días para comprar y, por lo tanto, revivir el comercio.
No obstante, la idea del mandatario fue recibida como un desastre y generó un caos inmediato:
- Disputa política: No todos los gobernadores estuvieron de acuerdo con el cambio. Mientras algunos siguieron la nueva fecha de Roosevelt, otros decidieron mantener la tradición impuesta por Lincoln.
- Caos logístico: El cambio de fecha generó severos problemas en el calendario, principalmente a las escuelas, que ya habían fijado sus vacaciones. Además, los calendarios y almanaques ya estaban impresos.
- División social: Ante la confusión, algunas familias tuvieron que elegir si celebraban el “Acción de Gracias de Roosevelt” o el “Acción de Gracias de Lincoln”, lo que llevó incluso a tener dos cenas festivas.
La gente no sabía cuál festejar, y las dos fechas estaban generando una intensa controversia que requería una solución legislativa.
El congreso interviene: el porqué del cuarto jueves
En 1941, el Congreso de Estados Unidos se vio obligado a intervenir para poner fin al caos generado por la disputa de las fechas.
El Congreso aprobó una resolución que estableció la fecha de Acción de Gracias como el cuarto jueves de noviembre. Esta decisión fue estratégica y perfecta porque logró reconciliar las tradiciones con los objetivos económicos de la presidencia:
- La festividad seguiría cayendo a finales de noviembre, cerca de la fecha original.
- Al fijarlo siempre en el cuarto jueves, el día festivo caería lo suficientemente temprano en el mes como para asegurar una temporada de compras navideñas más larga, justo como Roosevelt quería para impulsar la economía nacional.
La diferencia, que parece mínima, de pasar de ser el último jueves a ser el cuarto jueves, es el resultado de una batalla política y económica que convirtió una tradición de unidad en un instrumento de política financiera.




