Minas de oro y ganado: La verdadera razón del dominio de La Chapiza en Sonora

La Chapiza se apoderó de minas y ranchos en Pitiquito, Sonora. Descubre cómo operaron y qué dejó su dominio criminal en esta zona estratégica.

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La Chapiza se apoderó de minas y ranchos en Pitiquito, Sonora. Descubre cómo operaron y qué dejó su dominio criminal en esta zona estratégica.

Un territorio codiciado: el oro, el ganado y el poder criminal

Cinco años de miedo. Cinco años de control absoluto. Pitiquito, un tranquilo municipio de Sonora, fue convertido en una pieza clave del ajedrez criminal de La Chapiza, el grupo liderado por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán. ¿La razón? Un cóctel explosivo de oro, ganado y trabajo forzado.

¿Por qué Pitiquito? Las riquezas ocultas tras el conflicto

Minas de oro: la joya de la corona para el crimen organizado

Pitiquito no es solo un nombre pintoresco en el mapa de Sonora. Es territorio con yacimientos auríferos de alto valor. Según datos de la Secretaría de Seguridad Pública de Sonora, La Chapiza llegó a controlar al menos dos minas: La Ciénega y Rancho Colorado.

  • Estas minas generaban hasta 1.6 millones de dólares mensuales.
  • Se reportaron jornadas laborales extenuantes para los trabajadores, algunos posiblemente forzados.
  • El oro extraído sirvió como financiamiento directo para otras operaciones criminales del grupo.

Ganado y ranchos: otro pilar económico de La Chapiza

No solo de oro vive el narco. En Pitiquito, 42 ranchos ganaderos fueron también ocupados por la organización. Controlar estos ranchos ofrecía beneficios estratégicos:

  • Producción y venta de carne, piel y otros derivados.
  • Espacios ideales para ocultamiento de personal, armas y drogas.
  • Territorios alejados y de difícil acceso: perfectos para operaciones encubiertas.

El costo humano: desplazamientos y violencia sistemática

Comunidades bajo amenaza

Durante los años de dominio criminal, la población de Pitiquito vivió bajo amenaza constante:

  • Desplazamientos masivos: muchas familias huyeron por miedo a la violencia.
  • Agresiones directas a quienes permanecieron en la zona.
  • El control del territorio incluía intimidación, vigilancia y extorsión.

“Estamos viendo el regreso de la gente, pero el trauma sigue vivo”, reconoció un funcionario local en el informe oficial.

Cinco años de silencio

La presencia de La Chapiza no fue fugaz. Estuvieron al menos cinco años operando con fuerza, según autoridades. Durante ese tiempo, la ley estuvo ausente, y el crimen encontró un paraíso operativo.

Cómo se recuperó Pitiquito: el despliegue de fuerza estatal

Operativos estratégicos

La recuperación del territorio fue posible gracias a una respuesta coordinada del estado. Según Víctor Hugo Enríquez, secretario de Seguridad Pública de Sonora, las acciones incluyeron:

  • Patrullajes constantes en zonas de riesgo.
  • Drones y sobrevuelos para vigilancia aérea.
  • Desmantelamiento de infraestructura criminal (como torres de comunicación ilegales).
  • Instalación de dos bases operativas permanentes de la Policía Estatal.

Resultados concretos

  • Se logró la recuperación de las minas y ranchos ocupados.
  • Al menos un 40% de la población desplazada ha regresado.
  • La reactivación económica ya comienza a notarse.

¿Un modelo repetible? Las lecciones que deja el caso Pitiquito

¿Qué lo hace un caso emblemático?

El caso de Pitiquito muestra un patrón preocupante: organizaciones criminales que diversifican su modelo económico, apoderándose de sectores legales como minería y ganadería para financiar sus redes ilícitas.

El crimen organizado como empresa

La Chapiza no llegó solo a traficar drogas. Llegó a administrar recursos naturales, operar estructuras productivas y someter comunidades. Es un ejemplo claro de cómo el narco actúa como empresa paralela, con control territorial, recursos, y fuerza de trabajo.

¿Puede una región sobrevivir al narco?

La historia de Pitiquito plantea una pregunta que va más allá de Sonora: ¿qué hace falta para evitar que el crimen tome posesión de comunidades enteras?

El oro y el ganado no deberían ser una maldición. Pero mientras existan zonas desprotegidas, sin oportunidades reales para sus habitantes y con riquezas fácilmente explotables, el crimen siempre tendrá una puerta abierta.La vigilancia permanente y la reactivación económica son buenos primeros pasos, pero la herida social sigue abierta. Y la amenaza, latente.

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