La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, afirma que mantiene continuidad con el gobierno anterior. Sin embargo, datos divulgados muestran un giro. La política de “abrazos, no balazos”, enfocada en atender causas, parece estar cediendo paso a otra estrategia.
El giro en la política antidrogas
Tras la década de violencia iniciada con la “guerra contra las drogas” del presidente Felipe Calderón en 2006, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, llegó al poder en 2018. Su idea era atender las causas de la violencia, como la pobreza y la falta de oportunidades, y promover diálogo.
Sheinbaum insiste en que esa línea sigue, pero los resultados que presenta cada semana apuntan a algo diferente:
- Toneladas de drogas decomisadas
- Capturas
- Laboratorios bombardeados
Las cifras son significativamente mayores a las reportadas en el sexenio anterior.
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“Estamos incautando en México, evitando que pase del otro lado”, comentó la presidenta. “Quiere decir que algo bien estamos haciendo, ¿no?”, añadió.
El rol crucial de Estados Unidos
Para cualquier presidente mexicano, la política antidrogas es un enorme desafío. Parte de esta política es formulada por Estados Unidos, el vecino que compra el 80% de las exportaciones mexicanas. Esta relación puede condicionar el margen de maniobra de México.
Si AMLO pudo intentar un cambio de estrategia, que algunos consideraron un fracaso, Sheinbaum no parece tener más opción que volver a la mano dura de antaño. La presidenta presume que los resultados están a la vista.
Resultados y la figura de Harfuch
Gran parte del giro en la política antidrogas se vincula a la llegada de Omar García Harfuch a la Secretaría de Seguridad. Durante la alcaldía de Sheinbaum en Ciudad de México, Harfuch logró reducir los homicidios y mejorar la sensación de inseguridad en la capital.
La semana pasada, Harfuch dio a conocer resultados consolidados desde el 1 de octubre:
- 24.652 personas arrestadas por delitos de alto impacto.
- 1.150 laboratorios de drogas ilícitas desmantelados.
- 178 toneladas de estupefacientes decomisados, incluyendo más de 3 millones de pastillas de fentanilo.
- 12.736 armas de fuego decomisadas.
Además, la política antidrogas, manejada por el encargado de Seguridad, ha militarizado la frontera norte. El objetivo es evitar el paso ilegal de personas migrantes, logrando la mayor reducción en décadas.
La presión de Trump y sanciones
Si bien la presencia de Harfuch es relevante, también se le atribuye mucho a la presión de Donald Trump. Él usa amenazas de aranceles, deportación de migrantes o impuestos a las remesas para lograr sus objetivos: detener la migración y el tráfico de fentanilo.
Esa presión se hizo evidente el jueves, cuando el Departamento del Tesoro de EE.UU. sancionó a tres entidades financieras mexicanas. Las acusó de facilitar a carteles la compra de precursores de fentanilo en China y el lavado de dinero ilegal.
Sheinbaum rechazó las sanciones, pidió pruebas y reiteró: “Nos coordinamos, colaboramos, pero no nos subordinamos. México es un gran país y la relación con EE.UU. es de iguales, no de subordinación. No somos piñata de nadie”.
Ese mismo jueves, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores anunció la intervención de dos bancos sancionados. El propósito es renovar gerencias, investigar y proteger los activos del público.
Un poder limitado y visiones expertas
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Sheinbaum, con gran popularidad y control legislativo/judicial, busca alinear intereses con Trump, por ejemplo, atacando el lavado de activos o persiguiendo narcos.
David Saucedo, consultor y experto en seguridad, advierte: “Es una cruzada real, pero parte de una condición frágil”. Menciona que no se aumentó el presupuesto de Seguridad, parte de los militares desconfía de Harfuch, los carteles están más fuertes y las instituciones llenas de corrupción.
Saucedo añade que mientras haya demanda en Estados Unidos, la lucha en México tendrá efectos marginales. “Puedes duplicar las incautaciones, triplicarlas, pero va a seguir siendo un porcentaje marginal, menos del 10%, del total que exportan los traficantes”, afirma.
En febrero, durante las negociaciones, Trump elogió a Sheinbaum por campañas de prevención contra el consumo. Anunció que lo copiaría: “Vamos a gastarnos miles de millones de dólares en explicar lo malas que son las drogas”.
Pero Trump no ha lanzado campañas. Y Sheinbaum no ha podido implementar su política antidrogas preferida. Zara Snapp, activista y experta en política de drogas, describe la política de Sheinbaum en la alcaldía como enfocada en la salud, descriminalización y pedagogía.
Snapp dice: “Lo que se hizo en la ciudad fue muy interesante, tenía un enfoque en la salud y respondía a su perfil de científica”. Pero ahora, Sheinbaum tiene “dos impedimentos”: la herencia de AMLO (política prohibicionista al consumo) y Trump (que pide militarización).
La experta concluye: “Pueden anunciar más y más incautaciones, pero sabemos que eso tiene un impacto muy marginal en el consumo ilegal y nos lleva al diagnóstico, científicamente equivocado, de que puedes erradicar el consumo con acciones punitivas”.
Hay señales de que la política de “abrazos, no balazos” termina. Sin embargo, el reemplazo no es la estrategia innovadora basada en salud de Sheinbaum. Trump parece haber forzado un regreso a la “guerra contra las drogas”, aunque Sheinbaum diga, casi a diario, que “no volverá”.