I. El Evento Nexus
El 15 de diciembre de 2025 quedará registrado en los archivos del multiverso político como el día en que la hipocresía trascendió el derecho internacional. El Presidente Donald J. Trump, al designar el fentanilo como Arma de Destrucción Masiva (WMD), no solo escaló la “Guerra contra las Drogas” a la categoría de guerra química, sino que activó un Protocolo de Coerción Máxima.
La justificación es un ejercicio de lógica brutal y unilateral: si una sustancia mata a cientos de miles de ciudadanos, es un ataque existencial. La respuesta, por ende, no puede ser diplomática. Debe ser militar.
El cambio de nombre del Departamento de Defensa al “Departamento de Guerra” no es una anécdota administrativa; es el software que justifica la nueva línea temporal. Bajo esta lógica, los laboratorios clandestinos mexicanos se convierten en arsenales químicos; los cárteles, en proliferadores de WMD; y la frontera, en una zona de contención militar. La narrativa oficial en Washington es la de la legítima defensa anticipada, el derecho ineludible de un imperio para neutralizar una amenaza que, según su doctrina, el vecino es “incapaz o no está dispuesto” a controlar. Es la perfecta activación del casus belli, disfrazada de política de salud pública.
II. El Eco del Pasado
La hemeroteca, esa cruel villana que desmantela los relatos de la 4T, emite un eco ensordecedor desde una línea temporal lejana, pero conectada.
El gobierno mexicano actual (MORENA/Sheinbaum) ha respondido a esta embestida imperialista con un fervor soberanista comprensible: rechazo al intervencionismo, defensa territorial y la exigencia de respeto. Han desplegado la carta de la simetría: si el fentanilo es un WMD, entonces las armas de asalto que fluyen sin control desde EE. UU. (el 70% de las incautadas) también deben ser tratadas con la misma urgencia letal, pues son ellas las que arman a los terroristas que Washington dice combatir.
La contradicción no radica en la denuncia (que es válida), sino en la inacción proporcional. Hace apenas unos meses, la estrategia contra el tráfico de armas era la vía legal civil, con demandas históricas contra fabricantes en Massachusetts. La postura era la de la justicia, la reparación moral. La narrativa dominante entonces rechazaba la idea de militarizar la respuesta o cerrar la frontera Sur al comercio estadounidense, no fuera a ser que se desestabilizara el T-MEC.
En el pasado, este movimiento político criticó duramente cualquier cesión de soberanía a Washington (Initiativa Mérida, la cooperación de seguridad anterior). Ahora, ante la amenaza más grave de militarización directa y asfixia económica, la respuesta se queda en la denuncia ideológica, mientras el Departamento de Guerra avanza.
III. La Divergencia (El “What If”)
Imaginemos que el multiverso se rompe y la administración Sheinbaum decide abrazar, por una vez, la coherencia radical y la simetría geopolítica.
En esta realidad alterna, México, el 16 de diciembre de 2025, no envía una nota diplomática; emite su propia Orden Ejecutiva designando los Rifles de Asalto de Fabricación Estadounidense (AR-15, AK-47, etc.) como Armas de Desestabilización Masiva (ADM).
El gobierno mexicano argumenta que estos dispositivos son el motor cinético de sus propios Actores No Estatales Armados (carteles) y que, por lo tanto, el flujo incontrolado de ADM constituye un ataque directo a la infraestructura del Estado, justificando la legítima defensa.
Consecuencias: El Secretario de Seguridad instruye la movilización total del Ejército y la Guardia Nacional a la frontera norte. No para detener migrantes, sino para implementar una inspección del 100% de todo vehículo y carga que ingrese a México desde EE. UU. Se justifica el desmantelamiento parcial de tráileres para buscar cargamentos ocultos de partes de armas, municiones y explosivos. Los tiempos de espera comerciales en Laredo y Otay Mesa se elevan a 300 minutos, paralizando las cadenas de suministro Just-in-Time de General Motors en Puebla y las maquiladoras en Chihuahua. El peso, inevitablemente, cae, pero México gana la partida de la coherencia: está dispuesto a pagar el costo económico por la defensa de su propia definición de seguridad nacional. Washington se vería forzado a negociar no desde una posición de superioridad moral, sino desde una parálisis recíproca.
IV. El Colapso
Pero volvamos a la línea temporal que padecemos. El escenario del What If es un fantasma doloroso.
En esta realidad, la administración Sheinbaum y MORENA se ven atrapados en el nexo fatal del T-MEC y la retórica soberanista. Mientras la Casa Blanca actúa con la brutal sencillez de un músculo recién renombrado—el Departamento de Guerra está diseñado para destruir, no para cooperar—, México está forzado a responder a una lógica militar con una estrategia de prevención social y decomisos.
El Observador nota la cruel ironía: la única carta fuerte que tenía México (la amenaza de romper el statu quo comercial) queda desactivada por el miedo a la asfixia económica. La divergencia entre la política exterior del pasado (condenar el intervencionismo) y la práctica actual (resistir pasivamente la militarización mientras se ruega por la estabilidad financiera) es la anomalía que amenaza con colapsar el sistema.
El mayor enemigo del político, sin duda, es su hemeroteca. Y en este caso, la hemeroteca de la Cuarta Transformación solo nos recuerda que, cuando se trata de enfrentar al imperio, la soberanía es una gran bandera, pero la chequera de Wall Street siempre tiene la última palabra.




