El Papa Francisco, figura disruptiva y carismática, falleció este lunes. Su decisión final: reposar en la Basílica Santa María la Mayor. ¿Por qué?
Una elección fuera del protocolo papal
La mayoría de los papas recientes han sido sepultados en las grutas vaticanas bajo la Basílica de San Pedro, un lugar reservado históricamente para quienes lideraron la Iglesia desde el corazón del Vaticano. Sin embargo, Francisco decidió romper con esta tradición milenaria.
¿Por qué Santa María la Mayor?
Francisco mantuvo una relación íntima con esta basílica desde el primer día de su pontificado. Apenas fue elegido, antes incluso de instalarse formalmente, acudió a orar frente a la imagen de la Salus Populi Romani, la Virgen protectora del pueblo romano.
“Cada vez que Francisco emprendía un viaje internacional, iba antes a encomendarse a esa imagen”, recuerda monseñor Diego Ravelli.
Para Francisco, este templo representaba la conexión entre el pueblo y la fe, un espacio sin las rigideces del Vaticano, donde el contacto espiritual era directo, humilde y maternal.
Un Papa mariano y misionero hasta el final
Devoción por la Virgen y la Iglesia periférica
Francisco siempre mostró una intensa devoción mariana. No solo en el rezo del rosario o en sus encíclicas, sino en su geografía espiritual. Santa María la Mayor no es la sede papal, pero sí la casa de María en Roma. En ella, Francisco vio reflejada la Iglesia de los “últimos”, la que se arrodilla ante la madre, no la que se enorgullece ante el poder.
La primera y la última visita
Su primer gesto como Papa y ahora su descanso eterno convergen en un mismo lugar. Como si su pontificado hubiera sido un viaje circular de fe y humildad. En esa basílica rezó por la paz, por los migrantes, por las madres, por los descartados. Y allí quiso permanecer.
“Una chiusura in bellezza”, decían los italianos: un cierre hermoso, coherente, fiel a su estilo.
La coherencia de un pontífice que eligió la sencillez
Vivir sin lujos, morir sin pompas
Francisco no vivió en el Palacio Apostólico, sino en la residencia de Santa Marta. No quiso tronos dorados ni alfombras rojas. Se preparó para morir como vivió: en sencillez. Esta elección fúnebre es un testamento teológico y pastoral.
Mientras muchos esperaban una ceremonia grandilocuente, Francisco dejó claro que el mensaje estaba en el gesto: una basílica popular, accesible, profundamente romana y mariana.
Un entierro con mensaje
Más que una ruptura con la tradición, es una reafirmación de su identidad pastoral. En vez de el centro del poder eclesial, eligió el corazón espiritual de Roma. No buscó reposar junto a otros papas, sino junto al pueblo.
La Basílica Santa María la Mayor: símbolo y espacio de misericordia
Ubicada cerca de la estación Termini, es una de las cuatro basílicas mayores de Roma, pero tiene una particularidad: no es sede papal. Esto la convierte en un punto intermedio entre el Vaticano y las calles romanas, algo que representa con exactitud el espíritu de Francisco.
Historia y legado del templo
Construida en el siglo V, es uno de los templos cristianos más antiguos dedicados a la Virgen. Su arte bizantino, sus mosaicos y su altar mayor han sido testigos de peregrinaciones, súplicas y decisiones históricas. Francisco lo sabía.
Durante su pontificado, visitó más de 100 veces este lugar. Fue testigo de oraciones privadas y momentos de profunda introspección. Allí bendijo rosarios que luego repartía en sus audiencias generales. No era solo una basílica: era su santuario íntimo.
Francisco y la revolución de los gestos
Cada gesto, una homilía silenciosa
En sus 12 años como Papa, Jorge Mario Bergoglio enseñó que la forma también comunica. Desde negarse a usar zapatos rojos hasta viajar en autos modestos, cada detalle fue una catequesis sobre humildad, coherencia y cercanía.
Elegir Santa María la Mayor como su lugar de descanso no es una anécdota, es un acto final de pedagogía espiritual. Un recordatorio de que el verdadero poder de la Iglesia está en el servicio.
Una despedida coherente con su vida
Desde su elección en 2013, cuando pidió a la multitud que orara por él antes de bendecirla, hasta este último adiós, Francisco priorizó el mensaje evangélico sobre la pompa eclesiástica. Eligió morir como vivió: con la Virgen, entre el pueblo, lejos del mármol del poder.
Francisco no solo dejó una Iglesia reformada, sino un nuevo modo de entender el liderazgo espiritual. Su elección de entierro es una lección más: el poder más grande es la humildad. ¿Y si su sepulcro en Santa María la Mayor se convierte en un nuevo epicentro espiritual de Roma?
Tal vez, en los años por venir, más papas —y más fieles— busquen inspiración en este gesto silencioso, que dice más que mil discursos.