Cuando la propaganda suplanta al periodismo
Claudia Sheinbaum atraviesa su momento más delicado desde que asumió la presidencia. Con apenas seis meses en el poder, la tragedia de Teuchitlán —un rancho donde se presume operaban hornos crematorios— ha puesto a prueba su liderazgo, su narrativa y, sobre todo, el papel que juegan los medios en su gestión.
Lo que debería haber sido una oportunidad para fortalecer la rendición de cuentas, se ha transformado en un ejemplo preocupante de manipulación mediática y control del discurso público.
La conferencia mañanera, heredada de Andrés Manuel López Obrador, ha dejado de ser un espacio para informar y se ha convertido en un auténtico centro de adiestramiento para periodistas alineados con el poder.
Teuchitlán: la tragedia que rompió el blindaje de Sheinbaum
Un rancho, un hallazgo macabro y una narrativa oficial tambaleante
El hallazgo de restos humanos calcinados en un rancho de Teuchitlán, Jalisco, generó un terremoto político. La respuesta inicial del gobierno fue ambigua y defensiva: se intentó minimizar la magnitud del descubrimiento, filtrando que no se trataba de un campo de exterminio sino de adiestramiento.
La reacción de la ciudadanía y medios internacionales fue inmediata. El New York Times, que apenas días antes había elogiado a Sheinbaum por su perfil técnico, publicó un reportaje que evidenciaba la existencia de hornos crematorios. El daño estaba hecho.
Del control de daños al control del discurso
Ante la presión, la presidenta optó por una estrategia de control narrativo agresivo. En vez de aclarar con pruebas o abrir el caso a instancias independientes, se recurrió a una vieja fórmula: usar la mañanera para dictar la versión oficial.
De conferencia de prensa a set de propaganda
Durante dos conferencias consecutivas, Sheinbaum dio la palabra a reporteros previamente seleccionados, quienes dieron testimonio a favor de la versión gubernamental.
No fueron preguntas, fueron intervenciones ensayadas para reforzar el relato de que en Teuchitlán no hubo exterminio, sino entrenamiento.
El caso escaló cuando la reportera Dalila Escobar, de Proceso, denunció en X (antes Twitter) que no hubo sorteo para otorgar la palabra. En cambio, se colocó en primera fila a medios afines y se organizó una dinámica que simulaba espontaneidad.
Una operación mediática planificada
El uso de periodistas como voceros del régimen recuerda a los peores momentos del PRI autoritario. Pero esta vez, bajo el disfraz de “democratización del micrófono”, se aplica una fórmula más sofisticada: medios creados al vapor, financiados indirectamente por publicidad oficial, que cumplen funciones de validación mediática.
La crisis del periodismo en tiempos de la 4T
Medios independientes, arrinconados
Desde que López Obrador inauguró su cruzada contra los “medios conservadores”, el gremio periodístico ha sufrido una fragmentación sin precedentes. Se desdibujó el consenso sobre la función esencial del periodismo como contrapeso.
Muchos medios han tenido que sobrevivir sin publicidad oficial, apostando por modelos de membresía o fundaciones extranjeras. Otros, sin ese respaldo, han terminado cediendo a la presión económica y política.
El nuevo ecosistema de medios alineados
En contraste, florecieron medios nuevos —plataformas, canales de YouTube, sitios digitales— con orientación marcadamente oficialista. Su función no es informar, sino blindar al gobierno ante escándalos, fabricar consensos y atacar a críticos. Es en este ecosistema donde la mañanera encuentra su maquinaria de respaldo.
El “manual obradorista” y su legado comunicacional
AMLO: dividir para controlar
López Obrador comprendió que su poder no radicaba sólo en el aparato del Estado, sino en su capacidad de modelar la conversación pública. Su estrategia fue clara: dividir al gremio periodístico, usar a unos para desacreditar a otros, y deslegitimar toda crítica como “conservadora”.
Bajo esta lógica, Sheinbaum simplemente ha retomado el libreto. La diferencia es que ella, al carecer del carisma populista de su antecesor, depende aún más de una narrativa construida desde el Estado.
Periodismo vs propaganda: una frontera cada vez más borrosa
La mañanera ha cruzado esa línea. Ya no es un espacio para informar, sino un centro de adiestramiento discursivo. Ahí se premia a los leales, se castiga a los críticos y se construyen “realidades alternativas”.
¿Qué está en juego para la democracia?
Sin medios críticos, no hay rendición de cuentas
La función del periodismo es cuestionar el poder, no justificarlo. Cuando el gobierno cooptó la conferencia mañanera para escenificar apoyo, se socavó uno de los pilares fundamentales de la democracia: la rendición de cuentas.
La validación de los hechos ya no se da por verificación, sino por repetición desde el púlpito presidencial.
El riesgo de la autocomplacencia informativa
Cuando el poder solo escucha a quienes lo aplauden, pierde el contacto con la realidad. Ese es el riesgo que corre el gobierno de Sheinbaum: sustituir la crítica por la adulación, y la información por la propaganda.
La mañanera, espejo de un modelo de poder
Lo que ocurrió en las mañaneras recientes no es anecdótico: es estructural. La utilización de medios para respaldar al poder ante una tragedia como Teuchitlán revela que, en el México de 2025, el periodismo crítico está en retirada.
Más allá de si Teuchitlán fue un centro de exterminio o de entrenamiento, lo que ya nadie duda es que el verdadero centro de adiestramiento está en Palacio Nacional, cada mañana, ante las cámaras, con micrófonos dirigidos y aplausos sincronizados.