Norteamericano corrió a trabajador en Mazatlán y desató protestas: huevos, carnita asada y gritos de justicia en su puerta.
Un gesto racista que encendió a Mazatlán
Todo comenzó con un gesto breve, pero cargado de desprecio. Un norteamericano de la tercera edad fue captado en video corriendo a un trabajador que descansaba en una banqueta, mientras comía. Ese acto, aparentemente menor, despertó una indignación latente en los mazatlecos.
La palabra clave “norteamericano” se ha vuelto tendencia, pero no por turismo o inversiones: por una protesta vecinal que evolucionó en un acto colectivo de resistencia cultural.
La protesta que nació de un video viral
El video que lo cambió todo
En redes sociales, las imágenes mostraban al hombre, cuya identidad no ha sido revelada, enfrentando a un obrero que sólo buscaba un sitio para comer. “¡Ya cómo me cansan estos hijos que se sienten afectados porque les molesta los prietos, los indios!”, comentaron usuarios indignados.
Reacción inmediata de la comunidad
En cuestión de horas, la comunidad identificó la vivienda del extranjero, situada en la Avenida Cruz Lizárraga. Lo que siguió fue una serie de protestas nocturnas con música a todo volumen, “arrancones” en motocicleta y decenas de personas lanzando huevos a la puerta del inmueble.
Protesta con sabor a resistencia
Carnita asada como acto simbólico
La segunda noche, los mazatlecos organizaron una carnita asada frente a la casa del extranjero. El acto fue tan simbólico como provocador: tomar el espacio que se había negado al trabajador.
Cómo se vivieron las manifestaciones
- Música regional sonando al máximo volumen
- Celulares en mano grabando cada acción
- Huevos lanzados como forma de protesta
- Gritos de “¡Fuera racistas!” y “¡Mazatlán no se vende!”
Incluso un manifestante colocó un chaleco naranja de obrero en la puerta del hombre, gesto que fue ovacionado por la multitud.
La respuesta de las autoridades
Llegada de la Policía Municipal
La acumulación de personas y el escándalo hicieron necesaria la intervención de la Policía Municipal. El secretario de seguridad, Jaime Otoniel Barrón, declaró:
“No vamos a tolerar las faltas a la ley y mucho menos daños a la propiedad, están afectando a terceros con la aglomeración del tráfico”.
Sin embargo, no hubo detenidos, sólo “llamadas de atención”.
Gentrificación en Mazatlán: tensión en aumento
Problemas previos con turistas
Este caso no es aislado. El año pasado, turistas extranjeros exigieron a hoteleros prohibir la música regional en playas por considerarla “molesta”. La petición fue rechazada con fuerza por la comunidad, que defiende sus costumbres.
Lo que está en juego
El caso del norteamericano toca una fibra sensible en Mazatlán: la colonización cultural disfrazada de turismo. La creciente presencia de extranjeros ha elevado precios, modificado costumbres y generado un sentimiento de desplazamiento simbólico entre los locales.
Voces que marcan la diferencia
Ciudadanos que alzaron la voz
“Esto no es contra los extranjeros, sino contra la falta de respeto”, dijo una vecina. Otros manifestantes ondeaban la bandera mexicana mientras sonaban canciones de Vicente Fernández, Alejandro Fernández y Banda MS.
Redes sociales como motor
Los hashtags #MazatlánSeRespeta y #NoAlRacismo se convirtió en tendencia nacional. Las imágenes y videos circularon por TikTok, Instagram y X (antes Twitter), generando miles de reacciones y compartidos.
Las capas del conflicto
Racismo y clasismo oculto
La agresión contra el trabajador revela una realidad más profunda: el racismo y clasismo que aún persiste en muchos espacios, incluso en el contexto turístico.
Derecho al espacio público
Los trabajadores tienen derecho a descansar donde puedan. Nadie debe ser desplazado de una banqueta, menos por razones de origen o clase social.
Identidad cultural en juego
Mazatlán no solo es playa y fiesta: es música regional, comida callejera, trabajadores jornaleros y comunidad. Cada gesto racista es percibido como una amenaza a esa identidad.
¿Hasta dónde llega la paciencia?
La protesta en Mazatlán va más allá de huevos y carnitas. Es un grito de defensa cultural, una advertencia sobre los riesgos de una gentrificación que excluye y uniforma. Si no se regulan los efectos del turismo en la vida local, podríamos ver más episodios como este.
La pregunta sigue vigente: ¿qué hacemos cuando el “visitante” deja de ser bienvenido?